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miércoles, 23 de junio de 2010

Histórico, Uruguay invicto y primero

Cae la noche en Sudáfrica. En Uruguay son las primeras horas de la tarde. Entre ambos países hay miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, es como si detrás de las montañas y los tupidos valles cercanos a Rustenburg saliera y creciera un rugido gigante, capaz de escucharse aquí y allá. En cualquier parte.

Es el león celeste -o, todos juntos, los leones que han jugado desde el debut ante Francia hasta el partido del triunfo de ayer ante los mexicanos, incluido Tabárez, que fue el que armó y paró los tres equipos que Uruguay presentó en el desarrollo de la primera fase del Mundial de Sudáfrica- que terminó primero en su grupo, con dos victorias y un empate, redondeando una actuación que no cumplía desde hace 56 años.

Ayer, si acaso, Uruguay fue más león que nunca; porque, cuando pudo salir a especular con el empate que lo clasificaba como líder de la llave, se paró en la cancha con actitud de protagonista, dominante, ocupó con fiereza todos los espacios en los 45` iniciales y defendió y contragolpeó con el mismo gesto en la segunda parte, y se quedó con la presa del primer lugar de la serie, con un oportuno zarpazo que dieron Forlán, Cavani y Suárez.

México empezó haciendo correr la pelota en forma fluida, incluso rápida, haciéndola pasar de pie en pie sin que el balón pudiese ser tocado por ningún adversario, lo que levantó el "¡oooleeee! ¡oooleee!" repetido, orgulloso y gozozo de la hinchada mexicana.

Uruguay, por su parte, aunque apareció bien plantado, con actitud protagónica y hasta ofensiva, se hizo notar, dijo "aquí estoy yo" en tres entradas fuertes pero leales, al cuerpo pero con el pretexto de la pelota mediante, que el "Ruso", el "Cacha" y Victorino hicieron contra Blanco, Franco y Márquez.

Después de eso, cuando hubo que llevar el mensaje a la práctica, surgió la diferencia estrecha, pero clara, a favor del cuadro dirigido por Tabárez. Esto es, México siguió manejando la pelota pero sin profundidad, controlado por el medio y la retaguardia uruguaya; en cambio, sobre el eje de Forlán, las subidas no siempre "limpias" de los Pereira y a veces el pivoteo de Suárez, más algún desenganche y desborde de Cavani, Uruguay fue más penetrante.

En ese escenario, México sólo llegó hasta el arco celeste con un zapatazo que Guardado estrelló en el travesaño, mientras que Uruguay, sin crear mucho peligro, llegó por afuera, abierto, pero sin rematar las jugadas en la última zona rival.

Aunque leve, pero insinuante, la diferencia estaba; y se plasmó sobre el fin de la primera parte, con esa gran triangulación "de larga distancia" que, en la incidencia del gol, anotado por Suárez con certero cabezazo, armaron Forlán, Cavani y el goleador del Ajax.

En el complemento, México pareció dispuesto a jugarse el todo por el todo, corrió a Uruguay un poco contra su propia área -no contra su arco- y, además, ganó en movilidad y explosión atacante con la inclusión del "Chicharito" Hernández; pero los celestes esperaron bien parados, cuando pudieron salieron jugando, lo que le dio respiro al gran trabajo de Arévalo Ríos y Diego Pérez en la contención, como también al de la marca y los cierres de la retaguardia, y de esa forma Uruguay no sólo capeó el temporal que amenazaron con descargas los mexicanos, sino que siguió muy bien parado en la cancha, dejando la sensación de que el gol del empate no se podía filtrar por ningún lado.

Así fue, inteligentemente Tabárez fue mechando cambios que reforzaron la seguridad celeste y de esa manera, Uruguay terminó defendiendo con una línea de cinco casi impasable y una mediacancha monolítica, que siguió intentando sacar contragolpes hasta el último instante.

Es más, aunque los celestes dejaron solo a Suárez adelante, y por detrás suyo, sobre los laterales, a Cavani y Forlán, hubo pasajes en los que llegaron a salir con tres atacantes, con la intención clara de "remachar" el resultado.

Toda una declaración de principios, al fin y al cabo. Como aquella de los minutos iniciales.

En un caso y en otro, para "arrimarle la ropa al cuerpo" a los mexicanos como para erigirse en un equipo hecho y derecho. Dominante. Es que éste es el león celeste. Porque hacía casi 20 años que Uruguay no vencía a los mexicanos; y hacía 56 que no ganaba el grupo de la primera fase en un Mundial. Además, esta selección metió cuatro goles y mantiene invicta su valla. En suma: el león celeste rugió en Rustenburg, estremeció a todo un país a miles de kilómetros y como allanó su camino en el Mundial, no sólo se hizo sentir en Sudáfrica. Se escuchó en todas partes.

La cifra

56 años pasaron para que Uruguay volviera a ganar dos partidos seguidos en un Mundial: el último fue en 1954.

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