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jueves, 17 de diciembre de 2009

¿Quién protege al bocón Berlusconi ?

Silvio Berlusconi decide. Si le apetece un baño de masas, se lo da. Incluso contra la opinión de los servicios secretos, que el 14 de octubre enviaron a la presidencia del Gobierno italiano un informe oficial que alertaba de que el riesgo de ataque por un fanático era "elevado". Ahí estaba Il Cavaliere, paseando entre curiosos y exaltados, casi a cuerpo gentil.

¿Quién defiende al primer ministro en medio de la supuesta "campaña de odio" que atraviesa Italia? ¿Por qué nadie evitó la agresión de Massimo Tartaglia? A diferencia de lo que sucede en otros países, España o EE UU, por ejemplo, hay un primer dato inquietante. Berlusconi no obedece órdenes de su escolta: es la escolta la que se pliega a sus deseos.

Diversos expertos han explicado estos días que, el domingo, el dispositivo de protección del jefe de Gobierno de la séptima economía mundial cometió al menos tres fallos. Dejaron a Berlusconi acercarse a sus seguidores sin formar un pasillo de seguridad. Los guardaespaldas miraban al primer ministro y no a sus posibles atacantes. En vez de sacarle del lugar a toda velocidad, como manda el protocolo, le dejaron volver a salir del coche, subirse al estribo y exponerse a otro ataque.

El ministro del Interior, Roberto Maroni, defendió el martes en el Parlamento la actuación de las fuerzas del orden, a su juicio impecable. El jefe de la oposición, Pier Luigi Bersani, recordó que en los últimos meses, ha habido tres agujeros en la seguridad del primer ministro: las fotografías que Antonello Zappadu tomó en las fiestas de Villa Certosa; la entrada de velinas y prostitutas en el palacio Grazioli, tan libres que filmaron imágenes y conversaciones; y el ataque del Duomo.

La razón es que la mezcla de lo público y lo privado que caracteriza la acción política de Berlusconi se aplica también a su seguridad. Aunque formalmente la AISI (Agencia de Información de la Seguridad Interna) es una estructura de los servicios secretos, el dispositivo está formado por una mezcla de carabineros y de escoltas privados.

"Hay un centenar de hombres a su servicio. La mayoría son militares, pero el núcleo de confianza está formado por una quincena de guardias privados que proceden de sus empresas", explica un periodista que sigue a Berlusconi. "Unos han trabajado en Mediaset, otros en los supermercados Standa, y todos pertenecen a Fininvest. Berlusconi obliga a los servicios secretos a contratarlos".

La escolta funciona como un servicio secreto privado. Sus elegidos llevan en algunos casos más de 20 años con Berlusconi. "Trabajan con una lógica empresarial. Hacen la vista gorda cuando deben, ejecutan lo que el jefe decide y no responden ante nadie", señala una fuente policial. Algunos han hecho carrera. "El jefe de la escolta es un hombre de Fininvest", según fuentes sindicales.

Cuando el jefe de Gobierno acude a lugares públicos, su protección corresponde a los servicios secretos. Una vez peinado el sitio, los guardaespaldas de Il Cavaliere toman el mando. Zappadu, acusado por Berlusconi de violar su domicilio al fotografiarle en Villa Certosa entre 2007 y 2009, subraya que los choques entre los carabineros y la guardia personal son "frecuentes y bien conocidos" en Cerdeña.

En sus fotos aparecían guardaespaldas distintos, equipados como mercenarios. "No son policías ni carabineros, porque no llevan uniforme: van con chándal azul y ametralladoras". "Él prefiere tener siempre cerca a su guardia personal, en Villa Certosa son ellos los que conducen los carritos de golf", explica el reportero.

El martes, los servicios secretos elevaron el grado de la alerta. Tras el ataque, Berlusconi debe limitar su contacto directo en lugares públicos. Desde el hospital, donde los médicos decidieron prorrogar su estancia al menos hasta hoy, Il Cavaliere ha hecho saber que no renunciará a su seña de identidad: abrazos, autógrafos, incluso regalos. En la madrugada de ayer, las fuerzas de seguridad detuvieron a un hombre con problemas psicológicos en la planta donde está la habitación del magnate, a quien quería "saludar".

Oficialmente, el Gobierno echa agua al fuego. Pero un diputado del Pueblo de la Libertad, Carmelo Briguglio, lo ha dicho alto y claro. "El actual dispositivo de seguridad se ha revelado inadecuado y lleno de lagunas, y debe ser radicalmente modificado".

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