Quien piense que el sexo es algo instintivo y que cuando llegue el
momento algo en nuestro cuerpo o cabeza nos dirá lo que hay que hacer,
confía demasiado en la madre naturaleza. Los que crean que viendo material porno
pueden hacerse con una guía de por donde van los tiros y aplicarla,
punto por punto a la realidad, sobrevaloran el poder didáctico de los
medios audiovisuales, y quienes aborden el sexo como una materia a
estudiar con metodología científica, libros, estadísticas y estudios
llevados a cabo por prestigiosas universidades, conseguirán que este
pierda toda su magia.
Los caminos que conducen a la sexualidad, con mayúsculas –cuando uno
siente lo que realmente significa la palabra placer– son infinitos. Una
amiga terapeuta me contó que trataba a una mujer de unos 50 y tantos
años que nunca había tenido orgasmos. Era ama de casa y estaba casada y
con hijos. Ninguno en la pareja se preguntó nunca si se lo pasaban bien
en la cama, o a lo mejor pensaban que eso era todo, y que el sexo
realmente estaba sobrevalorado. El marido muere. A ella, en plena
menopausia, se le revolucionan las hormonas, empieza a pensar que a lo
mejor, en eso de la cama había algo más y un día, mientras ve en
televisión, al tiempo que se masturba, consigue correrse. Temerosa,
llama a su terapeuta porque cree que algo extraño le ha ocurrido.
“No hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos”, rezaba un dicho que cada vez se oye menos. No
es justo culpar a los demás de nuestros problemas o limitaciones, lo
que no descarta que todavía siga habiendo hombres y mujeres ineptos en
materia erótica y, lo peor de todo, con pocas intenciones de aprender, puesto que creen que se han revisado ya el temario entero.
Dani, 36 años, se dio cuenta de sus propias lagunas cuando empezó a
ejercer de gigoló. Siempre tuvo un físico agradecido y un día le
propusieron trabajar de boy en despedidas de soltera. Al poco tiempo,
sus servicios se fueron ampliando y diversificando. “Cuando me preguntan
¿Qué vuelve locas a las mujeres? Contesto que muchas cosas y a cada una
la suya, pero una regla básica es trabajar a fondo los
preliminares. Es como cuando vas a correr o a hacer ejercicio, cuanto
más calentamiento haces, mejor aguantas y entrenas. Y no me
refiero al tópico de que las mujeres son más románticas y quieren que se
les dore la píldora, simulando un encuentro, una cena y todo eso. Es
algo físico, es como una maquina que tarda más en encenderse y que
necesita más tiempo para empezar a funcionar y rendir al cien por cien”.
La conversación con Dani, poco acostumbrado a verbalizar y racionalizar
sus estrategias laborales, nos lleva a la conclusión de que hay dos
tipos de preliminares: psicológicos y físicos. “Es básico que tu clienta
se sienta única, alguien especial. Uno puede acostarse con muchas
mujeres cada mes, pero en ese momento, ella debe ser la más importante.
Más que los piropos, que están muy bien, pero que repetidos pueden sonar
algo falsos, lo mejor es interesarse por ella. Preguntarle sobre su
vida e incluso por qué ha decidido recurrir a este tipo de servicios.
Mostrarse seducido es también deseable, y a veces no hay que fingir. Me
he encontrado con clientas con las que he pensado lo afortunado que era
por poder follármelas y que además me pagaran, aunque también ha
ocurrido lo contrario. Pero porque este sea mi trabajo, no quiere decir
que el sexo me aburra y que me de ya todo igual. El día que eso pase
será el momento de dejarlo”.
Bruno, 31 años, brasileño, compagina su trabajo como pintor de brocha
gorda con labores más llevaderas, lo que en Brasil se conoce como garoto
de programa, en parte por completar su salario y en parte por
diversión. “Cuando llegué a España no conocía a nadie y me metí en una
página para ligar con chicas. Luego me di cuenta que esa era también una
forma de mejorar mis ingresos. Algunas mujeres ofrecían ayuda económica
a cambio de sexo y así mataba dos pájaros de un tiro, pero no les cobro
a todas. No me considero un profesional, no vivo solo de esto y puedo
permitirme elegir”.
El arma secreta de Bruno es tocar, acariciar y sobre todo hablar y
susurrar. “Me extraña mucho cuando veo ciertas películas porno, o estoy
con algunas personas que no hablan ni dicen nada en la cama. ¿Guardan pacto de silencio?
En Brasil hablamos mucho, decimos cosas lindas o avanzamos lo que les
vamos a hacer la próxima vez, porque el oído es un órgano muy erótico
para nosotros. Quizás por eso damos tanta importancia a la música. Yo no
concibo estar con una mujer y no decir nada”.
¿Seguimos las mujeres pendientes de satisfacer a nuestra pareja, en vez
de que esta nos satisfaga a nosotras? Dani cree que lo bueno de pagar
por sexo es que “te ves libre de tener que trabajar, puedes permitirte
no hacer nada y que te lo hagan todo a ti. Ser egoísta y centrarte en
disfrutar, en vez de tratar de quedar bien con el otro. Yo creo que a
las mujeres les convendría más un poco de esta filosofía. Es verdad que
tradicionalmente los hombres han sido más egoístas, van más a lo suyo.
Son más genitales y con las mujeres no puedes ir directo a la
entrepierna. Estimular demasiado y antes de tiempo el clítoris o la zona
vaginal puede producir un efecto contrario. Es una zona delicada y hay
que abordarla poco a poco. Antes hay que pasar por el cuello, la
espalda, los muslos, los pechos… Justo lo contrario a lo que pasa
todavía en muchas cintas porno, diseñadas para hombres".
El sexo oral es otra de las grandes asignaturas pendientes para los
hombres en materia del sexo y, me temo que las recientes declaraciones
de Michael Douglas al respecto, no harán más que aplazarla de nuevo
hasta septiembre. “¿Por qué es tan difícil encontrar un hombre que lo
haga bien?”, se preguntaba una amiga, “la mayoría se dedican a hundir su
cara ahí y a babear con un total desconocimiento de la anatomía
femenina”.
Bruno cree que el cunnilingus es la prueba de oro para doctorarse en
sexología porque “muchas mujeres no llegan al orgasmo con la
penetración, pero casi todas lo consiguen con el sexo oral. Realmente no
es fácil y probablemente sea lo más cansado y laborioso del trabajo
masculino. Por eso muchos lo descartan. Además, hay que seguir una
técnica, empezar describiendo pequeños círculos alrededor del
clítoris…”.
Otra cosa que aprendió Dani en su trato con las mujeres es que no solo
es importante lo que se le haga a la pareja y hacerlo lo mejor posible,
sino el ritmo y como entrelazar las diferentes practicas. “Cuando no hay
una fluidez en todo lo que se hace, se puede caer en el mecanicismo.
Ahora una postura, ahora otra, con total frialdad, cuando debería haber
un ritmo más envolvente y espontáneo, que es lo que ocurre cuando los
dos miembros de la pareja están calientes, no pueden más y todo se
adereza con besos, arañazos, caricias… Hay que alternar la ternura con
lo salvaje. Y por supuesto, los ritmos lentos con los más rápidos. La
gente tiene la idea de que se siente más a mayor velocidad, pero no
siempre es así. Generalmente las mujeres tienen más placer cuando uno va más lento”.
Lo primero que le sorprendió a Bruno cuando entró en el misterioso
mundo del sexo es la poca comunicación que todavía existe entre las
parejas. “Se supone que los programas de televisión y los expertos
aconsejan que se discutan los problemas, se hable de lo que le gusta a
cada uno, se traten de buscar soluciones, pero la realidad es otra. Hay
muchas mujeres que nunca han tenido un orgasmo y su marido no lo sabe, o
no se da cuenta, o nunca se para a preguntar si ella se lo pasa bien.
Si algo he aprendido en este oficio es reconocer cuando una mujer se
corre. Por mucho que finjan no pueden engañarme porque son respuestas
del cuerpo, que no se pueden esconder”.
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