Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
En un artículo de The Wall Street Journal
del 3 de abril titulado “EE.UU. reduce su demostración de fuerza en
Corea”, los periodistas Adam Entous y Julian E. Barnes revelaron que la
Casa Blanca aprobó un detallado plan, denominado ‘the playbook’, para aumentar la tensión con Corea del Norte durante las maniobras conjuntas del Pentágono con Corea del Sur.
Las
maniobras, que todavía continúan e involucran el envío de una cantidad
considerable de sofisticado equipamiento militar estadounidense a corta
distancia de Corea del Norte ya constituyen una fuente de considerable
tensión en Pyongyang y representan lo que el especialista en Corea, Tim
Beal, llama guerra “sub-crítica”.
Las maniobras, de dos
meses, dirigidas contra la República Democrática Popular de Corea y
realizadas cerca de allí, obligan a las fuerzas armadas norcoreanas a
entrar en estado de alerta, una situación agotadora y terriblemente
costosa para un pequeño país cuya economía ya está dañada por amplias
sanciones. Corea del Norte estima que las sanciones y la agresión
militar de EE.UU. han causado un daño incalculable a su economía (1).
El playbook
fue desarrollado por el Comando Pacífico del Pentágono para aumentar
las maniobras que comenzaron a principios de marzo y se discutió en
varias reuniones de alto nivel en la Casa Blanca, según los periodistas
del Wall Street Journal. El plan preveía vuelos a baja altitud de
bombarderos B-52 sobre la península coreana, que tuvieron lugar el 8 de
marzo. Unas semanas después dos bombarderos B-2 con capacidad nuclear
lanzaron cargas ficticias sobre una instalación de misiles sudcoreana.
Los vuelos se realizaron deliberadamente a plena luz del día a baja
altitud, según un funcionario de la defensa de EE.UU., para producir el
efecto amenazador deseado. “Podríamos volar de noche, pero la idea era
que lo vieran” (2). Hace unos días, el Pentágono envió dos aviones de
guerra de alta tecnología F-22 a Corea del Sur, también como parte del
plan playbook para intimidar a Pyongyang.
Según
Entous y Barnes, la Casa Blanca sabía que los norcoreanos reaccionarían
con la amenaza de tomar represalias contra EE.UU. y Corea del Sur.
En
un artículo del 29 de marzo, Barnes escribió que “funcionarios de la
defensa reconocieron que los oficiales militares norcoreanos están
particularmente agitados por los vuelos de bombarderos debido al
recuerdo de la destrucción causada desde el aire en la Guerra de Corea”
(3). En aquella guerra, la Fuerza Aérea de EE.UU. demolió todos los
objetivos de más de un piso. También lanzó más napalm del que lanzó
después en Vietnam (4).
La realidad, por lo tanto, es
exactamente contraria la narrativa formulada en los medios de masa
occidentales. Washington no ha reaccionado ante la beligerancia y las
provocaciones norcoreanas con una demostración de fuerza. Al contrario,
Washington planificó deliberadamente una demostración de fuerza con el
fin de suscitar una furiosa reacción norcoreana, que entonces se
calificó de “beligerancia” y “provocación”. Las provocaciones,
planificadas de modo frío y calculado, procedieron de Washington. Las
reacciones de Corea del Norte han sido defensivas.
Ante la
necesidad de explicar por qué Corea del Norte, un cero a la izquierda
en comparación con EE.UU., provocaría deliberadamente a un coloso
militar, los periodistas occidentales, citando a analistas anónimos, han
urdido una risible ficción sobre el uso de las amenazas militares de
Pyongyang como una carta de cambio para conseguir ayuda de Occidente,
como refuerzo para su tambaleante economía “mal administrada”. El papel
de las sanciones y de la incesante amenaza de intervención militar de
EE.UU. se deja de lado como explicación de las dificultades económicas
de Corea del Norte.
Sin embargo, las revelaciones de
Entous y Barnes hacen que ahora la historia sea menos verosímil. Los
norcoreanos no han desarrollado un programa nuclear, no han invertido
dinero en sus fuerzas armadas y no han reafirmado su decisión de
enfrentarse directamente a la agresión de EE.UU. y Corea del Sur para
mendigar ayuda de Washington. Lo han hecho para defenderse de
provocaciones fríamente calculadas.
Según miembros de la redacción del Wall Street Journal,
la Casa Blanca ha reducido sus provocaciones por el momento, por temor a
que puedan conducir a un “error de cálculo” norcoreano. En lenguaje
directo y callejero, Washington desafió a Corea del Norte a un "juego de
gallina" y lo interrumpió cuando quedó claro que no se desarrollaría
según sus intenciones.
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