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lunes, 8 de abril de 2013

Aumenta la presencia de cárteles mexicanos en EE UU

Chicago ya tiene su nuevo enemigo público número uno. Pero a diferencia de Al Capone, el gánster más temido de la década de los años 20, la nueva amenaza para la ciudad ni siquiera ha pisado sus calles. Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder del cártel de Sinaloa está considerado como el principal objetivo de las autoridades de la ciudad, en un reconocimiento al avance de los cárteles del narcotráfico más allá de la frontera entre México y Estados Unidos. Estas organizaciones están presentes ya en nueve estados no fronterizos, según una investigación reciente de la agencia Associated Press (AP).
Decenas de casos pendientes en diversos juzgados del país, datos de la Agencia de la Lucha contra la Droga (DEA, por sus siglas en inglés) y entrevistas con autoridades de las ciudades más afectadas, a los que ha tenido acceso AP, muestran un despliegue de miembros de los cárteles en EE UU, sospechosos de controlar redes de distribución de droga en Estados como Ohio, Kentucky, Carolina del Norte, Indiana, Michigan o Minnesota.
“La gente piensa que la frontera está a 2.700 kilómetros, que este no es nuestro problema”, declaró a la agencia Jack Riley, director de la DEA en Chicago. “Bueno, resulta que lo es. Estos días operamos como si Chicago estuviera en la frontera”. Según las autoridades norteamericanas, el cártel de Sinaloa distribuye la mayor parte de la droga que se vende en Chicago y en otras ciudades del país, en un mercado que asciende a 60.000 millones de dólares anuales.
Los documentos consultados por AP hablan de conversaciones interceptadas a José González-Zavala, perteneciente al cártel de La Familia y residente en Chicago, desde donde supervisaba envíos de cocaína a ciudades de Illinois, Wisconsin e Indiana. Allí también vivía Jorge Guadalupe Ayala-Germán, quien se declaró culpable de múltiples cargos por narcotráfico. Así como Socorro Hernández, detenida en 2011, y que negó su pertenencia a la misma organización a pesar de que las autoridades de Atlanta, donde fue detenida, le acusaron de ser uno de los miembros de más alto rango de La Familia.
Estos días operamos como si Chicago estuviera en la frontera”
En cuanto a Chicago, los investigadores de la Comisión del Crimen de la ciudad aseguran que hace dos o tres años que detectaron allí la presencia de “representantes” de los cárteles. “Se convirtió en un mercado tan grande, que resultó crítico tener un control firme sobre él”, explica Art Bilek, uno de los responsables.
Sin embargo, otros expertos apuntan a que el aumento de la presencia de miembros del cártel no se corresponde tanto con un desplazamiento de sus operativos hasta EE UU, sino de la mejora de las investigaciones llevadas a cabo por la DEA y la cantidad de información que obtienen acerca de sus actividades.
“Muchas veces esperan durante meses o años para asegurarse que cuando dan el golpe contra ellos, pueden detener a centenares de individuos”, comenta Tony Payan, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Texas El Paso y experto en la lucha contra el narcotráfico en EE UU. “Eso no significa que haya más actividad, sino que hay un mayor seguimiento de esta”.
Payan, autor de varios libros sobre los desafíos de seguridad, inmigración y tráfico de drogas en la frontera, afirma que este se ha mantenido estable desde hace bastante tiempo y que ha sido en esa región donde se ha producido la mayor innovación en cuanto a la actividad del narco “cambiando constantemente sus estrategias para introducir la droga en el país”.
Una de esas estrategias era la de confiar en contactos estadounidenses para superar el límite fronterizo. “Llega desde la frontera hasta Atlanta, Houston, Dallas, Chicago, Los Ángeles o Phoenix”, dice Payan. “Pero alguien tiene que recibir ese envío y se trata casi siempre de miembros de confianza de la organización, que no sean suficientemente reconocibles para las autoridades y que puedan moverse con facilidad dentro de EE UU”.
De acuerdo con los datos publicados por AP, esas personas serían cada vez más ciudadanos mexicanos con un visado temporal o con doble nacionalidad, pero no estadounidenses. “Tienen que ser personas a las que el cártel pueda acceder fácilmente y que al mismo tiempo puedan ejercer presión sobre ellos, obligándoles a salir del país si hace falta”, dice el experto. Si uno de ellos es identificado por la policía o tiene antecedentes en EE UU, la organización necesitará que salga del país, dificultando su regreso.
Según la DEA en Chicago, “se trata de la amenaza más seria a la que se enfrenta EE UU en términos de crimen organizado”, en palabras de Riley, su director. Las estadísticas reveladas esta semana citan que en 2008, 230 comunidades estadounidenses denunciaron cierto nivel de presencia de los cárteles. En 2011, la cifra ascendió a 1.200.
Payan explica que la DEA y otras autoridades estadounidenses luchan contra el narcotráfico con métodos tradicionales como la vigilancia de sus comunicaciones, seguimiento y localización de efectivos, así como el uso de agentes infiltrados en sus organizaciones. Sin embargo, en los últimos años también han adoptado una estrategia mucho más controvertida, como el lavado de dinero que después emplea el narco. Una de esas operaciones, vinculada al tráfico de armas y que intentaba seguir su trayectoria a través de la frontera, terminó hace dos años en fracaso. Después de que EE UU perdiera el rastro a centenares de armas que formaban parte de la operación Rápido y Furioso, del Departamento de Justicia, una acabó siendo utilizada para disparar contra un agente fronterizo.
“Las autoridades de EE UU saben que con el dinero que están lavando las organizaciones están invirtiendo en servicios y recursos que mantienen sus operaciones”, dice Payan. “Pero es parte del precio que deben pagar en esta labor”. El experto defiende que la DEA y el Departamento de Justicia no pueden “inventarse” pruebas contra los narcotraficantes y que siempre se aseguran de que, en el caso de detención de uno de sus miembros, el juez les dé la razón. “Siempre intentan garantizar que cuando dan un golpe contra estos grupos, sea lo suficientemente grande como para captar a centenares de sus miembros. Y que tendrán que volver a empezar. Son como la Hidra, siempre crece otra cabeza”.

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