Esta semana ha tomado posesión de su puesto Harmut Mehdorn,
expresidente de Deutsche Bahn y de la aerolínea Air Berlin y que acaba
de ser nombrado director de la Sociedad Alemana de Aeropuertos. Llega
con una misión muy concreta, poner fin al bochornoso acabado de las obras del nuevo aeropuerto de Berlín-Brandemburg, que llevará por nombre Willy Brandt y cuya inauguración ha sido aplazada ya en dos ocasiones por "graves problemas técnicos". La primera dificultad con la que se ha encontrado ha sido conseguir apagar las luces.
El anterior responsable, Rainer Schwarz, fue despedido
en enero debido a los graves fallos. El último de ellos, la vergonzosa
incapacidad para apagar las luces del aeropuerto, dotado de la última
tecnología en autogestión energética, ha sido confirmado a los medios
alemanes por el director técnico del proyecto, Horst Amman, con la
siguiente declaración: "lo cierto es que aún no hemos progresado lo
suficiente con el sistema de iluminación para poder controlarlo".

"Nuestro objetivo es una transparencia absoluta. Queremos no sólo
documentar el desastre, sino también la construcción", ha dicho a 'Bild
am Sonntag' Rainer Bomba, del Ministerio de Transporte.
La apertura del nuevo aeropuerto estuvo en un principio prevista para
2010, pero hubo de ser aplazada hasta junio y después hasta octubre de
2012. Hace unas semanas, sus responsables que no entrará en funcionamiento hasta 2014 debido a sus graves deficiencias técnicas.
La construcción, que arrancó en 2005, se ha convertido en una
pesadilla. Fallos de diseño, problemas de seguridad, errores técnicos...
y la lista va en aumento. El proyecto ya le ha costado al Gobierno 4.500 millones de euros, pese a los 2.800 previstos inicialmente.
Este nuevo aeropuerto está pensado para sustituir a los aeródromos
que operan actualmente, el de Berlín-Tegel, en el interior de la ciudad y
que asume actualmente la mayor parte del tráfico aéreo, y el de
Berlín-Schönefeld, a las afueras, y que es utilizado fundamentalmente
por compañías de bajo coste.
Lo curioso es que se está construyendo en contra de los deseos de los berlineses,
que según las encuestas preferirían dejar las cosas como están. El
último sondeo, a cargo de Insa Consulere, señala que el 60% de los
habitantes de Berlín desea seguir disponiendo de un aeropuerto más
cercano, cómodo, pequeño y barato como Tegel, que data de los tiempos de
la guerra fría pero que resulta enormemente práctico a los viajeros, en
contraposición al 24% que desea un gran aeropuerto internacional.
La resistencia a la nueva infraestructura se percibe especialmente en
los berlineses más jóvenes, en la franja de edad entre 18 y 39 años,
que querrían seguir volando desde Tegel en una tasa del 67%. Para su
tranquilidad, una de las primeras declaraciones de Hartmut Mehdorn en su
nuevo puesto ha sido que "la decisión sobre el cierre de Tegel todavía no ha sido tomada".
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