
Mibu es Hiroyoshi Hishida y Tomiko Hishida. Mibu es Tomiko e Hiroyoshi. Mibu es el culto a la excelencia,
una oda al virtuosismo más Japonés, una ópera gastronómica, una
experiencia fuera de serie, una auténtica oda, un Haiku a la perfección
desde una infatigable óptica Kaizen -la perfección no existe pero todo
es perfectible, principio rector e impulsor de las decenas de milagros
japoneses en los últimos siglos-, pero, ante todo y sobre todo, Mibu
es el mayor embajador del Japón tradicional, un obsesivo explorador de
la belleza, el más ferviente defensor a ultranza de los valores
ancestrales de una cultura que fascina y fascinará a cualquier amante
del detalle y el buen gusto. Yo estuve allí.
El día en Mibu empieza a las 4.00 a.m en el mercado de Tsukiji
contemplando la mayor lonja del mundo. Desde tiempos remotos, el japonés
ha sido un pueblo ictiófago. Las cifras hablan por sí mismas: 3.000
toneladas de mercancía al día y 450 tipos de productos marinos, algunos
reconocibles, como el famoso atún rojo, el pulpo o las anguilas, y
otros irreconocibles para un occidental. A esa misma hora es cuando
Hiroyoshi Hishida se levanta y empieza sus dos horas de diaria
meditación y donde a través de esta milenaria técnica consigue
identificar combinaciones imposibles en forma de recetas de cocina
tradicional Kaiseki, originaria de Kyoto.
Llego con mi amable traductora lingüística e imprescindible intérprete cultural y organoléptica, al minúsculo restaurante de los Hishida, sito en el elegante y comercial barrio de Ginza,
en una calle angosta y estrecha y cuyo exterior no deja entrever las
sorpresas que nos aguardan. Me recibe Tomiko. Me hace quitar los zapatos
y rápidamente noto un fuerte olor a incienso y las notas de un cantante
de ópera que amenizará toda la velada. El almuerzo será compartido con siete damas de la alta aristocracia tokyota
y, a su vez, socias del exclusivo Club Mibu. El único lenguaje que nos
une es el de la mejor gastronomía y el amor por el Japón tradicional.

El menú de Mibu es consecuencia de valores profundos como el apego
por los espacios vacíos, fruto de la depuración de todo lo superfluo."La
gran diferencia entre un europeo e Ishida es que el primero puede
cocinar con las manos, con los sentidos, con el cerebro e incluso con el
cariño, pero nunca con el alma como lo hace él", Ferran Adrià dixit.
La experiencia de Mibu es fiel reflejo de las edades de Japón,
de la dicotomía entre modernidad y tradición, entre el futurismo de
Tokyo y la tradición de la sede imperial Nara, donde los ciervos aún
vagan en libertad. Esa diatriba preocupa profundamente a Hiroyoshi que
no tiene descendencia directa y teme que se pierdan esos valores únicos
de la cultura y gastronomía tradicional japonesa. Aunque a mi humilde
juicio, el legado de Hiroyoshi está a salvo, ya que es
universal y sus herederos son todos los grandes chefs vanguardistas que
ha inspirado y emocionado: entre ellos, muchos de los grandes
cocineros de España, que han hecho de nuestro país, la primera potencia
gastronómica a nivel mundial.
Al día siguiente del milagro Mibu, los Ishida me invitan a meditar (la meditación, punto culminante de la sabiduría oriental, es ver tu vida en posición de testigo)
a su templo ZEN de Tokoji, en el barrio de Toshima-ku, en Sugamo.
Posteriormente estuvimos dialogando sobre la cultura tradicional de
Japón y sobre su inagotable y maravillosa relación con la gastronomía
¿Por qué Mibu es tan valioso? ¿Qué le hace único? Ha sabido conservar su característica más preciada: la escasez. Son precisamente la escasez y la tradición los atributos que mejor explican la esencia y el alma de Mibu.
¿Y además de Mibu? Otras experiencias gastronómicas en Tokio son
comer tempura en Kondo, fugu en Yamamoto, comida Shojin en Daigo; y, en
cuanto a shushi y por este orden: Mizutani, Saito, Jiro o Harutaka; para
ser víctimas de la comida tradicional no hay que olvidarse de Kanda,
Seisoka, Toyoda, Suetomi o Tetsuan. Y en Kyoto, Kikunoi y Kitcho que son
maravillosos, sin dejar a un lado también Nakahigashi, Kinsuitei,
Hyotei o Chihana. Ninguno de ellos es Mibu, pero todos son Japón.

Me despido citando a Hesse: "La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede admirarla".
Y al Dr.Lair Ribeiro: "La vida no se mide por el número de veces que
respiras, sino por los momentos en los que pierdes el aliento."
MIBU. Edotsune Bldg., 2F. 3-2-12, Ginza, Tokio.
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