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Los crecientes escándalos de corrupción que salpican la política catalana, el espionaje intra e interpartidario, y la inminente nueva tanda de recortes sociales del gobierno Mas señalan sin equívoco posible que la inestabilidad política y social será la nota dominante a medida que avanza el proceso de “transición nacional” catalán entrecruzado en permanencia con una crisis económica que va para largo.
CiU tiene que
gestionar una situación en la que el poder financiero catalán asiste
alarmado a la dinámica de inestabilidad institucional abierta y empuja
para dar marcha atrás, mientras que su base social ha basculado hacia la
opción independentista, en ausencia de otras alternativas creíbles. De
su capacidad de resolver esta tensión dependerá en gran medida su futuro
político en un escenario demasiado turbulento para una formación
conservadora y de orden.
La debilidad del gobierno de Mas, fruto
de un inestable pacto entre CiU y ERC, ofrece a las fuerzas políticas y
sociales opuestas a las políticas de austeridad una oportunidad mayor
para incidir en dicho proceso de “transición nacional” que la
inicialmente prevista, aunque la correlación de fuerzas y el punto de
partida siga siendo muy desfavorable.
En este escenario volátil el doble desafío es, primero,
garantizar que el ejercicio del derecho a decidir vaya hasta al final y
que la consulta independentista se celebre, manteniendo la presión
social para que CiU no se eche atrás y para neutralizar las maniobras
represivas del gobierno de Rajoy con la complicidad del PSOE. Y,
segundo, evitar que CiU y ERC la capitalicen en beneficio propio. Para
ello, junto con el necesario impulso de las luchas contra los recortes,
el conjunto de los movimientos sociales y populares y de la izquierda
política y social catalana no deben dejar la iniciativa en manos de Mas y
Junqueras, intentando articular un amplio polo social y ciudadano
favorable al ejercicio del derecho a decidir y opuesto a las políticas
de austeridad.
Quienes defendemos el derecho a la
autodeterminación sin hacer del independentismo ningún a priori, y
consideramos que la opción concreta a defender debe determinarse en
función de lo que sea más favorable a los intereses de la mayoría,
tenemos que señalar que el “sí” a la “independencia” en un futuro
referéndum aparece ahora como la opción de mayor contenido democrático y
de mayor potencial de ruptura. Ello debe hacerse desde una firme
convicción internacionalista y solidaria y de defensa de un horizonte de
libre federación de los pueblos de Europa, frente a un encierro-refugio
en los Estados nacionales. Así como también desde la defensa de una
idea de nación y de cultura donde se combine la firme defensa de la
lengua catalana con la de una Catalunya cada vez más plurilingüística y
pluriétnica, y una visión de la cultura catalana que no se reduzca a las
tradiciones autóctonas populares.
La cuestión política
estratégica principal es aprovechar el potencial democrático que abre el
debate sobre la independencia para, no sólo generar una ruptura
democrática con el actual marco institucional, sino para desbordar el
marco decisorio fijado por CiU y ERC y ampliar el “derecho a decidir” a
otras esferas de la sociedad. Frente a la independencia como receta
mágica el debate a plantear es qué Catalunya queremos, qué modelo de
país y de sociedad. Catalunya no es una entidad homogénea sino una
sociedad atravesada por contradicciones sociales. No vamos todos en el
mismo barco o, si es así, algunos van en primera y están en la cabina de
mando y otros viajan hacinados en las bodegas. ¿Por qué el pueblo
catalán puede decidir sobre la independencia y no sobre los recortes?
¿Cuál es la razón de que las mujeres catalanas puedan decidir qué
relación pueden mantener con España y no puedan hacerlo sobre sus
propios cuerpos? ¿Soberanía? Pues empecemos por defender la soberanía
alimentaria frente al agrobusiness. ¿Control de nuestro destino? Bien, ¿por qué no empezamos a hacerlo en el puesto de trabajo?
¿Cuál
es el sentido de reivindicar la “independencia” respecto al Estado
español y acatar sin peros la política de la UE? La aceptación de las
imposiciones de la UE por parte del gobierno de Mas vacían el derecho a
decidir. Una independencia tutelada por la Troika y Merkel sería una
soberanía sin contenido. Un contrasentido en los términos. La soberanía
real implica una ruptura con las políticas de austeridad y la sumisión
neocolonial a la Troika. Por ello la consulta sobre la independencia no
puede asociarse a la aceptación de la política de una UE que, más que
dar libertad a los pueblos, se la quita en favor de los intereses de la
minoría financiera.
Partiendo del discurso oficial sobre la
“transición nacional” hay que ir desgajando una propuesta alternativa
que muestre las contradicciones y límites del primero para aprovechar el
empuje democrático de la pulsión independentista y evitar que sea
utilizada en contra de las luchas sociales anti-austeridad y de los
procesos de deslegitimación del poder abiertos tras la rebelión
indignada.
El debate sobre la independencia y un Estado propio
debe servir para poner encima de la mesa la necesidad de un proceso
constituyente para Catalunya en el que habrá que definir cuál es el
nuevo marco institucional y el modelo de sociedad. Esta es la cuestión
central. Hay ahí una serie de batallas estratégicas a preparar para
fijar las nuevas reglas del juego. ¿Qué sistema electoral? Qué modelo de
relaciones laborales? Qué derechos de ciudadanía para las personas
inmigrantes? ¿Qué política de defensa? ¿Qué…?
Al mismo
tiempo la dinámica independentista en Catalunya debe vincularse con la
necesidad de romper a escala estatal el maltrecho Régimen nacido en la
Transición para evitar que sean las derechas respectivas las que
capitalicen la situación actual. Ello implica un esfuerzo de explicación
política del proceso en marcha por parte de las fuerzas soberanistas y
democráticas catalanas fuera de Catalunya y, sobretodo, la comprensión
estratégica por parte de las fuerzas indignadas y anti-austeridad
españolas de que la resolución democrática de la cuestión nacional es un
elemento fundamental para romper el agrietado edificio forjado en el
falso “consenso” de la Transición.
Se trata de conseguir que el
pueblo catalán pueda decidir su futuro libremente y que un acto de
soberanía desde Catalunya, lejos de contribuir a legitimar fuera de ésta
a un modelo político e institucional cada vez más desacreditado, sirva
como elemento decisivo para desencadenar una profunda crisis de Régimen
en todo el Estado y dar paso a una dinámica de procesos constituyentes
nacionales propios, independientes, pero coordinados y retroalimentados
en su búsqueda común de un nuevo orden democrático, justo y solidario.
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