
Un tío de Suárez del Otero, Pedro Velluti, XV marqués de Falces —que
había heredado el arma supuestamente cidiana de su antepasado el marqués
de Peralta— desheredó a su familia de sangre y legó sus bienes a un
cuidador, antiguo pescador, Salustiano Fernández. En compañía de su
esposa, Jacinta Ménez, Fernández le asistió en los últimos años de su
vida. Dos de las hijas de los cuidadores, Olga y Mercedes, demandaron a
Suárez del Otero por la venta de la espada, por ellas desconocida, y
ahora la juez reconoce que "la mitad indivisa del acero" en lenguaje
jurídico, les pertenece.
Olga Fernández, una de las hermanas demandantes, mostró ayer desde su
residencia en Alcalá de Henares, "emoción por la sentencia", pero
asegura desconocer aún el detalle que especifique todos sus extremos.
Luis Hijas, abogado de las demandantes, interpreta la sentencia — que
afirma no conocer en todos sus extremos— como una indicación clara que
le permite reclamar el valor de la mitad de la venta de la espada,
estimada en 750.000 euros, "ya que no puedo pedir la Tizona, puesto que
fue adquirida de buena fue por un grupo comprador”.
Javier Ruiz, abogado defensor de Suárez del Otero, niega que la
sentencia implique resarcimiento pecuniario alguno por parte de su
defendido. El fallo es considerado de tipo "meramente declarativo y no
pecuniariamente punitivo”, por el abogado. Las partes disponen de 20
días a partir del 28 de diciembre para recurrirlo ante la Audiencia
Provincial de Madrid. Su texto da la razón a los herederos notariales
del XV marqués Pedro Velluti, en cuanto a la indivisibilidad de la parte
que les corresponde del mandoble, si bien sobre su reclamación de la
mitad del dinero embolsado por la operación de venta, calculada en
1.500.000 euros, el texto del fallo no establece nada sustantivo.
La Tizona fue depositada en julio de 1944 en el Museo del Ejército de
Madrid, donde permaneció expuesta al público hasta que en 2007, ante el
desplazamiento del museo a Toledo, José Ramón Suárez del Otero la
vendió por 1,5 millones de euros a un colectivo compuesto
mayoritariamente por empresarios burgaleses. Este grupo la donó a la
Junta de Castilla y León.
Tras la venta y ulterior donación, la histórica espada fue depositada
en el Museo de Burgos, en un acto presidido por el entonces alcalde, el
ex ministro Juan Carlos Aparicio. Fue en medio de aquellos trámites
cuando las herederas notariales de Pedro Velluti conocieron la venta de
la Tizona y barruntaron la posibilidad de que fuera parte su herencia,
como así ha reconocido la juez.
La venta de la histórica espada había estado signada por la polémica,
ya que en 2006, el Ministerio de Cultura, a quien Suárez del Otero
ofreció el mandoble medieval, rechazó adquirirla por dudar de la
autenticidad del arma. Se trata de un tipo de espada alto-medieval,
denominado Tizona, procedente de fraguas sevillanas, de 93 centímetros
de longitud por 4,5 centímetros de anchura, con la empuñadura, de estilo
renacentista, modificada en el siglo XVI.
El acero, que cuenta con una acanaladura en el interior de su filo
para acelerar la muerte de los estoqueados mediante la introducción de
aire desde la herida, formaba parte del ajuar de Rodrigo Díaz de Vivar
(Vivar, 1043-Valencia, 1099), cuyas hijas emparentaron con los condes de
Cataluña, condado que pasaría a adscribirse a la Corona de Aragón.
Fernando de Aragón, esposo de Isabel I de Castilla, legó la espada al
marqués de Peralta, II marqués de Falces, antecesor de Pedro Velluti.
Peralta había jugado en el arranque del siglo XVI un papel decisivo en
la integración del reino de Navarra a la Corona unificada por los Reyes
Católicos. Por ello fue gratificado con el singular acero, investido de
un alto significado simbólico en Castilla, patria de El Cid.
Algunos estudiosos subrayan que este apelativo podría derivar del término Sayyed
que, en el mundo islámico, con el que Rodrigo tuvo estrecha relación,
como adversario y también como aliado, alude al linaje del Profeta.
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