Silvio Berlusconi
quiere que Kaká, el jugador brasileño del Real Madrid, regrese al
Milan, donde jugó hasta 2009. ¿Para reforzar el ataque del equipo
rojinegro? No exactamente. Según los sondeos que maneja el político y
magnate, el fichaje mejoraría en dos puntos las expectativas electorales
de su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL). La operación no parece
muy factible —entre otras cosas porque la situación financiera de sus
empresas no está muy boyante—, pero el anterior primer ministro está
dispuesto a cualquier cosa para achicar distancias con el
centroizquierda, favorito en los sondeos de cara a las elecciones del 24
y 25 de febrero. De hecho, si Berlusconi ha optado por dejar en la
estacada electoral a alguno de sus más viejos colaboradores relacionados
judicialmente con la Mafia —“Los Impresentables”, en el argot
periodístico—, no ha sido por un golpe súbito de decencia política, sino
porque los sondeos le indican que así puede ganar (o no perder) un
millón de votos.
A un mes justo de las elecciones, el panorama político italiano se
presenta, una vez más, como una maraña difícil de desenredar. Todos los
sondeos dan ganador al Partido Democrático de Pier Luigi Bersani, con
una horquilla que va del 30% al 33% de los votos, al que hay que sumar
los entre cuatro y cinco puntos que obtendrían sus aliados en la
coalición de centroizquierda. En segundo lugar se halla la coalición de
centroderecha, compuesta por el partido de Berlusconi (entre el 17% y el
19%), la Liga Norte (alrededor del 5%) y otras formaciones menores. El
tercer puesto se lo disputan, con alrededor del 15%, la coalición de
partidos de centro que propugnan un segundo mandato de Mario Monti y el
Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo.
Pero un mes de campaña en Italia es una eternidad y tampoco hay que
perder de vista que, según el último sondeo de la cadena SkyTG24, el 37%
de los votantes aún no han decidido qué hacer.
En cualquier caso, si los sondeos tuvieran razón, el candidato del
centroizquierda no tendría más remedio que apoyarse en una segunda
opción —sobre todo en el Senado— para poder gobernar. Descartados
Berlusconi y Beppe Grillo, Pier Luigi Bersani estaría abocado a pactar
con Mario Monti, quien —no está de más recordarlo— ha inventado una
habilidosa forma para permanecer en primera línea de la política
italiana: apadrinar a una coalición de partidos que lo apoyan pero sin
aparecer en las papeletas para no perder su condición de senador
vitalicio. Monti ha demostrado así que nadar y guardar la ropa es
posible, y mientras en Davos representa el papel de político moderado
que tantos beneplácitos mundiales le ha reportado en los últimos 13
meses, al regresar a Italia se convierte en un político de verbo
afilado. Ni la izquierda ni la derecha se salvan de sus ataques, e
incluso cuando un editorialista de Financial Times cuestionó el pasado
lunes que él fuese el hombre adecuado para seguir dirigiendo los
destinos de Italia, hizo valer su poder y logró que el diario
puntualizara sus comentarios.
Así las cosas, el espectáculo de la política se representa en todo su
esplendor, y tal vez la cuestión más difícil de entender fuera de
Italia —y a veces también dentro— es cómo Silvio Berlusconi, a sus 76
años y después de dos décadas ensuciando la vida política italiana,
puede tener posibilidades aún de obtener un buen resultado electoral y
condicionar el futuro del país. Su capacidad para hacer girar el debate
en torno a él es asombrosa, y aunque Bersani y Monti traten de ignorarlo
o descalificarlo, el viejo político siempre tiene preparado un titular
para enhebrar una nueva polémica. Tras deshacerse —en el último minuto,
para no darles tiempo a reaccionar— de sus amigos relacionados con la
Mafia, echó la culpa de su decisión —“me ha dolido como cortarme una
mano”— a los jueces que, según repite, utilizan la toga como un arma
política contra él. Berlusconi pretende hacer calar en los italianos la
idea de que si votan a Bersani o a Monti se verán obligados a más
recortes y a más impuestos, mientras que con él volvería a correr el
dinero. “Soy un empresario de éxito y, al contrario que el profesor
[Mario Monti], sé de lo que hablo”, insiste.
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