Los organismos vivos, en la Tierra, apenas encuentran espacios o
condiciones imposibles. Están en entornos extremos, ya sean fumarolas
submarinas profundas, hielos polares o ambientes químicos tóxicos, en
tierra y en mar. Y ahora también en el aire, a mucha altura. Unos
científicos han encontrado grandes cantidades de bacterias y de hongos
en la atmósfera, entre 8 y 15 kilómetros de altura, donde constituyen
hasta el 20% de lo que se creía hasta ahora que serían sencillamente
granitos de polvo y de sal. Las muestras se tomaron en la media y alta
troposfera, sobre el Caribe y parte del Atlántico, con un avión de
reconocimiento durante los sobrevuelos de dos huracanes.
También hay hongos allá arriba y los científicos parten de la base de
que el origen de los organismos está en la superficie y se han elevado
arrastrados por los vientos. Lo que no saben aún es si se adaptan a
vivir en el medio aéreo alimentándose de compuestos de carbono. “No
esperábamos encontrar tantos microorganismos en la troposfera, que se
considera un entorno difícil para la vida”, dice Kostas Konstantinidis (Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta,
EE UU). De momento, los científicos han constatado que en todas las
muestras que han tomado hay tipos de bacterias que se sabe que viven de
determinados compuestos de carbono, “lo que indica que estos organismos
poseen características que les permiten sobrevivir en la troposfera”,
añade el investigador.
La presencia de esos microorganismos en el aire a esa altura puede
tener consecuencias notables sobre el clima y la meteorología, porque
pueden actuar como semillas en la formación de gotas de hielo y
agua, con el consiguiente impacto en el ciclo hidrológico, las nubes y
el clima. Además, el estudio del transporte de bacterias y hongos por el
aire es útil para perfilar los modelos geográficos de transmisión de
enfermedades, recalcan los expertos de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (EE UU), que da a conocer la investigación, liderada por Natasha de León-Rodríguez.
Mediante filtros especiales, un avión de la NASA
fue tomando muestras del aire antes, durante y después de los
huracanares Earl y Karl, en 2010, en su programa de investigación de las
masas de aire a gran altura durante las tormentas tropicales. Los
vuelos se realizaron sobre tierra y sobre mar, con nubes y sin nubes.
Luego, los científicos de Atlanta aplicaron en laboratorio técnicas
avanzadas de secuenciación genética para detectar la presencia de los
microorganismos y estimar su cantidad sin tener que recurrir a los
procedimientos convencionales y lentos de cultivo celular.
“Las comunidades microbianas troposféricas a gran altura y en las
masas de aire sobre regiones marinas y oceánicas apenas se conocen”
debido a la dificultad para obtener muestras significativas, escriben
los investigadores en Proceedings. “Poco se sabe de su
composición, distribución espacial y variabilidad temporal, así como de
su capacidad de adaptación al entorno”, continúan. Tampoco está claro si
pueden metabolizar los compuestos orgánicos presentes en la atmósfera.
De momento, lo que De León-Rodríguez y sus colegas han visto es que
la proporción de bacterias marinas es mayor en las masas de aire
originadas sobre el océano, mientras que predominan las terrestres en el
aire procedente del suelo. Los microorganismos deben ser originarios de
la superficie del planeta, y la cuestión es averiguar si, una vez en la
estratosfera, se adaptan a vivir allí. Lo que está claro es que los
huracanes tienen un gran impacto en la distribución y la dinámica de
estas poblaciones. Las bacterias de las muestras, de 17 grandes grupos
diferentes, son mucho más numerosas que los hongos.
Hasta ahora, se habían hecho estudios moleculares avanzados de
muestras tomadas en cumbres de montaña, en el aire próximo a la
superficie y en copos de nieve, recuerdan los investigadores. Pero el
alcance de este nuevo muestreo intenso con filtros de aire en un avión
en vuelo y evitando la contaminación de las capturas, así como los
análisis genéticos aplicados, son un gran paso adelante. En total, los
vuelos de la NASA proporcionaron muestras tomadas durante un vuelo en
las costas californianas, otro continental de allí a Florida y siete
vuelos en el entorno del golfo de México dedicados a los huracanes.
Las técnicas cuantitativas de amplificación del ADN (reacción en
cadena de la polimerasa, PCR) y los recuentos microscópicos han
permitido establecer que las células bacterianas viables representan
aproximadamente una quinta parte de todas las partículas de tamaño entre
0,25 y una micra presentes en las muestras troposféricas.
El siguiente paso de la investigación será comprobar si algunos tipos
de bacterias son más aptos que otros para sobrevivir en el aire a tanta
altura. Los científicos también quieren determinar si tienen funciones
metabólicas allá arriba. “Para estos organismos tal vez las condiciones
no sean tan duras”, dice Konstantinidis. “No me sorprendería que hubiera
vida y crecimiento biológico en las nubes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario