El recorrido del Canciller y Vicepresidente a cargo del Ejecutivo venezolano: de conductor del Metro de Caracas a la Asamblea Nacional, Cancillería y Miraflores. Sus desafíos ante la ausencia temporal del Comandante Chávez, quien se recupera en La Habana.
Nicolás Maduro fue, en
su juventud, dirigente estudiantil en educación media, y militante de
la Liga Socialista. Con el titulo de bachillerato en mano, ingresó a
manejar autobuses en el Sistema del Metro de Caracas, volcándose a la
actividad sindical con fuerza, a tal punto de llegar a dirigir el
sindicato al poco tiempo. Allí reside, quizás, uno de los puntos que
mayor encono le produce a la clase alta venezolana: Maduro es un
trabajador que, desde ese lugar en la sociedad, llegó a lugares de
poder. Esto es algo poco digerible para aquellos que, en la IV
República, vulneraban derechos laborales amparados en la dirigencia de
Acción Democrática y COPEI, los partidos del “status quo” venezolano,
que gobernaron los destinos del país hasta 1999.
La Asamblea Nacional y Cancillería
En paralelo con la fundación de SITRAMECA (Nuevo Sindicato del Metro de
Caracas), Maduro se convierte en uno de los miembros fundadores del
Movimiento Quinta República (MVR). Luego es elegido Diputado al
Congreso, y a la Asamblea Nacional Constituyente que tiene lugar en
Venezuela entre Agosto de 1999 y Enero del 2000. Dentro del parlamento
es integrante de la Comisión Permanente de Asuntos Sociales, que
adquiere especial relevancia en el debate sobre el salario mínimo y las
condiciones laborales en los primeros años de gobierno bolivariano. Del
mismo modo, a partir de 2001 preside la Comisión Permanente de
Desarrollo Social Integral y la Comisión Mixta que estudia las
Iniciativas Legislativas para el Fomento del Empleo. Desde Enero de 2006
se convierte en Presidente de la Asamblea Nacional, dejando luego el
cargo para pasar a dirigir el Ministerio del Poder Popular para
Relaciones Exteriores (MPPRE).
Desde la Cancillería, y por
exigencia del propio Chávez, Maduro ha impulsado instancias de
integración regional como la Alianza Bolivariana para los pueblos de
Nuestra América (ALBA), fundada en 2004, y la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR), nacida en 2008. Ambas cumplen papeles
diferenciados, pero sustanciales para América Latina: la primera tiene
una clara delimitación ideológica, antiimperialista y por un horizonte
emancipatorio (y socialista) para nuestros países, siendo liderada por
Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador; la segunda ha jugado un rol de
contención –defensivo- frente al avance de EEUU en nuestra región (por
ejemplo, ante el golpe de Estado en Honduras y Paraguay), contando
además con la importante presencia de Brasil y Argentina.
La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) también se produce con Maduro a cargo del MPPRE, a fines de
2011. Este organismo continental es el primero sin ningún tipo de
tutelaje por parte de EEUU y Canadá, representando a 33 países con una
población total de unos 550 millones de habitantes y con una extensión
territorial de unos 20 millones de kilómetros cuadrados.
Los desafíos de Maduro a cargo de la Vicepresidencia ejecutiva
Con Hugo Chávez recuperándose en Cuba de una nueva operación a la que
tuvo que ser sometido el 11 de Diciembre pasado, Maduro ha quedado a
cargo de la Vicepresidencia ejecutiva de la República Bolivariana de
Venezuela. Incluso el propio Chávez, antes de su viaje, advirtió que, de
quedar inhabilitado por alguna circunstancia, “ Nicolás
Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la Constitución
el periodo, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable absoluta ,
total, es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones
presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente".
Dicho esto, y más allá de las numerosas especulaciones que los medios
masivos de comunicación a nivel internacional vienen haciendo sobre la
“sucesión” en Venezuela, se le abren a Maduro algunos desafíos hasta la
vuelta de Chávez. El primero de ellos, mantener la unidad en las filas
de la Revolución Bolivariana, evitando disputas que sólo pueden dañar la
continuidad del proceso de cambios iniciado hace ya casi 14 años. Esto
ha sido advertido por el propio Chávez antes de su viaje, y debe ser
tomado con la seriedad que el caso amerita.
Por otra parte, y
también con una importancia de primer orden, se hace necesario
aprovechar el impulso de las últimas elecciones regionales (del pasado
16 de Diciembre, donde el PSUV obtuvo 20 de 23 Gobernaciones, y 22 de 23
Consejos Legislativos) para avanzar en la profundización de la
Revolución Bolivariana. El derrumbre de la MUD debe servir para
reimpulsar los Consejos Comunales, Consejos de Trabajadores, las
Misiones Sociales -en salud, educación, vivienda y trabajo-, y
todas aquellas instancias protagónicas para que la sociedad venezolana
termine de tomar en sus manos su propio destino. Maduro debe jerarquizar
–y por tanto fomentar- estas instancias de participación
popular, aprovechando la desmoralización reinante en la derecha
venezolana luego de los comicios de Octubre y Diciembre. El cumplimiento
de este objetivo es tan importante como la propia unidad de cara al
próximo año, en momentos donde los ojos del mundo entero se vuelven a
posar sobre Venezuela.
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