El Club Paradise, uno de los mayores macroburdeles de Europa,
ha sufrido tres ataques violentos desde que, hace más de dos años,
abrió sus puertas en el municipio fronterizo de La Jonquera, en Girona.
El último episodio, y también el más grave, ocurrió la tarde del
domingo: cinco encapuchados aparcaron un Opel Astra a las puertas del
local, anunciaron que contenía una bomba y se dieron a la fuga. No iban
de farol. Pasada la madrugada, artificieros de los Mossos d’Esquadra
desactivaron el artefacto, que contenía dos bombonas de butano y un kilo
de explosivos entre dinamita y TNT.
Los investigadores sospechan que este y los anteriores ataques están
relacionados con un ajuste de cuentas entre los amos de la prostitución
en una zona muy disputada, que cada fin de semana acoge la llegada de
cientos de clientes, la mayoría franceses. Los episodios de violencia
preocupan a los vecinos y a la policía, que teme la irrupción de grupos
organizados y armados en la pugna por el control del negocio del sexo.
“Estoy sorprendido y me hago muchas preguntas sobre lo ocurrido. Yo
hago mi trabajo y no me meto con nadie. Confío en que la policía aclare
lo ocurrido”, explicó a este diario José Moreno Gómez, mientras
aguardaba explicaciones a las puertas de la comisaría de los Mossos.
Moreno es propietario del Paradise, de otros prostíbulos y de una
compañía de seguridad que opera en la zona. El pasado marzo, el
empresario fue condenado a tres años de cárcel por dirigir una red que introducía ilegalmente a mujeres en España desde Brasil para ejercer la prostitución.

Según fuentes de la investigación, el sistema detonador eran cinco o
seis metros de “mecha lenta”, de forma que diera tiempo a abandonar el
lugar. El aviso de bomba movilizó a todos los cuerpos policiales y
obligó a desalojar a unas 300 personas que se encontraban en el
prostíbulo, además de en un bingo y un restaurante cercanos. Una docena
de camioneros que dormían en sus cabinas también fueron desalojados. Una
vez evacuada la zona, un robot de los Mossos examinó el vehículo y,
después, un agente de los Tedax retiró el explosivo, que estaba en el
asiento trasero del vehículo, junto a unas bolsas. El artefacto no llegó
a estallar.
Ballesta y los Mossos d’Esquadra sospechan que los autores del ataque
son los mismos que, hace dos semanas, se acercaron en motocicleta al
local cubiertos con cascos y pasamontañas. Los hombres arrojaron dos
granadas de fabricación casera contra el burdel. Una de ellas, oculta en
una mochila, fue arrojada al almacén. Estalló y causó daños en unos
lavabos. No son los únicos que hay conexión entre los dos sucesos.
“Están intentando sembrar el pánico”, opina el dueño del Paradise. Los
ataques al burdel vienen de lejos. En 2010, cuando el proyecto aún
estaba en obras, unos desconocidos llegaron al local encapuchados y
“prendieron fuego a la fachada” con gasolina, añade Gómez.
El empresario de la prostitución afirma que no sabe quién está detrás
de los ataques. Pero admite que la apertura de su local ha mermado los
ingresos de otros pequeños burdeles de la zona. “Dicen que el pez grande
se come al pequeño y sé que la competencia lo ha notado, porque mi
local es grande, hay muy bien ambiente y muchas chicas y somos los que
más trabajamos de la zona. Sé que es un sector donde hay mucha
competencia pero yo no le he hecho daño a nadie, las chicas van donde
hay trabajo”.
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