Armas en España es sinónimo de fiscalización, control, vigilancia,
prohibición y, para algunos, intervención. España tiene la legislación
más restrictiva de Europa para la compra y uso de armas y munición,
según coinciden fabricantes, armeros y deportistas. Cuando se adquiere
un arma, escopeta o rifle, el armero la envía a la Guardia Civil,
y es allí donde el interventor la entrega al comprador y emite la guía
de propiedad. Adquirir una caja de cartuchos del calibre 12, el más
común en la caza menor, que practican un millón de aficionados, exige
presentar el DNI y la licencia de armas. El armero está obligado a
informar por escrito de la transacción a la poderosa y vigilante
Intervención. Todo queda registrado. Nada parece escapar al control de
la autoridad.
“Tenemos un negocio intervenido por la Guardia Civil. ¿Por qué cree
usted que se llama Intervención de Armas de la Guardia Civil? En
Francia, Reino Unido, Italia o Portugal, uno compra un arma en una
tienda, enseña su licencia y se la lleva a casa. Aquí no. Venimos de una
Administración decimonónica”, se lamenta Agustín Alberdi, propietario
de una armería de Barcelona con 107 años de historia y expresidente de
la Asociación Europea de Armeros. Ángel Rivera, capitán de la Guardia
Civil y responsable de la Intervención de Armas de la Comandancia de
Madrid, afirma que el sistema español es la “envidia” de muchos países
que acuden a “estudiar” nuestro modelo jurídico y práctico. “Veníamos de
una dictadura en la que se controlaban las armas y durante la
democracia hemos sufrido décadas de azote terrorista. Es una cuestión
cultural a la que nos hemos acostumbrado”, explica.
¿Dónde está su arma? Cada cinco años, los propietarios de escopetas y
rifles tienen que pasar la revista de armas en la Intervención de la
Guardia Civil. Cada tres lo hacen los dueños de armas cortas, una exigua
minoria. “Hacemos un rastreo constante de las armas. Queremos saber
dónde están”, reconoce el oficial de la Guardia Civil. Una fiscalización
y examen de los 3,8 millones de escopetas, rifles y pistolas censados
en el país. España ocupa el puesto 25º de la lista mundial que encabeza
EE UU.
El armero entrega el arma a la Guardia Civil y esta, al comprador. La licencia se puede perder por multas de tráfico
En la Intervención de la Guardia Civil se comprueba si el arma ha
sufrido alguna modificación, si se guarda en el armero de seguridad que
obliga la ley —los acorazados pesan 300 kilos, pueden costar hasta 6.000
euros y están anclados al suelo o la pared— o si el propietario tiene
antecedentes penales que impiden la renovación de su licencia. “Aquí no
hay barra libre. Te retiran la licencia por multas de exceso de
velocidad, alcoholemia o cualquier supuesto delito que genere
antecedentes policiales”, advierte Javier Agundo, de 37 años,
vicepresidente de la Asociación Nacional del Arma de España. Solo en
Galicia se han revocado 450 licencias por multas de tráfico.
En España no hay una cultura de autodefensa como en EE UU, donde la
segunda enmienda de la Constitución de 1791 señala que cada ciudadano
tiene derecho a poseer armas para su defensa y la de la propia carta
constitucional. Menos de un 0,3% de la población puede portar en España
un arma corta, incluyendo a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del
Estado, que cuando se retiran están obligados a devolverlas. Las
licencias de arma corta para autodefensa se conceden con cuentagotas y
hay que demostrar una amenaza real. Las treguas de ETA han provocado que
se anulen varios centenares, según señala una fuente del Ministerio del
Interior. “No habrá más de 2.500 en un país de 47 millones de
habitantes, cada vez son más restrictivas”, asegura Luis Pérez de León,
de 58 años, editor de la Revista Armas Internacional,
un especialista que asegura vivir por y para las armas. “Las armas
peligrosas no son las legales, sino las ilegales, las que manejan los
traficantes, delincuentes o terroristas. Aquí la restricción es total y
además tenemos otra cultura. Casos como el de Newtown
serían impensables”. “El arma como autodefensa es muy residual en
España. No tenemos cultura de arma en la mesilla”, afirma Rafael
Fernández, responsable de Armas.es.
El control sobre el arma corta es tan estricto que solo pueden
adquirirse 100 balas al año y en depósito no puede acumularse más de
150. El reglamento permite comprar para los rifles 1.000 cartuchos al
año y no tener en depósito más de 200. “Hay poquísimas licencias de arma
para defensa. En Madrid, varios cientos”, ratifica Rivera, el oficial
interventor de la Guardia Civil. En contraposición, en algunos Estados
de EE UU los ciudadanos pueden llevar la pistola o el revólver colgado
del cinto, siempre a la vista, y en Alemania cada cazador tiene derecho a
dos armas cortas de calibre no inferior al 38 especial para protegerse
del ataque de algunas especies. El país más permisivo de Europa es
Suiza. Al terminar el servicio militar, el ciudadano se lleva a su casa
el arma y la munición. “Es otra cultura. Cuando los suizos construían
una ciudad, lo primero que levantaban era la iglesia y el campo de
tiro”, explica Pérez de León.
El boyante sector español del arma corta se ha esfumado. Las empresas
Astra, en Gernika (Bizkaia); Llama Gabilondo, en Vitoria, y Star, en
Eibar (Gipuzkoa), han cerrado pese al esfuerzo de sus trabajadores.
Fabrinor, una sociedad anónima laboral (SAL) constituida por 60 antiguos
trabajadores de Llama, tampoco logró sobrevivir. Marta Gómez, gerente
de la Asociación de Armeros que
agrupa a 40 empresas, explica su desaparición en la inexistencia de un
mercado civil, la falta de apoyo institucional y la caída de las
exportaciones. Solo subsisten pequeños talleres de escopetas finas de
caza en el País Vasco y Cataluña. Compañías dirigidas por artesanos
tradicionales como Aya (Aguirre y Aranzábal), Arrieta, Kemen, Garbi o
SPS. “Fabricamos 250 escopetas que van de 21.000 a 35.000 euros”,
explica Iker Merino, director de Arrieta en Elgoibar. Aya terminará el
año con 300 unidades. “Exportamos el 95% a EE UU y Reino Unido”, apunta
una responsable de esta empresa.
“Tenemos la ley más restrictiva de Europa. Un cazador no puede tener
más de seis escopetas aunque pueda comprar más, los exámenes para
obtener las licencias son únicos en la UE, hay que pasar la revista de
las armas. El control es total. Estamos a la cabeza en restricciones y
eso no deja desarrollar el comercio”, se queja Gómez. Japón supera a
España y se cataloga como el país más estricto del planeta.
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