Agencia Prensa Rural
Con este artículo María Tila Uribe nos refresca la memoria de cómo y porqué se produjo la masacre de las bananeras hace 84 años, a manos del Ejército y de la United Fruit Company (hoy Chiquita Brands). |
Con cerca de 7
millones de habitantes en esa época, nuestro país tenía cierto carácter
de selva virgen, pululaban las haciendas tradicionales de costumbres
casi feudales, era país de minas de oro, platino, carbón, sal,
esmeraldas, inmensas plantaciones de café, banano, también tabaco y
formas de esclavitud en las zonas caucheras del Amazonas.
25 años
habían pasado del “rapto de Panamá” –así lo llamaban- y con la primera
cuota de 5 millones, de 25 que pagaron a plazos por ese territorio los
EE.UU., más el alza del precio del café, mas la Deuda Externa contraída
entonces y la violenta irrupción de capitales extranjeros, los años 20
se convirtieron en la década de la aceleración de la industria y de la
iniciación de la infraestructura económica y física necesaria para el
desarrollo del incipiente capitalismo colombiano.
Así llegó la
modernización a nuestro país, entonces se conocieron las máquinas nuevas
para la producción fabril que aceleraban la industria y el trabajo
manual de los artesanos, las trilladoras de café, las máquinas de coser
de pedal que usaron las abuelas, los molinos y por supuesto todo lo
eléctrico, a más de la mecánica automotriz, pues los carros reemplazaban
a los románticos coches tirados por caballos.
Fue un decenio
clave y sobresaliente en el siglo XX, no solo por la transformación que
la tecnología de entonces obró en la vida de las gentes sino por lo que
significaron los 2 más grandes fenómenos sociales de los primeros 50
años de ese siglo: el nacimiento de una clase obrera y la incorporación
de las mujeres al mercado laboral. Lo primero se dio por el cambio de
vida de millares de campesinos que dejaron de estar atados a las
haciendas como aparceros o arrendatarios y comenzaron a incorporarse
masivamente a las concentraciones obreras mediante un nuevo sistema de
pago: el salario. Legiones de trabajadores se incorporaban a deferentes
frentes de trabajo: 20 mil en ferrocarriles, más de 600 mil hombres y
mujeres hacían posible la exportación de café, otros millares en la
construcción de canales, cables aéreos, carreteras, adecuación de
puertos, en fin……. Por su parte a las mujeres, que en ese tiempo solo
podían trabajar como maestras, enfermeras o tegrafistas, las necesitaban
ahora en los talleres de confección, las textileras antioqueñas, las
fabricas de fósforos, cerveza, tabaco y otras recién abiertas. Además,
comenzaban a conformarse ejércitos de secretarias para las oficinas.
Para
esa desproporcionada movilización el gobierno expidió la ley de
circulación, lo que permitió que masas enteras llegaran a trabajar como
obreros en los enclaves norteamericanos: la tropical Oil. Co, en
Barrancabermeja, explotaba el petróleo; la Frontino Goil Mines y la
Choco Pacifico, oro y platino y la famosa United Fruit Company,
protagonista de la masacre de los trabajadores al final del decenio, en
la Zona bananera de Santa Marta.
La consecuencia natural de
aquellas concentraciones obreras fue la organización y el descubrimiento
del poder de la huelga. Las abismales diferencias sociales de riqueza y
pobreza y la barbarie de un régimen hegemónico con 42 años en el poder,
que utilizó el destierro, la muerte y la tortura para sus adversarios,
cohesionó los distintos sectores sociales y a mitad de la década se
fundaba la primera Confederación Obrera Nacional y el Partido Socialista
Revolucionario, ambas instancias como resultado de un proceso de
organización y de experiencias de años.
Sus lideres nacionales,
entre ellos Tomas Uribe Márquez, Raúl Eduardo Mahecha y María Cano
sintieron y enfrentaron su lucha en el fragor de las grandes huelgas, la
ultima de las cuales fue la de la Zona Bananera, dirigida por los mas
representativos Sixto Ospino, Adán Ortiz Salas, Aurelio Rodríguez, José
G. Russo, Erasmo Coronel, igualmente por mujeres como Josefa Blanco,
secretaria del sindicato de Orihueca, quien bajo su responsabilidad tuvo
a 100 obreros, con ellos vigilaba que no hubiera corte de racimos de
bananos y emboscó y redujo pequeños grupos de uniformados que luego
llevaba al comité de huelga para hacerlos reflexionar si era el caso, o
sacarles información o juzgarlos. Otra mujer olvidada fue Petrona Yance,
la más destacada de entre 800 mujeres que participaron en la Huelga.
El
Presidente Abadía Méndez y su ministro de guerra nombraron como
comandante general a Carlos Cortes Vargas con exceso de atribuciones. El
fijó el 5 de diciembre como la fecha para negociar el pliego de
peticiones que contenía 9 puntos.
Los 25 mil huelguistas tenían a
su favor la simpatía de la población y del propio Alcalde, de los
indígenas de la Sierra Nevada, de los comerciantes y algunos ganaderos
que les enviaban reses para su manutención. Y algo inusitado, por lo
contrario a las ideas generalizadas, fue el hecho que muchos
trabajadores norteamericanos se solidarizaron con ellos. Se sabe,
también, que hubo deserciones individuales y de grupo en el primer
tiempo de la huelga, reclutas que se negaron a disparar y otros que
entregaron sus armas a los obreros.
Se estimaron en 5000 los
trabajadores que estaban en la plaza cuando fueron rodeados por los 300
hombres armados. Contaban los sobrevivientes que después de un toque de
corneta el propio Cortes Vargas dio la orden de fuego por 3 veces, sin
embargo, nunca se supo cuantos muertos hubo: las narraciones populares
orales y escritas difieren: de 800 a 3 mil, y agregan que los botaron al
mar. Las oficiales admitieron de 15 a 20.
Aquel fue el “bautizo
de fuego” de la clase trabajadora colombiana. Vinieron los Consejos de
Guerra, posteriores asesinatos selectivos de otros líderes y cárceles
para los dirigentes nacionales y locales.
En defensa de los
condenados salió el joven Abogado Jorge Eliécer Gaitán, quien dejó para
la historia colombiana una página inolvidable que terminó con éxito pues
absolvieron a todas las personas acusadas.
La década de los 20 ha sido llamada con razón, la época de oro revolucionaria de Colombia.
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