No son exactamente iconos arquitectónicos lo que le falta a Londres,
pero la ciudad se ha echado a llorar por la posibilidad de perder uno de
los más impersonales: el anodino edificio de oficinas que desde 1967
aloja la sede de la Policía Metropolitana, más conocida como Scotland
Yard. El actual comisario jefe, Bernard Hogan-Howe, ha anunciado por
sorpresa que están estudiando la venta del edificio como parte del
draconiano plan de recorte de gastos que les impone el Gobierno
británico, empeñado en reducir como sea el gasto público. “Están
vendiendo la joya de la corona”, se ha lamentado un sindicato policial.
Sin embargo, Scotland Yard se trasladará al barrio en el que estuvo casi
siempre, Victoria Embankment, a orillas del Támesis.
Aunque la decisión de marcharse de esa enorme mole de los años
sesenta no está tomada y no se sabe si los nuevos propietarios querrán
reformarla o tirarla, por lo que parecen llorar los más melancólicos no
es tanto por esa masa de vidrio y aluminio de Victoria Street como por
el famosísimo rótulo con la sobria leyenda “New Scotland Yard” que gira
sobre sí mismo 14.000 veces al día y situado junto a la entrada
principal, en una calle trasera, frente al número 8 de Broadway. ¿Y
acaso alguien duda de que ese mismo rótulo seguirá girando en la nueva
sede?
Los mandos policiales, acostumbrados a vivir con presupuestos
expansivos desde siempre, se ven ahora en la necesidad de ahorrar 500
millones de libras (620 millones de euros) antes de 2015, una cifra
importante para un cuerpo que gasta casi 4.500 millones de euros al año.
En la sede actual, trabajan unas 3.000 personas y en la futura no habrá espacio para más de 800 empleados
Las finanzas, sin embargo, no parecen el punto fuerte de la policía
londinense, que en 2008 pagó 155 millones de euros por el edificio —en
realidad, por lo que llaman free hold, la propiedad completa del
terreno— y ahora espera recaudar algo más de 185 millones. El problema,
según ha explicado Hogan-Howe, es que el mantenimiento es muy elevado,
unos 13,7 millones de euros al año, y ahora tenía que afrontar una
renovación estimada en unos 62 millones. En total, el cambio de sede
permitirá unos ahorros de ocho millones de euros, una cifra modestísima
para el nivel de vida de Scotland Yard.
Quizás la clave no esté en las finanzas, sino en el hecho de que en
la sede actual trabajan más de 3.000 personas y en la futura apenas
habrá espacio para entre 600 y 800 empleados. Teniendo en cuenta que la
poda de gastos va a ir acompañada de un significativo recorte de
efectivos y que el alcalde, que tiene la última palabra, prometió que
los agentes que patrullan las calles de Londres no bajarán de los
actuales 32.000, parece claro que el recorte de personal vendrá, en
buena parte, de la sede central.
El cuartel general no es la única propiedad en venta. La Policía
Metropolitana tiene un parque inmobiliario de unos 700 edificios,
incluyendo comisarías, bases de patrulla y garajes para sus vehículos.
Muchos están ya en venta y hay planes para cerrar docenas de comisarías.
Algunas reciben “dos visitas en los días buenos y una en los días
malos”, por lo que ahora quieren abrir pequeños despachos en lugares
concurridos, como son los supermercados. Una forma no solo de ahorrar
dinero, sino de hacerse más accesible al ciudadano.
Muchos londinenses ignoran que en la primera planta de la sede
central de Victoria Street hay uno de los museos más escabrosos y
secretos de la capital: el Museo del Crimen. Secretista porque no es de
acceso público: solo se puede visitar por invitación. Entre los
visitantes ilustres se cuentan desde algunos miembros de la familia real
a gente famosa como el escritor Arthur Conan Doyle (creador de Sherlock
Holmes y quizás el mayor propagandista de la policía londinense en toda
la historia), el mago Harry Houdini, los actores Stan Laurel y Oliver
Hardy o Gilbert & Sullivan, la pareja artística de la época
victoriana que formaban el libretista W. S. Gilbert y el compositor
Arthur Sullivan.
El museo es fruto de una ley aprobada en 1869 que autorizaba a la
policía a quedarse con ciertos utensilios confiscados a los prisioneros
para poder instruir con ellos a los agentes. A la colección, creada a
iniciativa de un inspector llamado Neame con la ayuda de un agente
llamado Randall, recibió la consideración oficial de museo en 1875, pero
nunca fue inaugurado formalmente.
Consta de dos salas. La primera contiene una colección de armas,
todas ellas etiquetadas con el nombre del delincuente que las utilizó,
sobre todo de casos famosos anteriores a 1900, como el de Jack el
Destripador o el de Charlie Peace (1832-1879), un ladrón y asesino con
apariencia de elegante violinista que inspiró varias novelas románticas.
En la sala se exhiben también las máscaras mortuorias de condenados a
morir ahorcados en la prisión de Newgate.
La segunda sala contiene vitrinas divididas por categorías como
asesinos famosos, envenenadores, asesinos de policías, realezas, robos
de bancos, espionaje, asedios y rehenes y secuestros.
La Policía Metropolitana fue creada en 1829 por el entonces ministro
del Interior, sir Robert Bob Peel, origen del mote de “bobbies” con el
que desde entonces se conoce a sus agentes. Su función era controlar los
suburbios de Londres, pero la City mantuvo, y sigue manteniendo, su
propia fuerza policial.
El origen del sobrenombre de Scotland Yard es algo más controvertido
que el de los bobbies. Tiene relación con el despacho en el que estaban
instaladas las dos personas que en 1839 recibieron el proyecto de
fusionar la Policía Metropolitana con otros cuerpos de la capital que en
principio se habían quedado fuera de su ámbito. El despacho estaba en
la parte trasera de la sede central, situada en Whitehall Place. La casa
en que estaban ellos daba a un jardín trasero y hay dos versiones sobre
cómo ese jardín llegó a bautizar como Scotland Yard al conjunto de la
policía.
Una versión sostiene que aquella casa había sido una residencia
propiedad del rey de Escocia antes de que se formara el Reino Unido y
que ese lugar era conocido como Escocia y de ahí pasó a llamarse
Scotland Yard, Jardín de Escocia. Y que a partir de entonces se empezó a
llamar así a la policía. Otra versión algo distinta sostiene que el
edificio de Whitehall Place daba a un jardín trasero que estaba en una
de las tres calles de la zona que incorporaban a su nombre las palabras
Scotland Yard, concretamente la que se llamaba Great Scotland Yard.
En 1890, la sede fue trasladada al cercano Victoria Embankment, a un
edificio diseñado por el arquitecto escocés Richard Norman Shaw y que
ahora forma parte de las oficinas del cercano Parlamento. Desde
entonces, la sede de la Policía Metropolitana pasó a llamarse New
Scotland Yard. Construido con ladrillo rojo, la fachada de la planta
baja del edificio fue levantada con bloques de granito transportados por
reclusos.
El cuartel general de Scotland Yard estuvo en ese edifico hasta que
en 1967 se trasladó al actual moderno edificio de oficinas en Victoria
Street. Si se cumplen los planes anunciados, la Policía Metropolitana de
Londres irá de nuevo a Victoria Embankment, a un edifico construido en
1937 por el arquitecto Curtis Green que hasta hace poco era la sede de
la Policía Territorial. Antes, en ese solar, ya había una comisaría de
policía. En el fondo, Scotland Yard vuelve a casa. Tampoco parece que
haya tantas razones para llorar. Lo más importante es que no se olviden
de trasladar el famoso rótulo giratorio.
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