.

.

sábado, 13 de octubre de 2012

Uruguay fue goleado en Mendoza y precisa oxígeno en La Paz.

Y la verdad es que demoraron mucho en llegar esos tres goles que le dieron los tres puntos a Argentina y mantienen a Uruguay con la calculadora en la mano, una vez más. La Celeste pasó por Mendoza con más pena que gloria y viaja esta tarde a Bolivia con la misión de conseguir en la altura, qué paradoja, un poco de oxígeno para mantenerse al menos "estable".
Esa apertura del marcador que inventó Lionel Messi, creando una pared por izquierda que fue a terminar al corazón del área y más rápido que la zaga uruguaya, para tocar cortito ante la salida de Muslera, llegó a los 20 minutos del segundo tiempo, cuando los merecimientos le sobraban. Y, si bien el pleito pintaba ya, a esa altura, para la albiceleste, Agüero terminó de liquidarlo faltando 16 minutos y Messi le puso la frutilla a la torta faltando nueve, con un tiro libre digno de encuadrar.
De hecho, los méritos argentinos para mantenerse en la cima sobraron desde el primer tiempo, en el que la albiceleste dominó terreno y pelota durante al menos 35 minutos.
La tuvo, la movió y Uruguay aguantó generalmente bien parado en el fondo (hubo excepciones en las que Agüero ganó a espaldas de los zagueros), pero con escaso poder de recuperación. Los volantes de contención se recostaron a la zaga y lo que le faltó a Argentina fue dar la estocada final. Al ritmo de Messi y con el vértigo impuesto por Ángel Di María, tuvo algunas situaciones propicias para anotar, pero todas terminaron con la pelota afuera o en las seguras manos de Fernando Muslera.
Argentina volcó durante todo el partido su juego ofensivo hacia la izquierda y por allí encontró la brecha para abrir el partido definitivamente. Faltó contención en mitad de cancha y, sin la pelota, es imposible salir a buscar resultados positivos.
Forlán tuvo escaso contacto con la pelota, Cavani se desgató muchísimo en la marca y Suárez quedó allá, solo en la ofensiva ante una defensa que, siendo poco exigida, demostró una llamativa falta de seguridad.
A Uruguay le costó hacerse de la pelota durante todo el partido. Es cierto que el control de balón ejercido por el rival nunca no llegó a asfixiarlo en el primer tiempo, pero recién sobre la media hora de juego se acomodó y disfrutó de un momento de cierto control de la pelota. Ahí llegó un remate de Cavani cruzado y afuera y una característica jugada de Suárez en base a potencia y habilidad que terminó también con la pelota afuera.
Del otro lado, Messi, ese hombre del que tanto se habló en la previa, fue el encargado de mostrar lo diferente, lo fuera de lo común, el cambio de ritmo preciso e imparable, el toque de distinción a la hora de buscar el gol propio o habilitar a sus compañeros.
Bajo su batuta, hasta los 30 minutos fue un monólogo argentino. Y después del primer gol, también. El equipo de Alejandro Sabella tuvo la pelota cuanto quiso, aunque en el primer tiempo al momento de dar el zarpazo sus delanteros cayeron en reiteradas posiciones adelantadas.
En el segundo tiempo, por cierto, la tónica fue la misma, con amplio control de pelota argentino, pero con la contundencia que le había faltado.
De poco sirve destacar la solidaridad de Cavani, jugando lejos de la zona en la que suele aparecer en los compactos del fútbol internacional fin de semana a fin de semana. Y que Fernando Muslera sea la figura del equipo por tercera vez consecutiva y otra vez en una goleada, marca a las claras el momento que vive el campeón de América.
La mano viene mal y hay que encontrar oxígeno en el techo del mundo.

No hay comentarios: