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jueves, 29 de marzo de 2012

Un señor partido en San Siro


Ninguna competición tiene el dramatismo de la Copa de Europa, sobre todo cuando se baten equipos como el Milan y el Barcelona, anoche especialmente intensos y honestos, poderosos cada uno en lo suyo, admirados por la hinchada del mítico San Siro. A veces, como ayer, no son necesarios los goles para que un partido sea solemne. Aprende el Milan, cada partido más serio, inteligente y competitivo, dispuesto a ser protagonista también de la Champions, y mantiene su buen tono futbolístico el Barcelona, al que como de costumbre le faltó acabar las jugadas para coronar su actuación. Llegada la primavera, las fuerzas se han igualado desde noviembre, como bien se apreció en una contienda muy exigente, de un gran desgaste y una tremenda tensión psicológica.

MILÁN, 0 - BARCELONA, 0

Milan: Abbiati; Bonera, Nesta (Mesbah, m. 74), Mexes, Antonini; Nocerini, Ambrosini, Seedorf; Boateng (Emanuelson, m. 67); Robinho (El Shaarawy, m. 51) e Ibrahimovic. No utilizados: Amelia, Aquilani, Maxi López y Yepes.

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Puyol; Xavi, Busquets, Keita; Messi, Alexis (Pedro, m. 76) e Iniesta (Tello, m. 65). No utilizados: Pinto, Montoya, Muniesa, Cesc y Thiago.

Árbitro: Jonas Eriksson. Amonestó a Seedorf , Ambrosini y Keita.

San Siro, 80.000 espectadores.

La eliminatoria queda muy abierta para el partido de vuelta en el Camp Nou, y peligrosa para el Barcelona, un equipo tan espectacular en el entrejuego como excesivamente chato ante la portería cuando no marca Messi. Y en San Siro La Pulga apenas pudo tirar a la portería de Abbiati. No le alcanzó al Barça con la calma y la pausa de Iniesta y Xavi de la misma manera que Ibrahimovic tampoco pudo con Valdés. La calidad física y táctica del Milan pesó tanto a fin de cuentas como la técnica del Barcelona. Los dos equipos acabaron exhaustos, derrengados por el esfuerzo, síntoma del interés que pusieron por ganar la contienda. No hubo delantero que pudiera con la seriedad de los defensas, solventes en los dos bandos, después de un choque de palabras mayores.

Al Barça le costó entrar en juego en San Siro. Descolocado y destensado, concedió una ocasión clamorosa a Robinho nada más empezar el partido, después de un error monumental de Busquets en la salida del balón. No atinó el brasileño. Mal orientados, resbalaban los azulgrana en la cancha y no había manera que controlaran el balón, que iba y venía, a gusto del Milan. Aunque las arrancadas de Messi mantenían a raya a la zaga italiana, al Barcelona le costaba perfilarse por las bandas, sobre todo por la izquierda, en la que se alineaban sorprendentemente dos diestros y un zurdo: Puyol, Iniesta y también Keita, un clásico contra el Milan, titular en detrimento de Cesc, un futbolista que ha perdido llegada y gol como interior.

La prisa del Milan contagió inicialmente al Barcelona, que de nuevo se veía obligado a jugar un encuentro parecido al de la fase de clasificación, presidido por el vértigo y las llegadas a las dos áreas, también a la de Valdés. Poco a poco, sin embargo, los azulgrana fueron ganando campo y tiempo, sobre todo por la capacidad de asociarse de los volantes y de Messi. Y, pasada la media hora, el rondo del Barça acampó en cancha del Milan. Penalizados por la ausencia del central Thiago Silva, los rossoneri eran, además, especialmente permeables en la medular, así que optaron por juntarse ante Abbiatti y, muy atentos, aguardaron a que se desquiciara o condenara el Barcelona. Nunca necesitaron elaborar el juego para llegar hasta Ibrahimovic.

La calidad física y táctica del Milan pesó tanto a fin de cuentas como la técnica del Barcelona.

A cada triangulación barcelonista respondían los italianos de vez en cuando con una transición o una descarga para Abracadabra. El Milan se disparaba cada vez que perdía la pelota el Barça. Valdés, por ejemplo, achicó a Ibrahimovic en un mano a mano que hipnotizó San Siro. Las jugadas episódicas daban fe de la peligrosidad italiana mientras los azulgrana se abanicaban en largas posesiones, tan pacientes y bellas como estériles, a veces por el exceso de retórica o falta de tiro y en ocasiones por la intervención de la zaga local. La pelota nunca encontraba la portería. Aunque la intención azulgrana era muy buena, le faltaba precisión y malicia. Nunca fue un equipo contundente ni tuvo un 9 clásico para embocar a la red.

Excelente en el desequilibrio, el Barça no supo acabar las jugadas cuando tuvo el encuentro de su parte, excesivamente centrifugado en su juego, poco abierto a los flancos, una suerte para el Milan, atento defensivamente, consciente de que su suerte pasaba por no cometer ningún fallo en su área y aprovechar la fiereza de sus delanteros en la contraria. El encuentro se fue complicando para los azulgrana, que perdieron profundidad, control y desborde, y a cambio fueron más apretados defensivamente por el Milan, refrescado por los cambios de Allegri, a menudo mejor con el balón incluso que el Barcelona. Guardiola respondió con una sustitución inesperada: retiró a Iniesta y se encomendó a la velocidad de Tello.

Aunque la intención azulgrana era muy buena, le faltaba precisión y una pizca de malicia

El encuentro se equilibró y ganó en incertidumbre, circunstancia que avala la perseverancia y convicción del Milan en el laboro de Allegri. El intercambio de golpes al que se vio sometido nunca fue la suerte preferida del Barcelona. Los italianos dejaron a cero a los azulgrana, mejores en la confección que en el remate, sobre todo si se cuenta que sus ocasiones fueron escasas. A los azulgrana les faltan delanteros con gol cuando no patea Messi. A cambio, han ganado consistencia en su área y ante el Milan no solo fueron capaces de aislar a Ibrahimovic, sino que también dejaron a cero al Milan. El partido parecía diseñado para el duelo de dos grandes individualidades, y al final resultó un encuentro estupendo desde el punto de vista colectivo y de los dos equipos.

Aunque el campo no ayudó por el mal estado del césped y el árbitro no quiso saber nada de cuanto ocurrió en el área de Abbiati, si el Barcelona se quedó por vez primera sin marcar después de 29 partidos consecutivos, también fue por mérito de un generoso Milan.

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