En Miami Beach tomarse una copa depende, literalmente, de si el pezón
del seno está cubierto o no. No el del cliente, por supuesto, sino el
de la chica que tiene bailando delante. No se trata de una nueva forma
de atraer el turismo, sino la consecuencia de una ordenanza municipal
aprobada hace casi 50 años, en medio de una de las legendarias campañas
moralizadoras que azotaron Estados Unidos en la época.
Hoy día es una situación ridícula. Principalmente porque Miami Beach es sede del mayor festival erótico de Estados Unidos y desde que la ciudad decidió bajar los impuestos a los estudios de cine, el sur de Florida se volvió la meca del cine pornográfico.
Tanto es así que los fines de semana, si el sol es generoso –y lo es
casi todo el año–, es normal ver a jovencitas de senos abundantes y poco
ocultos, almorzando o merendando al aire libre en los restaurantes
playeros, junto a familias enteras, con hijos menores y caballeros
distraídos con el paisaje. Y nunca ha sucedido nada. No ha habido
altercados y no consta que la policía haya intervenido para calmar algún
exabrupto matrimonial.
Sin embargo, dos clubs nocturnos a menos de 500 metros de distancia, tienen políticas de servicios totalmente diferentes a causa de la ordenanza.
En el 'Madonna' (en los años 90 la cantante Madonna
amenazó con una demanda para que no la confundieran con ella, pero nunca
llegó a los tribunales), los clientes no pueden consumir lo que quieran,
rodeados de jovencitas bailando integralmente desnudas, que no dejan
nada a la imaginación. Mientras que, cinco calles arriba, en el 'Rachel',
todo el mundo puede pedir lo que desee, aunque la botella más barata de
Vodka cuesta 350 dólares, pero las chicas no van totalmente en cueros,
sino que se tapan, púdicamente, los pezones y visten un tanga de hilo
dental, dejando lo demás a la imaginación.
Es esta diferencia, entre el desnudo integral y el parcial,
que impide que el 'Madonna' pueda servir bebidas alcohólicas a sus
clientes. Ni siquiera las puede regalar, cortesía de aquellos que hace
50 años decidieron que las chicas desnudas y el ron, incluso con
Coca-Cola, son una mezcla endemoniada.
La 'ley seca' del local
El 'Madonna' abrió sus puertas en 1994 y desde el inicio los clientes
tenían que emborracharse primero en la calle y después ingresar al
recinto a disfrutar el ambiente. Dentro, lo único que podían consumir
eran bocadillos o hamburguesas y bebidas no alcohólicas. Para compensar,
el hielo y el uso de los vasos se cobraba. Y el establecimiento
sobrevivió, además, gracias a las generosas propinas que dejaban por los
clientes a las chicas.
Hasta el mes pasado, cuando LeRoy Griffith, el dueño de 'Madonna' se
fijó que ni la ordenanza, ni ninguna ley, prohibía a los clientes , y comenzó a invitarlos a visitar su club y a traer su trago favorito.
El abogado de la ciudad, José Smith dijo al 'Miami Herald' que el
'Madonna' está violando la ley al permitir bebidas alcohólicas dentro de
sus instalaciones. Para Griffith, "eso está por probarse. Que tomen
acciones legales y ya veremos", dijo a ELMUNDO.es. El dueño de 'Madonna'
es un anciano de aspecto juvenil, de 79 años, conocido en el sur de
Florida por su carácter combativo, que se ha enfrentado muchas veces a
las autoridades en los tribunales.
Un día, el municipio le quitó otro club de bailarinas desnudas. Pero
él acudió a los tribunales, logró que fuera vendido en subasta pública y
terminó por comprarlo de vuelta. Volvió a instalar varios tubos de
acero pulido y las chicas continuaron con sus bailes eróticos.
Lucha contra la hipocresía
Lo que más indigna a Griffith no es que le prohíban a él vender a sus clientes lo que quiera, sino que le impongan reglas absurdas y que se vayan por la tangente. "Es una cuestión de principio. Como si la moralidad estuviera en la punta de un pezón", subraya.
La guerra con las autoridades tuvo su punto álgido en el año 2004, cuando Griffith intentó acabar con la ordenanza,
pero perdió la batalla porque los ediles se opusieron por mayoría y los
tribunales le dieron la espalda. En medio de acusaciones de corrupción
política, o sobre quien pagó o no sus impuestos, los concejales se
mantuvieron en sus trece en nombre de la moralidad pública.
Lo curioso es que esto no les ha impedido de aceptar contribuciones
monetarias de Griffith en tiempos de elecciones y que la alcaldesa de la
ciudad, Matti Brower, no se oponga a la invasión de la industria del
sexo en su ciudad. Para ella, el dilema entre el 'Madonna' y el 'Rachel'
se reduce a una cuestión de pezones tapados y bikinis de hilo dental.
"Esa es la diferencia", dijo recientemente la alcaldesa, quien cena
ocasionalmente en el 'Rachel' y abrió las puertas de la ciudad a los
estudios porno, cuando era concejal.
Sin embargo, el mes que viene en el edificio en frente de su oficina, se levanta la cortina del festival Exxxotica,
la gran feria anual del sexo de Estados Unidos, donde los tapa pezones
brillan por su ausencia, los bikinis de hilo dental no duran puestos más
de cinco segundos y, aunque los menores de 18 años no pueden entrar,
nada impide que sus hermanos mayores filmen los desfiles, el sexo en
vivo, y después cuelguen las imágenes en Youtube.
"Todo esto es una hipocresía. Yo voy a seguir aquí. Mis chicas
también", dijo Griffith, para quién esta es una batalla a 'pezón
quitao'.
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