Como era previsible, la prensa del imperio silenció rápidamente el incidente del impensado “micrófono abierto” que reveló las verdaderas opiniones de Nicolás Sarkozy y Barack Obama sobre el premier israelí Benjamín Netanyahu. Según quedó registrado en la conversación sostenida entre ambos mandatarios el francés le dijo a Obama: "No lo puedo ver más. Es un mentiroso". Lejos de manifestar su desacuerdo, el ocupante de la Casa Blanca convalidó las palabras de Sarkozy diciendo que: “Tú estás harto de él, pero yo tengo que tratarlo todavía con más frecuencia que vos... ¡todos los días!"
El incidente es interesante por varias razones. Primero, porque demuestra inapelablemente el talante moral de dos de los más importantes líderes políticos de Occidente. Lo menos que podría decirse de ellos al conocerse ese diálogo es que son hipócritas, cínicos e inescrupulosos en el manejo de los asuntos públicos y, en consecuencia, es dable pensar que esa deshonestidad e inescrupulosidad debe también presidir sus actos cuando, por ejemplo, declaran guerras o bombardean poblaciones civiles indefensas como ocurrió hasta hace pocas semanas en Libia. Lo que ambos dijeron sobre el premier israelí, “mentiroso”, se les aplica como anillo al dedo a ambos mandatarios. Dos de las más importantes “democracias” del mundo -en realidad, sórdidas “plutocracias” en donde las grandes fortunas y las megacorporaciones son las que detentan el poder real en sus manos- tienen en su puesto de mando a dos individuos que hicieron y hacen de la mentira uno de sus instrumentos predilectos de dominio. ¿O no se deshicieron por años en elogios a Netanyahu? ¿No se respaldaron incondicionalmente las iniciativas del “mentiroso” israelí? ¿Cómo explicar lo inexplicable, el apoyo financiero, militar y politico a un insoportable mentiroso?
Segundo, Obama confesó que tiene que soportarlo a diario. Lo que no dijo es un secreto a voces: lo soporta a diario porque el lobby israelí en Estados Unidos tiene comprada, o alquilada, a la mayor parte de la dirigencia política del imperio, corrompida como está hasta la médula, y a buena parte de los emporios mediáticos. Así de simple. Obama tiene que aguantar las presiones del “mentiroso” porque su carrera política ha sido, y sigue siendo, dependiente de poderosos lobbies corporativos y de varios países, entre los cuáles el más potente es el de Israel. Lo mismo vale para sus aliados en el Congreso, sean del partido que sean. Por lo tanto, cuando Obama habla no puede decir la verdad. Sus constantes apelaciones morales, propias de un predicador de baratos sermones dominicales, son un taparrabos de lo indecible: la completa supeditación de la magistratura más importante del mundo a las conveniencias e intereses de quienes pagan para que los sirvan. Pagan para hacer posible su carrera política y luego cobran con creces sus aportes a las costosas campañas políticas del imperio. De ahí que un insoportable mentiroso como Netanyahu concite la permanente solidaridad de quienquiera que ocupe la Casa Blanca.
Por último, Estados Unidos anunció pocos días antes de la indiscreta conversación entre Obama y Sarkozy que el próximo año las fuerzas armadas estadounidenses e israelíes realizarían los mayores ejercicios conjuntos de toda su historia. Cualesquiera que hayan sido las razones esgrimidas para justificar tamaño esfuerzo el pútrido olor a la mentira se cuela por cada una de las palabras del comunicado oficial. ¿Cómo va a justificar ahora Obama esa iniciativa? ¿Cómo seguir tan promiscuamente asociado con un mentiroso como Netanyahu, no por azar el único que lo acompañó en la votación de la Asamblea General en donde 186 países repudiaron el bloqueo a Cuba y derrotaron por enésima vez la postura de Washington? Síntomas estos de una insanable descomposición moral y de una alocada carrera encaminada a inventar renovadas y cada vez más peligrosas mentiras: que Sadam tenía armas de destrucción masiva, que Gadafi bombardeaba con su fuerza aérea a civiles inocentes en Bengazi, que Irán está a punto de contar con un artefacto nuclear, que Venezuela y Cuba amparan al terrorismo, que Evo hace lo propio con el narcotráfico, etcétera. Calumnias y montajes necesarios para mantener un sistema ya condenado por la historia. Y para conjurar ese instante final los mentirosos de todos los pelajes no vacilan en cerrar filas. El espectáculo es bochornoso y repugnante, porque cada uno sabe que el otro, más allá de la nobleza de su investidura como gobernantes, es un mentiroso. Y ahora lo dijeron públicamente, gracias a un “error técnico” de la conferencia conjunta que pronunciaran Sarkozy y Obama. No sorprende que a las pocas horas la noticia había dejado de ser noticia para los grandes medios del imperio. Nos tocará a nosotros recordarla día a día.
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