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miércoles, 29 de junio de 2011

El futuro de EE.UU. es de sus minorías



Ahí viene el futuro. El censo de Estados Unidos reportó que por primera vez en la historia de esta nación la mayoría de los bebés son de
minorías, lo cual confirma lo que los demógrafos han pronosticado: para mediados de siglo este país tendrá una población mayoritariamente compuesta por minorías étnicas y raciales, o sea, los blancos serán sólo una minoría más.

Ahora, los niños blancos de tres años (el grupo de edad más joven registrado en el censo) representan menos de la mitad de todo su grupo (en 1990 eran más de 60 por ciento). Según las cifras preliminares, ahora, en 12 estados y la capital, los blancos menores de cinco años son minoría (entre esos estados se encuentran algunos de los más grandes del país, como Nueva York, Florida, California y Texas) y vale señalar que entre éstos figuran Arizona y Georgia, los dos estados que acaban de promulgar leyes antimigrantes consideradas racistas por sus críticos.

A la vez, los blancos representan la mayoría de los estadunidenses de edad avanzada: 80 por ciento de mayores de 65 años y 73 por ciento de quienes tienen entre 45 y 64. Ellos ya saben que el país en que crecieron ya será otro y que aquél está dejando de existir cada día que pasa.

En relación con este tipo de cambio hubo sorpresas en los últimos días. José Antonio Vargas, uno de los reporteros que fueron galardonados con el premio máximo de periodismo, el Pulitzer, por su trabajo en el Washington Post, quien también ha cubierto política presidencial y obtuvo una entrevista exclusiva con el fundador de Facebook, entre otros logros, confesó hace unos días que es migrante ilegal, ha trabajado y vivido aquí ocultando su condición de indocumentado.

En un ensayo publicado en la revista del New York Times y en entrevistas con ABC News, Vargas contó su historia: cómo a los 12 años fue enviado por su mamá de Filipinas a vivir con sus abuelos en California y que cuatro años después se dio cuenta de que era un migrante ilegal, y con ello, para sobrevivir, tuvo que inventar una vida encubriendo su secreto, angustiado porque lo fueran a descubrir en cualquier momento.

Vargas fue un alumno estrella y llegó a ser un periodista de primer nivel. O sea, resulta que un indocumentado es uno de los responsables de informar a los ciudadanos de este país, ejercicio fundamental para sostener una democracia. Pero ahora decidió que ya no podía seguir así y que tampoco miles de personas que migraron como menores de edad deberían padecer esa vida. Anunció que era indocumentado y que se dedicaría ahora a promover el movimiento por una reforma migratoria que, para empezar, legalice a todos aquellos que llegaron como menores de edad a este país y que cumplen con sus deberes cívicos.

Un mes antes, un icono del rock también sorprendió a sus anfitriones y al público. Carlos Santana fue el invitado de honor de las Grandes Ligas de Beisbol para festejar el partido anual por los derechos civiles. Esta vez la sede fue el estadio de los Bravos de Atlanta, justo en el estado de Georgia, que acababa de promulgar una de las leyes más antimigrantes del país, modelada en la de Arizona. Como reportó el gran columnista progresista de deportes Dave Zirin, en lugar de portarse bien como el invitado latino, Santana tomó el micrófono de las manos del comisionado de beisbol, Bud Selig, ante un estadio repleto, y declaró que el pueblo de Arizona, y el pueblo de Atlanta, Georgia, deberían avergonzarse de sí mismos por sus leyes antimigrantes, lo cual provocó abucheos del público. Poco después, al presentarse ante los medios en el estadio, Santana afirmó que esta ley no es correcta, es una ley cruel. Es cuestión de temor. La gente tiene miedo de que le vayamos a robar su chamba. No lo estamos haciendo. Ustedes no van a cambiar sábanas ni a limpiar baños. Yo invitaría a todos los latinos a no hacer nada por dos semanas para que se vea quién de verdad está guiando la economía. Estoy aquí para dar voz a los invisibles. Para entonces, el comisionado ya había huido del estadio sin despedirse de su huésped de honor.

Hablando de gente que cambia las sábanas y también salva vidas, más de mil enfermeras latinas, filipinas, afroestadunidenses y blancas, migrantes y nativas, marcharon por Wall Street demandando: Es hora de sanear a Estados Unidos. El gremio, National Nurses United, insiste en que mientras Wall Street sigue ganando miles de millones, por todo el país hay recortes de servicios de salud y de trabajadores de ese sector y que ello está dejando comunidades sin servicios básicos. Su demanda es que los especuladores de la capital financiera del mundo paguen para reconstruir la economía de una nación, que tanto han hecho por destruir.

Unos días antes de la marcha, James Verone, desempleado de Carolina del Norte, sin seguro de salud y quien padece artritis, dolores en la espalda y un pie jodido, decidió que sólo le quedaba una solución para atender su salud: asaltar un banco. Llegó al banco y le pasó una nota a la cajera, la cual decía: Esto es un asalto al banco, por favor dame sólo un dólar. Recibió el dinero, se dio la vuelta y se fue a sentar en una silla. Informó a la cajera que ahí esperaría a que llegara la policía. Poco antes envió una carta al periódico local declarando que en el momento en que la recibieran habría cometido un asalto bancario por un dólar y que enviaran un reportero a la cárcel. Le contó al periódico que después de 17 años perdió su chamba de repartidor en Coca-Cola y con ello su seguro de salud, y por tanto no tenía con qué pagar atención médica para sus malestares físicos. La única opción que le quedó para recibir atención médica pública era cometer un delito. Mientras espera su juicio logró su objetivo: ha sido examinado por enfermeras y tiene cita con un médico.

Ojalá el Estados Unidos que hereden las minorías cuando sean mayoría no sea un país en el que las enfermeras tengan que marchar por el derecho a la salud y donde los únicos lugares donde los desempleados obtengan servicios médicos sea una cárcel.

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