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domingo, 8 de mayo de 2011

Obama y Bin Laden: Olor de campaña

La pupila insomne

Los primos BarakOsbama

No se necesita mucha agudeza para reconocer la capacidad de los politicos norteamericanos de crear espectáculos grandiosos para satisfacer las apetencias del engañado público que habita dentro de las fronteras de los Estados Unidos de América.

Barack Obama, que no es un principiante en la tarea de engañar no solo a su raza, sino a su pueblo, nos acaba de brindar la ultima creacion de su administración, la planificación y ejecución de la operación para dar muerte al conocido terrorista Osama Bin Laden. Según sus propias fuentes de inteligencia, existían informaciones seguras de la presencia de Bin Laden en territorio pakistaní, a 35 kilometros de su capital, en una zona de personas de buen nivel social y con condiciones de seguridad especiales en un edificio de tres plantas.

Todo ello fue manejado directamente por el director de la CIA, Leon Panetta, el secretario de defensa Robert Gates y el propio presidente Obama, ellos se encargaron de hacer el guión de cómo manejar los medios de comunicación que habilmente controlan. Así se optó por desarrollar la operación con un grupo de asalto de más de 70 marines, transportados en helicópteros dentro de las fronteras de Pakistán, sin conocimiento -al decir de ellos- de las autoridades de dicho país.

La acción fue seguida, minuto a minuto, por el propio presidente, el vicepresidente Biden, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, el secretario de Defensa, el jefe del Pentágono y un numeroso grupo de asesores de la presidencia. Con esta concurrencia podemos estar seguros de que se sabía exactamente lo que se buscaba y se iba a encontrar, sino la asistencia hubiera sido mas reducida como es común en este tipo de acción, dicen que encubierta.

No resulta un secreto para nadie la situación negativa de la imagen de Obama, en precario por todas sus promesas electorales incumplidas y por su seguimiento de las políticas guerreristas de su antecesor George W. Bush. Él tenía que buscar algo capaz de seducir a la opinión pública de su país, para poder lograr su deseo de permanecer otro período de gobierno en la Casa Blanca. Para eso sirve el caso de la muerte de Bin Laden, en esta confusa y promovida captura del terrorista número uno.

Entre los estadounidenses, nadie duda de las acusaciones contra el líder de Al Qaeda, pero aun después de muerto le ha servido de apoyo al presidente de la mayor democracia representativa. Por otra parte, no se conoce todavía si la idea de darle un tiro en la cabeza y lanzarlo al mar fue idea del propio Obama, o una acción de iniciativa propia del comando operativo que lo ejecutó con aprobación de este último.

Los aliados de Estados Unidos, fieles compañeros en sus andanzas, lanzaron al mundo su beneplácito por la acción de dar muerte de cualquier forma, sin mayor explicación, al líder de Al Qaeda; pero ahora empiezan otro tipo de preocupaciones después del impacto inicial: ¿qué represalia podrán realizar los seguidores de Bin Laden?, ¿se quedará el gobierno pakistaní con la bofetada propinada en a su integridad como nación?, ¿dónde está lo cierto del intercambio de informaciones de inteligencia de las agencias norteamericanas y las de Pakistán, donde se espera la primera respuesta?

No obstante, el hecho en sí mismo le da un respiro a la “moral” de Obama ante su público y de seguro esta acción será materia segura de su próxima campaña electoral, aunque sea en forma silenciosa o como dirían en USA, off the records. Todo esto aparte de lo poco atractivo de los posibles candidatos republicanos aupados por los miembros del Tea Party. Por tanto, le sugerimos a Obama una pequeña modificación en su consigna para el triunfo: “cambio, cambio, cambio…de qué”.

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