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domingo, 2 de enero de 2011

Dilma, presidenta: 'Mi compromiso es honrar a las mujeres y proteger al frágil'


Luiz Inácio Lula da Silva completó este sábado la cuadratura del círculo al pasarle el relevo a Dilma Rousseff, la ex guerrillera y ex ministra que escogió como su candidata a las elecciones del pasado octubre y cuya misión a partir de ahora será mantener y ampliar el legado del presidente más popular de la historia de Brasil. Poco antes de las cinco de la tarde, el primer jefe de Estado obrero le colocó la banda verde y amarilla a la única mujer que ha alcanzado el cargo hasta la fecha, después de 121 años de República y 39 predecesores masculinos.

Dilma temió por su gran día cuando comenzó a caer un fuerte aguacero al poco de partir la comitiva desde la Granja do Torto, su residencia oficial en Brasilia en las últimas semanas. Cuando llegó a los alrededores de la catedral y cambió de vehículo para subirse a bordo de un Rolls Royce, tuvo que hacerlo bajo un paraguas y sin poder saludar al pueblo nada más que a través de una rendija de la ventanilla trasera. A su lado viajaba Paula, su única hija y madre de su primer nieto.

Escoltada por la caballería de los Dragones de la Independencia y por un puñado de agentes de seguridad que se empapaban mientras corrían en paralelo al coche, Dilma tuvo que desistir de entrar al Congreso por la rampa principal y lo hizo por la parte baja. Allí fue recibida por los presidentes del Senado, José Sarney, y de la Cámara de Diputados, Marco Maia, quienes la acompañaron hasta el Plenario del edificio.

Juramento ante el Congreso

Una vez dentro, la heredera del 'lulismo' y su vicepresidente, Michel Temer, prestaron juramento ante los parlamentarios, gobernadores y líderes internacionales convocados a la ceremonia. "Prometo mantener, defender y cumplir la Constitución, observar las leyes, promover el bien general del pueblo brasileño, sustentar la unión, la integridad y la independencia de Brasil", declararon los dos nuevos máximos representantes del Estado.

Dilma pronunció entonces su primer discurso de la jornada, que acabaría prolongándose por unos 40 minutos. "Mi compromiso es honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos", proclamó al poco de comenzar. "El Brasil del futuro será exactamente del tamaño de aquello que hagamos juntos por él hoy", dijo en otro momento de su intervención.

La voz firme de Dilma se quebró al reconocer por primera vez que acaba de convertirse en "la presidenta de todos los brasileños". Con las lágrimas a punto de brotar por sus ojos, la oradora tuvo que detenerse para beber agua y los asistentes rompieron a ovacionarla. "¡Dil-ma, Dil-ma, Dil-ma!", cantaron mientras ella trataba de controlar sus sentimientos.

Al salir del Congreso, esta vez sí por la simbólica rampa, la protagonista del día pasó revista a las tropas y subió por fin al Rolls Royce sin capota para saludar de pie y junto a su hija a los miles de asistentes amontonados a ambos lados del asfalto. Dilma puso rumbo al Palacio de Planalto para encontrarse con su 'padre' político y ya ex presidente, con quien se fundió en un abrazo antes del traspaso de la cinta presidencial. Uno y otro consiguieron frenar las lágrimas, aunque no la esposa de Lula, Marisa Leticia, quien se las retiró del rostro con disimulo.

'El mejor país para vivir'

En su segundo discurso, dirigido a la nación, la nueva jefa de Estado repitió los compromisos que ya había citado en los momentos decisivos de la campaña electoral y la noche de su victoria, el pasado 31 de octubre. "Trabajaré en la salud, en la seguridad, en la educación y, sobre todo, en la lucha para acabar con la miseria", insistió.

Fue una intervención que dejó a la luz la enorme distancia entre el carisma de Lula y Dilma, pero aun así tuvo momentos brillantes. El mensaje concluyó con un elogio a la continuidad y el optimismo. "Que Dios bendiga a los brasileños. Que todos juntos podamos construir un mundo de paz", señaló. "Quiero en este momento deciros que pondré todo mi empeño y toda mi dedicación para hacer que las transformaciones que comenzamos en los últimos ocho años continúen, prosigan y se expandan, porque Brasil tiene condiciones para convertirse en el mejor país para vivir", zanjó.

La sucesora de Lula lo acompañó rampa abajo en su despedida de Planalto y allí lo dejó, llorando y despidiéndose del pueblo que tanto lo ha admirado en la última década. Dicen las encuestas que cerca del 90% de los brasileños aprueban su gestión. Sobre Dilma, por tanto, recae la pesada losa de modelar su propio estilo de gobernar sin decepcionar a los millones de votantes que todavía aplauden a su predecesor. La transición en Brasilia no ha hecho más que comenzar.

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