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domingo, 14 de noviembre de 2010

Iniesta, Messi y el hechizo del Barça

Delgado Ferreiro, 40 años y natural de Portugalete, amenazaba con desatar otra vez las inútiles controversias en las barras de los cafés. Su juez de línea se había equivocado por dos metros en un fuera de juego a Messi un minuto antes del empate de Nilmar. El barcelonismo sacaba los pañuelos y el Villarreal también tenía motivos de quejarse del árbitro. Ese ambiente de tensión, de estéril victimismo ante las decisiones del juez, afortunadamente terminó en nada. Porque siempre es mejor quedarse con el fútbol del Iniesta y Xavi, con los goles de Villa y Messi, que pensar en sórdidas conspiraciones. [Narración y estadísticas: 3-1]

Se esperaba con expectación al Villarreal, invicto desde la primera jornada gracias a su juicioso fútbol, pariente más o menos cercano de lo que se estila por el Camp Nou. Había interés por comprobar el nivel del Barça ante un rival con sólo dos puntos menos en la tabla, el tercer visitante de reconocido pedigrí tras Valencia y Sevilla. Cumplió con creces ante las exigencias el equipo de Guardiola y defraudó en parte el Villarreal. Claro que convendría relativizar la palabra fracaso cuando ruge enfrente la maquinaria azulgrana.

Apenas se notó la ausencia del sancionado Piqué y el Barcelona fue un torbellino desde el pitido inicial. Apretó a fondo, exprimió sus recursos y creó demasiadas ocasiones antes de que la recompensa se trasladara al marcador. Iniesta bordó el fútbol y Messi firmó otro doblete. También rindió Xavi y trabajó Busquets. Fue un gran Barcelona, con mejor juego que resultado. Como es habitual este año, tardó en imponer su autoridad. Incluso tuvo algún mal rato.

Del 2-0 al 1-1

Le costó quitarse de la cabeza el error de Delgado Ferreiro, previo al 1-1, una china en el zapato de Guardiola, más protestón que de costumbre. No le bastaba al Barça la presión arriba, ni dejar sin suministro a Valero, Cani y Bruno. Tampoco las contínuas acometidas en el arranque, dos disparos de Iniesta y un cabezazo de Messi sacado abajo por Diego López.

Cortesía de Iniesta, acertó por fin Villa ante la mirada de Marchena, atónito ante esas figuras más propias de un videojuego. Siguió a cañón el Barça —que diría Preciado— y sólo Delgado Ferreiro, corto de miras en el desmarque de Messi, chafó el 2-0 de Pedro. Como en la siguiente sí acertó el superclase Nilmar, el estadio se levantó en armas. Poco a poco parecía animarse el Villarreal y el partido aumentó su voltaje.

Era una preciosa noche de fútbol, engrandecida con la velocidad de Rossi o las pinceladas sueltas de Cazorla y Valero. No se achicó el Barcelona en estos momentos de mayor igualdad, ni se separó nunca de la línea trazada. Al amparo de Xavi, con la extrema agudeza de Iniesta y el rigor de Busquets, supo aislarse del veredicto público al árbitro. Inclinó poco a poco la balanza y Messi dio el golpe definitivo.

La amarilla a Maxwell

En el minuto 57, Xavi se levantó rápido tras una patada de Bruno y pilló a la defensa descolocada. Las dos sublimes paredes entre Messi y Pedro, rematadas con un toque de derechas del argentino, pusieron boca abajo al estadio. Una maravilla así no se ve a diario. Por eso todos ignoraron al tipo del silbato y corearon a su equipo con olés.

También ayudó al olvido el grave error de no expulsar a Maxwell cuando derribó en el borde del área a Valero cuando ya afrontaba los palos. Un grave fallo del vizcaíno que encrespó a los del 'submarino'. Cabreado consigo mismo, harto de correr sin suerte, decidió estirarse el Villarreal, ya con Marcos Senna y Jefferson Moreno sobre la hierba. Se palpaba en el ambiente que mantenía sus opciones el cuadro de Castellón.

Por si acaso, Guardiola retiró a Villa para fortalecerse con Keita. La ventaja era un tesoro y se percibía cierto cansancio en la sala de máquinas. También amagaba Pedro con la sentencia. Y Messi, porque con él no vale contemporizar. Por eso, ambos se pusieron de acuerdo en el minuto 82 para redondear el 3-1, en situación dudosa, aunque parece que correcta. El gol número 48 del argentino en 2010. El hechizo de Leo, agitado con el de Xavi o Iniesta, es la mejor inversión de futuro para este Barça.

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