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domingo, 21 de febrero de 2010

El nuevo cd de Drexler sale en marzo


"Ahora que lo pienso, Amar la trama es el primer título cinematográfico que tiene un disco mío", se da cuenta Jorge Drexler sobre el nombre de este trabajo que sugiere ver la vida como una película de Eric Rohmer, sin tanta ansiedad por los desenlaces.

"Por eso me cuesta tanto hablar de un disco cuando recién lo saqué", dice el cantautor al responder la primera pregunta. "Lo tengo muy cercano, necesito que rebote en otra persona. Es difícil verte a vos mismo como persona también, te ves en tu reflejo en los demás", explica.

Para Drexler, confeso cinéfilo, es una revelación encontrarse con una influencia así en su música. Sin embargo, no hay demasiados motivos para la sorpresa. Después de todo, se ha involucrado en, al menos, tres proyectos que incluyen lo audiovisual -la banda de sonido de The city of your final destination de James Ivory, el documental de su gira por la periferia de Barcelona Un instante preciso y uno que incluirá una edición especial de este disco que registra con minuciosidad el proceso de grabación- y de forma más o menos sugerida, este tipo de referencias en su carrera han aparecido.

"A ver, el concepto de amar la trama es de los conceptos más recorridos por el pensamiento. Y yo no pretendo originalidad, sino decir las cosas de una manera original. La originalidad temática en sí no es un bien superior para mí, en realidad escribimos 8 o 9 temas diferentes. Sin hacer juicios de valor, lo que diferencia a las canciones de José Luis Perales de las de Leonard Cohen no es la temática, sino la forma de decir las cosas. Esa es mi obsesión. Aquí lo que quería decir es algo que se ha dicho desde el carpe diem hasta el Tao, ya es parte del ADN espiritual de nuestra especie, que es: hay que disfrutar el camino".

A lo de contar las cosas habría que sumar la forma de grabar. Es que Drexler, también obsesionado con innovar en la forma de tocar en vivo y registrar, como quedó claro en el orgánico disco en vivo Cara B, decidió grabar el disco en un plató de televisión y con público. "El público no estaba ahí para reaccionar, estaba para que nosotros reaccionáramos al verlos en la grabación. De hecho se les pedía que no aplaudieran hasta que no se hubiera extinguido el sonido. Ahí yo avisaba y podían aplaudir, pero no era ni siquiera un concierto. Muchas cosas sonaban muy bajas... no era un recital para que el público se satisfaciera, se expresara. Aquí fue un testigo silente, una diana".

Es una técnica similar a la que en 1987 utilizó el grupo Los Que Iban Cantando en el estudio Sondor, cuando grabaron el disco Enloquecidamente. "Es cierto, no lo había pensado, ¡qué bueno!", dice con fascinación. "Hay algunas diferencias porque creo que se grabó en un estudio y el público tenía otra interacción, pero estoy muy feliz de que sea una referencia inconsciente en este caso, porque siempre me gustó mucho lo que hizo Jorge Lazaroff. También está el disco Big world de Joe Jackson que fue grabado de una forma similar".

La idea, de nuevo, era transferir una grabación no controlada al 100%, en la que la gente se equivoca y queda flotando el ambiente donde se graba, algo que se hacía mucho en los 60 con discos de Frank Sinatra y que bandas como The Strokes recuperaron en 2001. Espontaneidad por sobre el tratamiento minucioso de cada nota y sonido es la elección. "Creo que lo hice además para tener a los músicos atentos, en el buen sentido de la palabra. Algo como lo que Miles Davis hacía con sus músicos: que los hacía pasar hambre para que tocaran mejor pero un poco menos extremo (risas). Con dos personas que entren a una sala donde están trabajando personas tan narcisistas y que quieren seducir como los músicos, el clima cambia porque es un contexto menos seguro".

Urbanidades. Así, el ambiente de Amar la trama se nutre de una calidez que también se ve en el espíritu de las nuevas canciones de Drexler, quien nunca ha tenido problemas para establecer climas de intimidad y cercanía entre su música y quien la escucha, incluso en discos más difíciles como el expuesto en sentimiento y experimentación Doce segundos de oscuridad. "Me pasó de ver gente molesta con Doce segundos de oscuridad y que ahora dice `Qué bueno, volvió al ánimo de Eco`. Creo que Doce segundos... fue un disco de difícil recepción. Este es uno que tiene imágenes muy novedosas y es muy urbano. Tiene el color de Madrid, una ciudad que se merece un respeto a pesar de que nunca voy a dejar de ser un montevideano melancólico... por eso no se llama Mundo abisal, como sí se llama una de las canciones. Aún así, quiero creer que no manejo términos muy complicados. Ni siquiera uso muchas metáforas. Uso piezas de lego bastante habituales y reconocibles".

El proceso de volver a escribir dos años después no fue sencillo, dice. Sin embargo, las ganas de que entrara la luz se impusieron. "Siempre me dio muchísimo trabajo escribir. No podría decir que es un proceso que disfruto, aunque me hace muy bien. Son tantas las oscilaciones entre euforia y tristeza en esa etapa que uno se vuelve difícil para las personas con las que vive. Para escribir tenés que bloquearte, empezar de la nada, frustrarte. Por eso para mí es mucho más lindo tocar. En realidad somos hijos de nuestras canciones, sufrimos el vaivén de sus personalidades. En dos años yo escribo muy poco o escribo para otros artistas, pero por ahí me siento y me salen catorce canciones a las que uno cuando graba, les quita todas sus otras posibilidades, las mata, lo cual es doloroso también. Cuando Fernando Cabrera me decía que lloraba al escribir yo pensaba que era una impostación; ahora no me interesa escribir sobre nada que no me emocione. En este caso, esos pequeños momentos en que uno se abstrae de la preocupación por el futuro o la angustia del pasado son parte de lo que quería contar".

"Trabajar con Jim fue algo muy feliz"

"Lo más sorprendente de trabajar con James Ivory para The city of your final destination fue que me llamara su representante. Pensé que era una broma. Lo que queda del día es una de mis películas favoritas... Y encima una película con Anthony Hopkins y Charlotte Gainsbourg y además, en una historia de una familia de judíos alemanes viviendo en el interior del Uruguay... Todo esto me parecía un regalo. Vino varias veces a Madrid, montamos un minicine en casa y comencé a escribir con la guitarra. La banda de sonido está muy influida por la música de Eduardo Fabini, a quien escuché mucho, y de Santiago Chalar, que para mí es el Joao Gilberto del folclore uruguayo. No sé por qué aún no se le da su lugar. Esta fue una de las mejores experiencias artísticas que he tenido. Querría poder estar en Punta del Este para su estreno en el Festival aunque no creo que pueda; estaré a dos días de lanzar el disco aquí".

La presentación del disco en Uruguay será en septiembre

Por contraste con Doce segundos de oscuridad, su anterior disco, Drexler parece ahora haber descubierto el camino y haber caminado hacia una luz que entra por toda la casa. Las canciones, en esta oportunidad sin bases ni sampleos electrónicos, tienen vientos enérgicos, percusiones picantes y una voz -la suya, claro- que va más hacia afuera que al recogimiento.

Por ahí, Drexler cuenta una caminata alivianada por una cálida Madrid (La trama y el desenlace) y también se permite metapoesía sobre sus bloqueos de escritor y las inseguridades que genera la poca fluidez a la hora de componer (en la canción Las transeúntes).

"Hay gente que es de un lugar, no es mi caso. Yo sólo estoy aquí de paso". Con ese ánimo Drexler vuelve a contagiar la geografía de un lugar, pero éste ya no es el Cabo Polonio nocturno, sino esa Madrid a la que llegó hace quince años y donde hoy echó raíces. Por Uruguay estará recién en septiembre.

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