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domingo, 10 de agosto de 2014

Católicos catalanes piden al Papa que nombre obispos nacionalistas

Al papa Francisco le quema en su agenda de nombramientos la edad del cardenal arzobispo de Barcelona, Lluis Martínez Sistach. Ha cumplido en abril 77 años y hace dos que presentó la petición de retiro, en cumplimiento de una estricta normativa canónica. El Papa sabe que su relevo ahora, o la permanencia en el cargo, serán objeto de interpretaciones políticas. “Volem bisbes catalans” (queremos obispos catalanes), clama la Iglesia católica en Cataluña, mayoritariamente nacionalista.
La petición de obispos catalanistas está sobre la mesa del pontífice mediante una carta firmada por 3.656 personas del colectivo Església Plural. Le piden que el sustituto de Sistach tenga "como propia" la cultura catalana y defienda el derecho a decidir. Arrastrados por el rumor de que el candidato mejor situado sería el cardenal Antonio Cañizares, ex primado de España y actual miembro de la curia vaticana, "los abajo firmantes" añaden: "Ni el cardenal Cañizares, ni ningún otro prelado o sacerdote de un perfil similar, pueden ser los candidatos llamados a ocupar la sede de Barcelona, ni ninguna otra de Cataluña, ya que la tradición eclesial, pastoral y cultural que representan son incompatibles con el sentir de una mayoría de la comunidad católica a la que deberían servir".
Francisco lleva meses meditando sobre la "cuestión catalana", que es como se refieren a este asunto en el Vaticano. Lo hizo el pasado 6 de marzo ante el pleno de los obispos catalanes, recibidos como tales en la visita ad limina [visita periódica obligatoria de los obispos a Roma para dar cuentas al Papa del estado de su diócesis] que los prelados españoles le rindieron a principios de este año. Al despacho papal acudieron ese día el cardenal Sistach y el resto de los prelados (doce en total) de la llamada Conferencia Episcopal Tarraconense, en su mayoría partidarios del derecho a decidir. Quizás por eso, el papa Francisco, preguntado hace un mes si le preocupaba, textualmente, “el conflicto entre Catalunya y España”, dijo: “Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Cataluña... Habrá casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso”.
Esta declaración se publicó el 12 de junio en La Vanguardia de Barcelona. Desde entonces, el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña no han parado de mover hilos en Roma, convencidos de que la posición del Papa es voluble o manejable. La primera batalla es por el tiempo. El Ejecutivo nacional ha transmitido al nuncio del Papa en Madrid, arzobispo Renzo Fratini, su deseo de que no se mueva el escalafón este año. En cambio, la Generalitat ha hecho gestiones en dirección contraria, urgiendo un cambio a su favor. La encargada de esa gestión ha sido su vicepresidenta, la democristiana Joana Ortega, que ha viajado a Roma para influir y sugerir nombres, en reuniones con religiosos catalanes con peso en el Vaticano, entre otros algunos jesuitas, la congregación a la que pertenece Francisco. De ese viaje informó en su momento la agencia EFE.
Esta disputa no es nueva, ni en el Vaticano ni en España. El grito de Volem bisbes catalans lo pusieron de moda cientos de personas en manifestación por las calles de Barcelona en mayo de 1966, cuando manifestarse era un delito muy perseguido. Jordi Pujol estaba entre los que más gritaban. Protestaban por el nombramiento del vallisoletano Marcelo González Martín como arzobispo de Barcelona. La presión dio sus frutos. Cuatro años después, era trasladado a la sede primada de Toledo. Le sustituyó el catalán (y catalanista) Narcís Jubany.

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