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sábado, 8 de febrero de 2014

Panamá y la Transnacional Sacyr, ejemplo de expoliación




Nuestro Continente se encuentra atravesado, justo en la mitad por un Canal que en vez de traer beneficios para nuestros pueblos, más bien ha sido el medio para que se enriquecieran las superpotencias y las oligarquías criollas. El Canal de Panamá es la vía que permite comunicar los océanos Pacífico y Atlántico sin necesidad de atravesar el sureño Cabo de Hornos, como se hacía hasta el siglo XIX.
Es bueno recordar que la ambición de los EEUU por construir el Canal, obligó a la firma del Tratado Herrán-Hay con la República de Colombia, para luego ser rechazado por el Senado colombiano, lo que dio las excusas perfectas a un grupo separatista del norte de Colombia para proclamar, con el auspicio gringo, la creación de una nueva República. Luego de la separación, en 1903, los Gobiernos de EEUU y Panamá firman el Tratado Hay-Bunau Varilla para la construcción del Canal que finalmente fue inaugurado en 1914.
Hubo que esperar hasta la firma del tratado Torrijos-Carter, en 1977, para acabar con la perpetuidad del anterior tratado y poner fecha a la transferencia del Canal a manos panameñas. Ahora un consorcio, el Grupo Unidos por el Canal (GUPC) trabaja desde 2009 en las labores de ampliación del Canal, construyendo nuevas esclusas de la ruta acuática, bajo la tutela de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP).
Hoy, 100 años después de su inauguración, cuando se está trabajando en la ampliación del mismo, continúan las ansias imperiales y capitalistas por seguir extrayendo beneficios a costa de una obra por la que los panameños reciben apenas migajas.
Actualmente las ampliaciones las realiza un consorcio liderado por la empresa española Sacyr, junto con las empresas italiana Impregilo, la belga Jan de Nul y la española Constructora Urbana. Este Consorcio ha desarrollado una estrategia de negociación harto conocida por nuestras economías. Se trata de un conjunto de acciones en donde la República contrata a una gran transnacional que supuestamente tiene la experiencia, conocimiento y el músculo financiero para realizar la obra. La empresa cotiza, se aprueba el proyecto, se firma el contrato con una gran difusión mediática y luego comienzan los dolores de cabeza: los replanteamientos, los problemas “ocultos”, los cambios de precio, las obras extras, en fin, un conjunto de situaciones que disparan los precios originales y dan al traste con cualquier planificación que se haya podido realizar.
Muchas veces esto viene amenizado con cambios de autoridades relevados por no cumplir los plazos de entrega, retrasos mientras las nuevas autoridades entienden la magnitud del problema y luego otra vez, nuevos replanteamientos, nuevos precios, aumentos y nuevas obras extras. Lo que le ocurre a Panamá con la empresa Sacyr es exactamente igual a lo que ocurre con la mayoría de las contrataciones que se realizan con las transnacionales. No es casual, es una estrategia bien pensada en donde ellos son especialistas en desangrar los presupuestos de nuestras naciones.
Sin embargo, en Panamá el caso tiene unas implicaciones mayores. Los medios de comunicación han politizado al extremo el problema, hay repercusiones diplomáticas importantes, además que la suspensión de las actividades ha dejado en espera a más de 10.000 trabajadores de esta inmensa obra. Sacyr y sus socios han dicho que las autoridades del Canal no han pagado una factura pendiente de 50 millones de dólares, además de señalar que se han fijado en alrededor de 1.600 millones de USD los sobrecostos producto de aumentos y obras adicionales.
Por el lado panameño, las autoridades se encuentran entrampadas, porque rescindir el contrato y buscar a una nueva empresa puede llevarlos a una larga disputa en tribunales que incrementaría notablemente los costos de la obra, además está latente el conflicto con el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción y Similares (Suntracs) quien ha dicho que no va a permitir que los trabajadores sean los afectados en el conflicto.
Es importante destacar que el Consorcio ganó en el año 2009 la licitación para la construcción de las obras con una oferta de 3.118 millones de USD y con la meta de terminar en el 2014. Ahora solicitan 1.600 millones adicionales y han prometido la obra para el 2015. ¿Suena esto conocido para quienes dirigen proyectos en otros países en donde la contraparte son grandes transnacionales de la construcción y la ingeniería? ¿Cuántas empresas como Sacyr tenemos, por ejemplo, en Venezuela?
La verdad es que el Capitalismo se amolda a los nuevos tiempos y consigue nuevas maneras de expoliar, de explotar y de extraer recursos de nuestros países.

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