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sábado, 11 de enero de 2014

Un policía a Yafar: “Con esta, ya puedes decir que te hemos detenido 161 veces”

Miércoles, 8 de enero. Sobre las doce de la mañana en el metro Embajadores de Madrid. Uno de los agentes ordena a Yafar, camerunés de 29 años, darse la vuelta. Y comienza a cachearle y registrarle los bolsillos. Entre los papeles que este porta, hay una hoja de periódico cuidadosamente doblada. El policía la deslía y lee el siguiente titular, entrecomillado y con grandes caracteres: “La policía me ha detenido 160 veces por mi cara”. La ilustración del artículo, de EL PAÍS, es la de un muchacho de tez negra que se tapa el rostro con las palmas de sus manos, en la Gran Vía de Madrid. Solo se le ve la frente y el pelo, negro y ligeramente rizado.
“Date la vuelta”, le ordena el agente (de 1,75 de altura y unos 85 kilos), acompañado en ese momento de otros cuatro colegas y una agente. El policía mira la foto una y otra vez y luego la cara de Yafar, y compara la frente y el pelo. “¿Este eres tú…?, preguntó por fin. Todavía condolido por los golpes que, según Yafar, acababa de recibir al ser arrastrado hacia una pared del suburbano para identificarle, asintió: “Sí, soy yo”. “¡Pues con esta ya puedes decir que son 161 veces…!”, le espetó el policía, en tono chulesco. Esposado, lo sacaron del metro y le llevaron al vehículo policial. El policía mostró la hoja del periódico a sus compañeros, y también enteró después a los de la comisaría de Arganzuela, adonde inicialmente le llevaron arrestado. “Me sentía como un mono de feria, uno tras otro miraba el periódico y luego a mí, y hacían gesto”, cuenta Yafar. 
A juzgar por lo sucedido después, parece que los agentes estuvieron más pendientes del artículo  (Véase la edición de EL PAÍS del pasado domingo) que de los otros papeles judiciales que también portaba Yafar en los bolsillos de su chaqueta ("Nunca salgo a la calle sin ellos"). En concreto, llevaba una sentencia y una ejecutoria del Juzgado de lo Contencioso 24 de Madrid ordenando al Ministerio del Interior que renovase el permiso de trabajo y residencia de Yafar en España.
A los agentes les dio igual los lamentos de Yafar en el periódico quejándose de tantas detenciones.  Nuevamente se lo llevaron a comisaría. Y ya es la 161 vez que la policía detiene y/o identifica a este muchacho camerunés que entró en España saltando la valla en marzo de 2005, tras varios años de caminatas a través de África y de dos desiertos. Logró llegar a la península y se instaló en Parla. Era la época socialista de los 'papeles para todos'.
Su vida en Parla no fue fácil (hace meses se mudó de ciudad "harto de tantas detenciones policiales". En Parla vivía de alquiler con otros inmigrantes. Sus compañeros tenían interiorizado que el día que no acudía a dormir era porque estaría en algún calabozo. Siempre por no tener papeles. En realidad, sí llegó a tener la documentación en regla al poco de llegar a España, pero Interior rehusó renovársela tras ser sorprendido conduciendo un coche sin permiso ("tenía el carné de Camerún, pero no el de España"). “Pague la multa, cuatro euros diarios durante ocho meses y 22 días de trabajo en beneficio de la comunidad, y no he vuelto a tener ningún otro problema”, confiesa.
Cuenta Yafar que el programa El Intermedio, de la Sexta TV, se había puesto en contacto con él al verle en EL PAÍS para entrevistarle por su calvario. Pero su móvil estuvo apagado entre las doce de la mañana del miércoles (hora aproximada de la detención) y las 15.30 del jueves (cuando el juez de guardia le dejó en libertad) y no pudo avisarles de su situación.
Según la versión de Yafar, hacia la 01.00 de la madrugada del jueves se lo llevaron desde los calabozos de la comisaría de Arganzuela a los de la Brigada de Extranjería, en Moratalaz, y desde allí, al ser de día, a los juzgados de la plaza de Castilla. Los agentes que intervinieron en esta nueva detención le acusan de un delito de resistencia a la autoridad y otro de lesiones. En el parte indican que se resistió y golpeó a uno de ellos (los agentes que le detuvieron, son los que elaboran el atestado y, además, su palabra goza de presunción de veracidad). "Al ver lo del periódico, uno me dijo: '¡Ahora te vas a enterar!', destaca Yafar, que habla un perfecto castellano. "Lo que dicen en el atestado es totalmente falso, y así se lo dije al juez: no les gustó lo del periódico y se inventaron que me había resistido y agredido. Eran cinco policías y yo solo, ¿cómo voy a agredirles?". Salvo la sentencia por el carné de conducir, que cumplió íntegramente, Yafar no tienen ningún otro antecedente en su ya ocho años de estancia en España.
Yafar es un joven afable y servicial. Fue él quien, hace dos años, se encargó de acompañar en todo momento a la madre, compatriota suya, de Hervé Patrick, el camerunés que estuvo a punto de morir  por las gravísimas quemaduras que sufrió en Melilla el 5 de mayo de 2012. Durante una trifulca entre inmigrantes, alguien quemó la tienda de campaña en la que dormía Patrick, ajeno al conflicto. Unos policías locales de Melilla vieron una bola de fuego en un descampado y el extintor que llevaban evitó que Patrick muriese allí mismo. La madre nunca había salido de Camerún, no sabía nada de español, pidió dinero para el viaje en su poblado y el Ministerio de Interior le permitió que estuviese al lado de su hijo, que se debatía por la vida en la unidad de grandes quemados del hospital de Getafe, adonde fue trasladado en helicóptero desde Melilla. Yafar le hizo de traductor con los médicos. 
¿Qué ocurrió el miércoles en el metro de Embajadores? La versión de Yafar es la siguiente: “Iba a meter el ticket (un bono de diez viajes), y se me echaron encima cuatro o cinco agentes, y una chica policía, que me dijo: 'Enséñame el ticket'. Y se lo mostré. Al ver que estaba todo correcto, me preguntó: '¿Tienes papeles?' Y negué con la cabeza. En cuanto dije eso, se me echaron encima y me arrastraron con golpes hasta la pared, me hicieron sangre en la mano izquierda. Yo les decía que mirasen en mi chaqueta, que tenía una sentencia del Juzgado 24, y que la leyeran, pero no me hacían caso...”. Fue cuando, esposado, le pusieron mirando a la pared y le hallaron tanto la sentencia como la hoja doblada del periódico, que fue lo que llamó la atención del policía. “¡Por qué no te vas a tu país!”, asegura Yafar que el soltó uno de ellos.
Yafar siente impotencia, y no sólo por la vergüenza que recorrió su mente cuando le zarandearon los policías en una estación del Metro, la de Embajadores, que en ese momento estaba atestada de usuarios que se quedaban mirándole rodeado de policías y con los grilletes puestos. Yafar sabe cuatro idiomas y colabora como traductor con la Asociación Movimiento contra la Intolerancia que preside Esteban Ibarra. A ella también pertenece su abogado, cuyo nombre y teléfono facilitó a los agentes de Arganzuela, pero estos, siempre según la versión de Yafar, obviaron su petición (elegir abogado es un derecho constitucional). Le asignaron uno del turno de guardia. La abogada de oficio que ha asistido a Yafar en la que ya puede ser su 161 detención o identificación  (según el cálculo del propio afectado) ha explicado a EL PAÍS que los agentes de Arganzuela le comentaron que no habían podido localizar al abogado que este reclamó. "Yo les di tres teléfonos, el de la oficina del Movimiento contra la Intolerancia, el de su presidente Esteban Ibarra y el del abogado". Ninguno de ellos tiene constancia de haber recibido una llamada policial.
Según esta letrada de oficio, los agentes también le contaron que tenían previsto dejarle libre esa misma tarde, pero que lo retuvieron en comisaría porque les había dado una dirección falsa. "Eso es verdad, me he tenido que cambiar de domicilio agobiado de tantas detenciones, y prefiero que no sepan donde vivo. En Parla, más de una vez, al salir de casa, estaban con el coche en la puerta, me veían, me pedían los papeles y desde allí mismo me llevaban detenido", señala.
Este periódico se ha puesto en contacto con el gabinete de prensa de la Jefatura Superior de Policía de Madrid para recabar la versión de los agentes que participaron en la detención de Yafar. Un portavoz, siguiendo indicaciones de un mando, remitió a EL PAÍS al Ministerio del Interior, a pesar de que se trata de un asunto específico de Madrid capital. Yafar quedó en libertad el jueves. Y sigue llevando con él la sentencia del Juzgado 24 que ordena que se le den los papeles. "En la comisaría, cuando me llevaron detenido, insistí para que la leyeran, pero un policía me dijo: 'Sí, sí, pero esto a nosotros no nos vale". 

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