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viernes, 31 de enero de 2014

Santander y el Racing se plantan ante el esperpento del fútbol

El viejo Racing de Santander, un club centenario con la vitrina vacía, celebró sin jugar su mayor victoria. La de la dignidad ante el esperpento. Un triunfo colectivo de una ciudad y un equipo, escenificado por un grupo de chavales sin cobrar desde hace cuatro meses que se rebeló ante los desmadres del fútbol moderno. Cumplió su amenaza la plantilla verdiblanca y no disputó el partido contra la Real Sociedad. Sacaron los donostiarras de centro y los jugadores locales se arremolinaron en el centro del campo, se abrazaron y se plantaron. A los 40 segundos, los chicos de la Real tiraron el balón fuera. El Racing no reanudó el juego. El árbitro le consultó a Mario, capitán de los cántabros, y este le confirmó el plante. No había partido. Igual que no había rastro del presidente, Ángel Lavín.
En todo momento, el Racing mantuvo informado de sus intenciones al conjunto donostiarra. Lo primero que hizo el entrenador local, Paco Fernández, al llegar al Sardinero fue acercarse al vestuario de la Real y comunicarle a su colega, Jagoba Arrasate, cómo actuarían. Acto seguido, se entregaron las fichas al árbitro. La plantilla racinguista recibió el apoyo del vestuario donostiarra todo el día. En el estadio estuvieron también el presidente, Jokin Aperribay, y el director deportivo, Loren. Permanecieron en el vestuario, y no en el palco, “por respeto” a los jugadores del Racing.
El Sardinero, pese al llamamiento de la plantilla para que la gente acudiese al campo, registró una pobre entrada en un día muy desapacible: unos 7.000 espectadores. Solo La Gradona, el sector más incondicional de los seguidores, daba cierto colorido con constantes gritos de “¡Harry págales!”, “¡Esa camiseta sí la merecéis!” y una gran pancarta con el lema: “Fuera chorizos”. Una hora después, las más de 2.000 personas que seguían detrás de la portería del fondo norte vitorearon al equipo cuando saltó a entrenarse. Su liga, ya sin tantos focos, continúa el domingo en Segunda B.
La tensión se palpaba en las inmediaciones del Sardinero desde más de hora y media antes de que empezase el partido. La gente esperaba al presidente Lavín. No apareció. Sí lo hicieron los consejeros Leticia Vila, Jorge Madrazo y Jairo Lavín, sobrino del presidente, abucheados e insultados a su entrada. Nadie subió al palco.
Fue un día largo para la plantilla y el cuerpo técnico racinguistas. Tras el entrenamiento matutino, mantuvieron en un céntrico hotel de Santander una reunión con representantes de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), que les informaron de las consecuencias que podía tener el no disputar el encuentro: hasta 6.000 euros de sanción al club e incluso la inhabilitación para los jugadores de entre dos y cinco años en caso de que sean denunciados. El presidente de la AFE, Luis Rubiales, garantizó a la plantilla que la Federación no actuaría contra ellos.
A los 40 segundos, los futbolistas de la Real echaron el balón fuera
“Con lo que hemos escuchado, nuestra opinión queda reforzada”, aseguraba uno de los jugadores tras el encuentro. En ningún momento la plantilla dio pie a algún tipo de negociación. Según varios de los presentes, los capitanes le trasladaron a Rubiales que la única vía para que jugasen era la dimisión del Consejo de Administración. “Están fuertes, unidos y convencidos. Nosotros no podemos más que estar con ellos”, aseguró el presidente de la AFE.
El encuentro era un reclamo de los jugadores racinguistas desde hace días. En la plantilla existía cierto malestar porque sentían que la AFE no había hecho lo suficiente por defender sus intereses. Hace tres semanas, en una reunión que mantuvieron el club, la Federación y el sindicato se acordó que ya que el estamento federativo tenía embargado los ingresos del Racing por su avance copero, se efectuaría un pago —70.000 euros a dividir, equivalente a una nómina— a través del sindicato. Sin embargo, el desembolso no solo se retrasó, sino que no se ha efectuado. “La ayuda llegará de forma inminente, en los próximos días”, confirmó Rubiales.
“Ha llegado tarde, sí, pero ya está, estamos contentos”, dijo un eufórico Oriol, uno de los veteranos del vestuario. La satisfacción de la plantilla era evidente. “Nos está haciendo más fuerte, sabemos que tenemos el respaldo de todo el mundo. Solo queremos que todo esto se acabe y a ver si salimos reforzados. Que no se nos olvide, lo nuestro es la Liga, acabar primeros”, comentaba Mariano.
Mientras se celebraba la reunión entre la plantilla y la AFE, fuera del hotel los movimientos no cesaban. El presidente de Cantabria y líder del PP regional, Ignacio Diego, instaba a su partido a que iniciase los trámites para expulsar al expresidente del Racing y ex secretario general del PP de Cantabria, Francisco Pernía. Una decisión que pocos entendían, por el momento en que llegaba y porque en más de una ocasión el PP había negado cualquier vínculo con Pernía, que dirigió el Racing entre 2006 y 2012 y que aún lo gobierna en la sombra.
Cuando el árbitro dio inicio al partido, los futbolistas se quedaron abrazados
En torno a la una del mediodía también aterrizaba en Santander Anur Arlsan, administrador judicial de la rama de WGA propietaria del Racing y que, tras despedir a Ali Syed la semana pasada, está a cargo del paquete de acciones mayoritario del Racing. Desde su llegada mantuvo reuniones con instancias judiciales, que dieron por buenos los poderes que presentará en la Junta de Accionistas de mañana. Una Junta que aún anoche seguía en el aire y que se vio afectada por la renuncia de Manuel Broseta como secretario. El abogado valenciano, que iba a defender los intereses del Consejo del Racing, desistió a media tarde, según varias fuentes conocedoras del proceso, por los contactos que mantuvieron ayer “al más alto nivel” el Gobierno cántabro y el valenciano.
El despacho de Broseta ha crecido a la sombra de la Generalitat, primero con Eduardo Zaplana y luego con Francisco Camps. Y es que el problema del Racing ha dejado de ser hace tiempo un asunto meramente deportivo. El plante ante la Real fue un punto de inflexión para el fútbol español, una rebelión en toda regla contra sus desmadres secundada por una modesta plantilla y toda su afición.

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