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viernes, 31 de enero de 2014

La justicia italiana condena otra vez por asesinato a Amanda Knox

Sospechosa, culpable, inocente, de nuevo sospechosa y finalmente, culpable. La joven norteamericana Amanda Knox ha sido condenada este jueves por un tribunal italiano a 28 años y seis meses de cárcel por cometer el brutal asesinato la noche del 1 al 2 de noviembre de 2007 de la británica Meredith Kercher, de 21 años, con la que compartía un piso de estudiantes en la ciudad de Perugia. También estaba de nuevo encausado el italiano Raffaele Sollecito, su novio de entonces, que este jueves ha sido condenado a 25 años de prisión. Knox y Sollecito, que fueron detenidos unas horas después del crimen y condenados en 2009 a 26 y 25 años de prisión por violación y asesinato, recobraron la libertad en 2011, después de que un tribunal de apelación formado por seis vecinos de Perugia y dos magistrados los considerase no culpables. No obstante, el pasado mes de marzo el Tribunal Supremo anuló la sentencia —por no haber tenido en cuenta el 70% de las pruebas— y ordenó repetir el proceso. Amanda Knox, está en su casa de Seattle, aparentemente decidida a no regresar a Italia jamás, y Raffaele Sollecito, en Florencia.
El fallo, contra el que los abogados de Knox han anunciado un recurso ante el Supremo, mitiga en parte un dolor ya de por sí terrible, no solo por la muerte de una muchacha de 21 años que disfrutaba en Italia de una beca Erasmus, sino por las circunstancias del crimen. Según la versión de los fiscales que adoptó como valida el tribunal de primera instancia en su sentencia de 2009, la noche de autos, Amanda Knox, que entonces tenía 21 años, Raffaele Sollecito, de 22, y el marfileño Rudy Guede —también condenado en un juicio rápido a 16 años de prisión— llegaron juntos al piso de vía della Pergola donde ya se encontraba la joven Meredith: “Knox, Sollecito y Guede, bajo el efecto de estupefacientes y quizá del alcohol, decidieron llevar a cabo el proyecto de implicar a Meredith en un fuerte juego sexual”. Según los fiscales, la joven inglesa trató de negarse, pero la agresión desembocó “en un crescendo incontrolado, imparable, de violencia y juego sexual que acabó con la muerte de la muchacha británica”. Meredith recibió 43 puñaladas.
El tribunal que condenó en 2009 a la pareja de novios se basó en las trazas descubiertas en el sujetador de la víctima y en un cuchillo con restos de sangre encontrado en casa de Sollecito. Según los análisis de la policía científica, se encontraron restos de ADN del joven italiano en el gancho del sujetador que Meredith llevaba en el momento del crimen y trazas de ADN de Amanda en el cuchillo. Sin embargo, un nuevo peritaje ordenado por el tribunal de apelación desacreditó esas pruebas. Los profesores Stefano Conti y Carla Vecchiotti no solo no pudieron rehacer los test debido a las malas condiciones de conservación de las pruebas, sino que advirtieron que la policía científica no había respetado “los protocolos internacionales de recolección [de pruebas] y almacenamiento”. Todo ello, unido a la falta de un móvil del delito, a la falta de testigos que situaran a la pareja aquella noche en el lugar del crimen y a una gran presión mediática y diplomática, contribuyeron al fallo absolutorio.
Aquel día de octubre de 2011, ante el tribunal formado por seis vecinos de Perugia, Amanda Knox se presentó como una víctima de la justicia italiana: “Es difícil expresar lo que he sufrido en estos cuatro años. Perdí a una amiga de la manera más brutal e inexplicable posible. Y luego tuve que enfrentarme con acusaciones injustas, sin base alguna. Estoy pagando con mi vida algo que no hice. Nunca he violado, ni he asesinado ni he robado. Yo no lo hice. No estuve presente durante aquel crimen. Meredith era amiga mía. Pasaba la vida con ella. Siempre fue gentil conmigo. Ahora solo quiero volver a casa. No quiero ser privada de mi vida, de mi futuro…”.
Sollecito adoptó idéntica estrategia, aunque con una ligera variación. Si Knox intentó convencer al tribunal de lo injustificado de su fama de arpía, de mujer fría y diabólica, capaz de cometer un crimen horrendo y mantener su gesto angelical, el joven italiano se esforzó en que no viesen en él al calzonazos dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso de matar, por orden de su amada: “No soy el don Nadie que se deja manipular y haría cualquier cosa para complacer a su Venus [así lo presenta la acusación, un títere en manos de Amanda]. La noche del 1 de noviembre solo queríamos pasar una velada tierna, abrazados. Espero que para mí y Amanda existan nuevas esperanzas, un futuro nuevo. En mi pulsera llevo escrito ‘Liberi Amanda e Raffaele’ [Raffaele y Amanda libres]”.
En la noche del jueves, Knox dijo estar "atemorizada y entristecida" por el veredicto, que consideró "injusto". "Habiendo sido declarada inocente antes, esperaba algo mejor del sistema de justicia italiano", aseguró Knox en un comunicado difundido por su abogado.
En unas declaraciones a The New York Times, Amanda Knox dice que ha sido injustamente presentada como un ser diabólico: “Nada podrá borrar la experiencia de haber sido injustamente encarcelada”. Y que no regresará a Italia.

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