Era una rueda de prensa muy preparada, en la que Soraya Sáenz de Santamaría
 siguió al pie de la letra el argumentario oficial y esquivó cualquier 
respuesta comprometida, pero tuvo un momento que parecía natural: cuando
 la vicepresidenta, al final de la enésima pregunta sobre la crisis catalana
 —la ausencia de respuestas claras provocó la insistencia de la prensa—,
 soltó un “no podemos hacer otra cosa”. Poco antes, ella había cerrado 
todas las posibles salidas políticas a la crisis: ni reforma 
constitucional, como plantea el PSOE,
 ni consulta de ningún tipo, como reclama CiU. Solo dejó abierta una: la
 negociación económica de la mejora de la financiación, que en cualquier
 caso no es inminente sino para 2015.
Ese “no podemos hacer otra cosa” puede referirse a los límites 
legales. Pero, en realidad, el Gobierno podría intentar forzar esos 
límites o incluso cambiarlos, ya que tiene el apoyo del PSOE para reformar la Constitución,
 y juntos suman casi el 90% del Parlamento. Por tanto esa respuesta 
espontánea parece referirse más al problema político interno al que se 
enfrenta Mariano Rajoy.
El presidente es consciente de que la situación se ha complicado 
mucho y tiene una presión muy fuerte para hacer algo que frene la crisis
 independentista catalana, pero los suyos creen que no tiene margen para
 hacer nada extraordinario, ni para una negociación política real con Artur Mas.
 Rajoy ha cultivado durante años a un electorado, unos medios de 
comunicación y un sector del PP que siempre están alerta por si hace 
cualquier concesión a Cataluña. Y aunque quisiera —que no parece querer 
porque no cree en un cambio constitucional, según explican fuentes del 
Gobierno—, no tiene margen para hacer política.
Ante el silencio de Rajoy tras la Diada
 —no hablará hasta el miércoles en el Congreso, cuando le pregunten el 
PSOE y CiU sobre este asunto— era muy esperada la rueda de prensa de su 
mano derecha, Sáenz de Santamaría. Pero la vicepresidenta se mantuvo 
fiel al argumentario de otras ocasiones, como si nada hubiera sucedido. 
“Diálogo y Constitución”, era el lema repetido. La única modificación 
del discurso, en realidad, estaba más pensada para el ala más 
conservadora del PP que para los manifestantes de la Diada. Presionada 
por este flanco —en el Gobierno ha generado preocupación un editorial de
 Abc en el que pedía medidas inmediatas contra los 
“secesionistas” catalanes—, la vicepresidenta abandonó el discurso 
ambiguo para prometer en varias ocasiones que el Gobierno mantendrá la 
“firmeza”.
En ningún momento se dirigió a los manifestantes para lanzarles 
ningún tipo de mensaje, para tratar de convencerles de que renuncien al 
independentismo. La respuesta del Gobierno es tajante: nada de 
referéndum, nada de reforma constitucional. La única oferta es el 
diálogo sobre la reforma de la financiación autonómica.
La vicepresidenta, al contrario,
 parecía mucho más interesada en lanzar mensajes a su propio electorado.
 “Tenemos un límite claro y una obligación, que es cumplir y hacer 
cumplir la Constitución y las leyes. Ese es nuestro margen, del que no 
vamos a salir. La posición del Gobierno es de firmeza y fortaleza. 
Serenos pero firmes. No tenemos que exteriorizar la firmeza con 
palabras. Lo hacemos con hechos. Cuando ha habido resoluciones 
contrarias a la Constitución, a pesar de las dudas de algunos, hemos 
buscado los argumentos para recurrirlas”, dijo. Lanzaba así un mensaje a
 su electorado conservador para tranquilizarle y recordarle que el 
Gobierno ha recurrido incluso la declaración soberanista del Parlamento 
catalán. Pero a la vez dejaba claro a los catalanes que esa vía está 
teóricamente cerrada.
En cualquier caso, una cosa es lo que se dice en público y otra las 
negociaciones en privado. Rajoy y el presidente de la Generalitat, Artur
 Mas, mantienen los puentes abiertos tras la reunión secreta del 29 de agosto,
 y hay algunas personas de sus entornos buscando una salida. Aunque 
nadie parece encontrar de momento un punto que puedan aceptar ambos. Si 
el margen de Rajoy es estrecho, el del presidente catalán lo es aún más,
 ya que tiene tres frentes de presión cada vez más incontrolables: su 
socio de gobierno, ERC, por un lado; su histórico aliado, Unió, por el 
otro; y la movilización social de la Diada que le arrastra.
Susana Díaz pide cita a Rajoy
RAÚL LIMÓN
La presidenta de la Junta, Susana Díaz, no quiere dejar pasar ni un 
día sin elevar a las más altas instancias los principales compromisos 
que ya adelantó en su investidura. Si el jueves le hablaba al Rey de las
 dificultades que afronta Andalucía y le exponía sus ideas sobre el 
nuevo modelo productivo al que debe encaminarse la Comunidad, solo unas 
horas después le enviaba una carta al presidente del Gobierno, Mariano 
Rajoy, con tres mensajes fundamentales: “relación de leal colaboración” 
frente a la política de confrontación, que el Gobierno central ha 
traducido en recursos contra leyes fundamentales como la de función 
social de la vivienda, que limita los desahucios; lucha contra el 
desempleo, y pacto nacional contra la corrupción.“El problema del paro es uno de los principales males que aquejan a nuestra sociedad, y para ello quiero pedirte tu colaboración”, afirma Díaz en la carta, en la que insiste en la vía del acuerdo para hallar soluciones.
El otro gran asunto que plantea la presidenta también centró su investidura: el pacto nacional contra la corrupción. Esta petición coincide con los dos grandes casos que atenazan al PP —Bárcenas y Gürtel— y el último cruce de autos y decisiones judiciales en torno al caso ERE y que ha supuesto que sus antecesores en la presidencia de la Junta, José Antonio Griñán y Manuel Chaves, así como cinco exconsejeros del área económica, sean señalados como sujetos de la investigación judicial.
“Anuncié en el debate de mi investidura la iniciativa de proponerte un pacto para la regeneración democrática. De todo ello, y de lo que afecta a los intereses de Andalucía, me gustaría poder tratar contigo”, concluye la presidenta.
Por eso ambos, desde luego con claridad Rajoy, parecen haber apostado por la solución que más les gusta: ganar tiempo.
 El presidente está ofreciendo a Mas una negociación a favor de Cataluña
 en la reforma de la financiación. Pero su resultado llegaría en 2015, 
cuando la primera legislatura de Rajoy haya concluido y la de Mas esté 
igualmente en su fase final. Por eso en La Moncloa mostraron una gran 
satisfacción al ver que Mas trasladaba la posibilidad de no promover un 
referéndum en 2014 si no se lo autorizaban y planteaba dejar la decisión
 a los catalanes en las urnas en 2016, en unas elecciones 
plebiscitarias. Para Rajoy esa salida, que lleva el momento crítico a la
 siguiente legislatura, era aceptable. Aunque después de la Diada en el 
Gobierno no saben si Mas mantendrá la idea inicial y si podrá evitar el 
referéndum en 2014 que le exige ERC.
La respuesta política pública a Mas no llegará tanto de la rueda de 
prensa de ayer de Sáenz de Santamaría, que fue esquiva en casi todas sus
 respuestas y la dio por concluida al ver que se insistía sobre 
Cataluña, cuanto de la carta con la que Rajoy responderá a la que Mas 
envió hace dos meses a La Moncloa.
La vicepresidenta anunció que esa respuesta llegará en las próximas 48 horas
 y, aunque no quiso detallarla —probablemente sea la Generalitat quien 
la dé a conocer cuando llegue—, de sus respuestas se deduce con claridad
 que en la misiva se descartará cualquier tipo de consulta: “Las 
sentencias del Constitucional son muy claras”, argumentó. Se apostará 
más bien por las buenas palabras de invitación al diálogo sobre 
cuestiones económicas para trabajar juntos para salir de la crisis.
Sáenz de Santamaría no quiso desautorizar abiertamente al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo,
 que había admitido el “éxito” de la Diada y la “preocupación y 
tristeza” que le generaba. Margallo es un amigo de Rajoy de toda la vida
 con bula en el Ejecutivo para decir lo que quiera. Sin embargo, la 
vicepresidenta se alejó mucho de las palabras del ministro, que pedía 
una reflexión para entender por qué miles de catalanes se han alejado de
 España. Sáenz de Santamaría no hizo ninguna reflexión sobre esa 
realidad, la de los manifestantes, se limitó a expresar su “respeto” y 
se concentró en mensajes a Mas y a su propio electorado.
Algo más se detuvo en descartar por completo, de forma más clara que 
nunca, la propuesta que ofrece el PSOE, la de la reforma constitucional.
 “En el debate del estado de la nación de febrero varios portavoces 
plantearon propuestas de reforma contradictorias. Unos quieren una mayor
 centralización, otros descentralización, otros reforma federal sin 
explicar en qué consiste. Falta algo esencial, no hay un mínimo consenso
 entre grupos para llevar a cabo una reforma de la Constitución que 
tendría que dar marco de estabilidad al menos como la actual”, señaló.
El Gobierno sigue así en su doble vía: en público no plantea ninguna 
salida política y lanza la idea de que cualquier movimiento hacia la 
independencia será cortado con la Constitución en la mano. En privado 
sigue negociando para buscar una salida que buena parte del Gobierno ve 
cada vez más difícil. Y para ganar otra vez algo más de tiempo.
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