Era una rueda de prensa muy preparada, en la que Soraya Sáenz de Santamaría
siguió al pie de la letra el argumentario oficial y esquivó cualquier
respuesta comprometida, pero tuvo un momento que parecía natural: cuando
la vicepresidenta, al final de la enésima pregunta sobre la crisis catalana
—la ausencia de respuestas claras provocó la insistencia de la prensa—,
soltó un “no podemos hacer otra cosa”. Poco antes, ella había cerrado
todas las posibles salidas políticas a la crisis: ni reforma
constitucional, como plantea el PSOE,
ni consulta de ningún tipo, como reclama CiU. Solo dejó abierta una: la
negociación económica de la mejora de la financiación, que en cualquier
caso no es inminente sino para 2015.

El presidente es consciente de que la situación se ha complicado
mucho y tiene una presión muy fuerte para hacer algo que frene la crisis
independentista catalana, pero los suyos creen que no tiene margen para
hacer nada extraordinario, ni para una negociación política real con Artur Mas.
Rajoy ha cultivado durante años a un electorado, unos medios de
comunicación y un sector del PP que siempre están alerta por si hace
cualquier concesión a Cataluña. Y aunque quisiera —que no parece querer
porque no cree en un cambio constitucional, según explican fuentes del
Gobierno—, no tiene margen para hacer política.
Ante el silencio de Rajoy tras la Diada
—no hablará hasta el miércoles en el Congreso, cuando le pregunten el
PSOE y CiU sobre este asunto— era muy esperada la rueda de prensa de su
mano derecha, Sáenz de Santamaría. Pero la vicepresidenta se mantuvo
fiel al argumentario de otras ocasiones, como si nada hubiera sucedido.
“Diálogo y Constitución”, era el lema repetido. La única modificación
del discurso, en realidad, estaba más pensada para el ala más
conservadora del PP que para los manifestantes de la Diada. Presionada
por este flanco —en el Gobierno ha generado preocupación un editorial de
Abc en el que pedía medidas inmediatas contra los
“secesionistas” catalanes—, la vicepresidenta abandonó el discurso
ambiguo para prometer en varias ocasiones que el Gobierno mantendrá la
“firmeza”.
En ningún momento se dirigió a los manifestantes para lanzarles
ningún tipo de mensaje, para tratar de convencerles de que renuncien al
independentismo. La respuesta del Gobierno es tajante: nada de
referéndum, nada de reforma constitucional. La única oferta es el
diálogo sobre la reforma de la financiación autonómica.
La vicepresidenta, al contrario,
parecía mucho más interesada en lanzar mensajes a su propio electorado.
“Tenemos un límite claro y una obligación, que es cumplir y hacer
cumplir la Constitución y las leyes. Ese es nuestro margen, del que no
vamos a salir. La posición del Gobierno es de firmeza y fortaleza.
Serenos pero firmes. No tenemos que exteriorizar la firmeza con
palabras. Lo hacemos con hechos. Cuando ha habido resoluciones
contrarias a la Constitución, a pesar de las dudas de algunos, hemos
buscado los argumentos para recurrirlas”, dijo. Lanzaba así un mensaje a
su electorado conservador para tranquilizarle y recordarle que el
Gobierno ha recurrido incluso la declaración soberanista del Parlamento
catalán. Pero a la vez dejaba claro a los catalanes que esa vía está
teóricamente cerrada.
En cualquier caso, una cosa es lo que se dice en público y otra las
negociaciones en privado. Rajoy y el presidente de la Generalitat, Artur
Mas, mantienen los puentes abiertos tras la reunión secreta del 29 de agosto,
y hay algunas personas de sus entornos buscando una salida. Aunque
nadie parece encontrar de momento un punto que puedan aceptar ambos. Si
el margen de Rajoy es estrecho, el del presidente catalán lo es aún más,
ya que tiene tres frentes de presión cada vez más incontrolables: su
socio de gobierno, ERC, por un lado; su histórico aliado, Unió, por el
otro; y la movilización social de la Diada que le arrastra.
Susana Díaz pide cita a Rajoy
RAÚL LIMÓN
La presidenta de la Junta, Susana Díaz, no quiere dejar pasar ni un
día sin elevar a las más altas instancias los principales compromisos
que ya adelantó en su investidura. Si el jueves le hablaba al Rey de las
dificultades que afronta Andalucía y le exponía sus ideas sobre el
nuevo modelo productivo al que debe encaminarse la Comunidad, solo unas
horas después le enviaba una carta al presidente del Gobierno, Mariano
Rajoy, con tres mensajes fundamentales: “relación de leal colaboración”
frente a la política de confrontación, que el Gobierno central ha
traducido en recursos contra leyes fundamentales como la de función
social de la vivienda, que limita los desahucios; lucha contra el
desempleo, y pacto nacional contra la corrupción.“El problema del paro es uno de los principales males que aquejan a nuestra sociedad, y para ello quiero pedirte tu colaboración”, afirma Díaz en la carta, en la que insiste en la vía del acuerdo para hallar soluciones.
El otro gran asunto que plantea la presidenta también centró su investidura: el pacto nacional contra la corrupción. Esta petición coincide con los dos grandes casos que atenazan al PP —Bárcenas y Gürtel— y el último cruce de autos y decisiones judiciales en torno al caso ERE y que ha supuesto que sus antecesores en la presidencia de la Junta, José Antonio Griñán y Manuel Chaves, así como cinco exconsejeros del área económica, sean señalados como sujetos de la investigación judicial.
“Anuncié en el debate de mi investidura la iniciativa de proponerte un pacto para la regeneración democrática. De todo ello, y de lo que afecta a los intereses de Andalucía, me gustaría poder tratar contigo”, concluye la presidenta.
Por eso ambos, desde luego con claridad Rajoy, parecen haber apostado por la solución que más les gusta: ganar tiempo.
El presidente está ofreciendo a Mas una negociación a favor de Cataluña
en la reforma de la financiación. Pero su resultado llegaría en 2015,
cuando la primera legislatura de Rajoy haya concluido y la de Mas esté
igualmente en su fase final. Por eso en La Moncloa mostraron una gran
satisfacción al ver que Mas trasladaba la posibilidad de no promover un
referéndum en 2014 si no se lo autorizaban y planteaba dejar la decisión
a los catalanes en las urnas en 2016, en unas elecciones
plebiscitarias. Para Rajoy esa salida, que lleva el momento crítico a la
siguiente legislatura, era aceptable. Aunque después de la Diada en el
Gobierno no saben si Mas mantendrá la idea inicial y si podrá evitar el
referéndum en 2014 que le exige ERC.
La respuesta política pública a Mas no llegará tanto de la rueda de
prensa de ayer de Sáenz de Santamaría, que fue esquiva en casi todas sus
respuestas y la dio por concluida al ver que se insistía sobre
Cataluña, cuanto de la carta con la que Rajoy responderá a la que Mas
envió hace dos meses a La Moncloa.
La vicepresidenta anunció que esa respuesta llegará en las próximas 48 horas
y, aunque no quiso detallarla —probablemente sea la Generalitat quien
la dé a conocer cuando llegue—, de sus respuestas se deduce con claridad
que en la misiva se descartará cualquier tipo de consulta: “Las
sentencias del Constitucional son muy claras”, argumentó. Se apostará
más bien por las buenas palabras de invitación al diálogo sobre
cuestiones económicas para trabajar juntos para salir de la crisis.
Sáenz de Santamaría no quiso desautorizar abiertamente al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo,
que había admitido el “éxito” de la Diada y la “preocupación y
tristeza” que le generaba. Margallo es un amigo de Rajoy de toda la vida
con bula en el Ejecutivo para decir lo que quiera. Sin embargo, la
vicepresidenta se alejó mucho de las palabras del ministro, que pedía
una reflexión para entender por qué miles de catalanes se han alejado de
España. Sáenz de Santamaría no hizo ninguna reflexión sobre esa
realidad, la de los manifestantes, se limitó a expresar su “respeto” y
se concentró en mensajes a Mas y a su propio electorado.
Algo más se detuvo en descartar por completo, de forma más clara que
nunca, la propuesta que ofrece el PSOE, la de la reforma constitucional.
“En el debate del estado de la nación de febrero varios portavoces
plantearon propuestas de reforma contradictorias. Unos quieren una mayor
centralización, otros descentralización, otros reforma federal sin
explicar en qué consiste. Falta algo esencial, no hay un mínimo consenso
entre grupos para llevar a cabo una reforma de la Constitución que
tendría que dar marco de estabilidad al menos como la actual”, señaló.
El Gobierno sigue así en su doble vía: en público no plantea ninguna
salida política y lanza la idea de que cualquier movimiento hacia la
independencia será cortado con la Constitución en la mano. En privado
sigue negociando para buscar una salida que buena parte del Gobierno ve
cada vez más difícil. Y para ganar otra vez algo más de tiempo.
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