De 80.000 millones de dólares a 4.300; del 70% del mercado al 5%.
Entre esas cifras solo hay cinco años de distancia. Es el auge y caída
de Blackberry, un teléfono cuyo nombre hace solo cinco años era sinónimo
de smartphone.
Al igual que en el caso Nokia, Blackberry
(hasta hace ocho meses RIM) es una víctima de la voracidad de Apple y
Android. Dos estrategias muy diferentes, pero igual de efectivas:
sistema cerrado y exclusivo, el de Apple; sistema abierto a todos los
fabricantes y gratis, el de Google. Entre esas dos tácticas bien
definidas, ni Nokia ni Blackberry tenían mucho mejor que ofrecer.
Si con Nokia no había duda que sus móviles ofrecían la mejor cámara,
incluso el mejor aparato, en el caso de Blackberry la estrella era su
teclado y su sistema propio de correo instantáneo en tiempos en que
activar este servicio era lento a través de Internet. Su propia
plataforma de servidores le aseguraba un servicio perfecto, aunque
fallara Internet (salvo que fallara RIM, como ocurrió en verano de
2011). Pero, el correo dejó de ser engorroso, la conexión a internet se
universalizó y sobre todo la mensajería instantánea de aplicaciones como
WhatsApp quitaron razones para tener una Blackberry. Las empresas,
principal cliente, dejaron de confiar en este aparato que, a pesar de
mantener el atractivo de su teclado, tenía una pantalla ridícula, una
cámara de fotos muy deficiente y, sobre todo, una escasez de
aplicaciones en un momento en que el consumidor quería cuantas más
mejor.
Solo hace dos años, Blackberry era líder absoluto en España con el
23% del mercado y un crecimiento interanual del 192%. España era
diferente, un caso único en el mundo con la mayoría de sus abonados
menores de 34 años, y un 30% menos de 24 años; es decir, que el futuro
parecía prometedor. En los colegios, la Blackberry era tan fundamnetal
como el bolígrafo; sin embargo, esos chavales cuando llegaban a la
universidad cambiaban la Blackberry por un iPhone. Lo que vieron los
chicos parece que no lo intuyeron los responsables de Blackberry
mundial.
Posteriormente, una avería de su plataforma -es decir, los únicos que
no recibían correos eran los abonados de Blackberry-, un retraso del
nuevo sistema operativo, el fracaso con las tabletas, el retraso en
nombrar una nueva dirección y el escaso éxito de los nuevos smartphones
(incluso uno sin teclado) han acabado con Blackberry como icono de la
vanguardia tecnológica.
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