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martes, 14 de mayo de 2013

Escrache a Rajoy




El 10 de mayo, Mariano Rajoy asistía al Salón del Automóvil de Barcelona y la PAH le obsequió con el último escrache de la campaña de la ILP. Cuando Rajoy entró, unos 200 activistas le abuchearon desde las vallas. Los periodistas giraron las cámaras hacia la PAH y los agentes de seguridad, con empujones, intentaron impedir que registraran la protesta. Una vez Rajoy ya estaba dentro y el bullicio continuaba, trabajadores de la Feria se comunicaron con los activistas por móvil alentando a continuar porque se les oía mucho desde dentro y calificando la PAH de ser muy grandes... ¡La emoción y el griterío se redoblaron! Luego los activistas y la misma portavoz de la PAH se pusieron delante de la cara un cartón que simbolizaba el marco de una pantalla de plasma, parodiando las últimas "comparecencias" de Rajoy.

Los 'escraches' son una práctica que ha venido para quedarse. Fueron inventados por la organización HIJOS, de hijos de desaparecidos de la dictadura argentina, para denunciar públicamente a responsables de desapariciones o torturas que vivían escondiendo su pasado.

Lo que más ha sorprendido de los escraches ha sido la reacción del PP, que ha dado un paso más en sus despropósitos, al comparar un movimiento social como la PAH, que se ha ganado el corazón de la gente, con el terrorismo y el nazismo. En 1979 en Italia, con un clima de mucha movilización social, el juez Calogero condenó por terrorismo una treintena de miembros de la Autonomía Obrera por el solo hecho de defender principios similares a los de las Brigadas Rojas. Fue la estrategia para, aunque injustamente, arrasar con todas las movilizaciones que incomodaban el gran capital y la casta política. El método se bautizó como "teorema Calogero". Exactamente lo que copió Baltasar Garzón en el País Vasco: todos los que defendían la independencia y el socialismo, aunque utilizaran métodos perfectamente democráticos, eran susceptibles de ser acusados de pertenencia a banda armada, porque ETA tenía objetivos políticos parecidos, y así han ocurrido aberraciones flagrantes que han puesto en cuestión el sistema judicial español, como el caso Egunkaria, el caso de los concejales de la Udalbiltza, el sumario 18/98... Pero es totalmente esperpéntico que el PP haya intentado relacionar la PAH con ETA... En el fondo es buena señal porque muestra que, están tan desesperados, que recorren, sin medir la imagen que proyectan, a la estrategia más burda.

En realidad, un escrache no deja de ser una manifestación, pero en vez de bajar por Vía Laietana y terminar en Plaza Sant Jaume, se concentra delante de la vivienda o trabajo de un parlamentario que pretende votar contra una ILP que cuenta con el apoyo del 80% de la sociedad (¡incluidos muchos votantes populares!) y que aborda un problema gravísimo que está destrozando vidas (literalmente en algunos casos, por desgracia). Y los políticos ¿nos quieren decir que no les gusta que la manifestación sea en un lugar donde la notarán tanto si quieren como si no? ¿Que prefieren que sea en Vía Laietana para ignorarla olímpicamente? Pues entonces, ¡mucho mejor frente a su casa! Porque un escrache sólo es insoportable si uno cree que es culpable de lo que se le denuncia, si uno sabe que votará contra la propuesta de la PAH para beneficiar a los bancos por encima de los ciudadanos. En cambio, si uno estuviera muy seguro de que defiende lo correcto, entonces ni le molestaría el escrache más allá del ruido que provoca, ni le costaría explicar el porqué de su opción a familiares y amigos...

Además, las quejas del PP destilan altivez y pretensión de impunidad. No aceptan poder ser cuestionados como cualquier otra persona. Nos hemos acordado de cuando el movimiento del 15M decidió manifestarse frente al Parlamento de Cataluña, y todos los políticos cerraron filas exclamando que aquella protesta era inaceptable y un atentado contra la democracia.

Sin embargo, la PAH cuenta con más legitimidad que nunca y ha sabido desactivar, a golpe de escrache, la operación de lavado de cara que el PP pretendía llevar a cabo con la futura ley de desahucios, que podrán imponer con la mayoría absoluta, pero que nacerá totalmente desacreditada a ojos de la ciudadanía.

Jordi Oriola Folch, realizador audiovisua

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