Cavani, delantero uruguayo del Nápoles, ha marcado más de cien goles
en las tres últimas temporadas en el club italiano. Está muy bien. En
Italia no es fácil meter goles. En el Nápoles, tan lejano del Norte rico
y dominante, es un poco más difícil. El Nápoles es algo así como el
Betis de Italia. A la hora de mejorar la posición del número nueve del
Madrid, en la que Higuaín y Benzema han empatado a lo largo de tres
temporadas (bien es verdad que uno de los dos tuvo el enchufe del
presidente y el otro sufrió una lesión de espalda), el club piensa en
Cavani. Dado que Agüero es demasiado caro...
Buen jugador Cavani, incluso estupendo. Como con tantos otros, la
duda es si le llega para estar tan arriba. Los más grandes clubes
representan una exigencia que tiene que ver con el exceso de los
objetivos, con la categoría de los compañeros y con la fe que uno tenga
en sí mismo una vez llegado a esas alturas. Eso es, y no otra cosa, lo
que ha derrotado a Mourinho en el Madrid. Eso mismo es lo que nos debe
llevar a quitarnos el sombrero ante los que aguantan años y años ahí,
llámense como se llamen. Y lo que debe hacernos desconfiar de pasajeros
que se cuelan para dos paradas y dan muchas voces.
Ahora el Madrid está entre Cavani y Neymar. Uruguayo y brasileño.
Cavani cuesta menos, aunque cueste mucho, y está probado en Europa. En
el segundo nivel, pero ha funcionado ahí. Neymar luce
extraordinariamente en Brasil, pero allí sólo juegan los que son tan
tiernos como para aún no haber venido a Europa, los que son tan malos
como para no haber venido a Europa o los que son tan viejos como para
haber vuelto ya de Europa, como Ronaldinho. En fin: ¿Cavani o Neymar?
Ahí se mueve el Madrid. ¿Fútbol o marketing? Esa es la dicotomía en la
que se mueve el club de Chamartín en los últimos años.
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