«Entonces apenas tenía 12 años pero sabía lo suficiente de Biología
como para comprender que aquello era algo muy importante». Michael
Crick, hijo del legandario codescubridor del ADN, Francis Crick, explicaba recientemente a ELMUNDO.es el valor histórico de la carta que recibió de su padre el 19 de marzo de 1953, poco después del hallazgo revolucionario de la doble hélice. Anoche, Christie's subastó este documento por el precio récord de 5,3 millones de dólares (unos cuatro millones de euros).
Los responsables de Christie's confíaban recaudar dos millones de
dólares por el documento. Una cifra similar a la que abonó hace unos
años un coleccionista anónimo por la carta que Albert Einstein envió a Franklin D. Roosevelt en 1939 advirtiendo de los peligros de la tecnología nuclear. Finalmente el precio de la subasta ascendió a 5,3 millones, una cifra mucho más alta de lo esperado.
«La carta la recibí un día en que estaba con fiebre por la gripe»,
recordaba Michael, que hoy tiene 72 años y vive con su esposa en un
suburbio de Seattle. «En el internado me habían puesto solo en una
habitación para evitar el contagio y alegró mucho recibir noticias de mi
padre. Al final del trimestre, fui a verle a su laboratorio de
Cambridge y me enseñó la doble hélice con orgullo. Recuerdo que me pareció algo muy hermoso».

El final de la carta no deja dudas sobre la importancia de la doble hélice. «Creemos que hemos encontrado el mecanismo por el cual la vida viene de la vida», escribe el científico a su hijo. «Puedes comprender por qué estoy tan ilusionado».
Crick había nacido en una aldea británica en 1916 y mostró desde muy
pronto un interés especial por la ciencia. Quizá porque no quería coger
las riendas del negocio de calzado de su padre o por los genes de su
abuelo: un naturalista aficionado que dio nombre a dos especies de
caracoles y llegó a cartearse con Charles Darwin.
Al principio Michael siguió los pasos de su padre y se graduó como biólogo en la Universidad de Harvard. Pero en los años 60 inició una segunda carrera que le llevó a diseñar varios videojuegos en ordenadores de madera y a ser parte del equipo que diseñó el germen de lo que luego sería internet.
Michael acompañó a Francis Crick a la entrega del Nobel y recuerda la
emoción al verle recibir el galardón del rey de Suecia. «Durante muchos
años escondió la medalla», recuerda a este diario. «Pero muy pronto la
subastaremos también en una firma de Texas».
Según explicó Michael a ELMUNDO.es, la mitad del dinero recaudado por la venta de la carta irá a parar al Salk Institute de la ciudad californiana de La Jolla, donde Crick llegó después de su jubilación forzosa y donde trabajó como científico hasta el día de su muerte. Allí financiará proyectos relacionados con sus disciplinas favoritas: la neurología y la biología molecular.
«No queríamos poner demasiadas restricciones», dice Michael. «Pero sí
queríamos que el dinero estuviera dedicado a aquello que más fascinaba a
mi padre».
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