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domingo, 28 de abril de 2013

Los presos de Guantánamo se dejan morir de hambre

La huelga de hambre de los presos de Guantánamo va a entrar en su tercer mes con más de la mitad de la población del centro de reclusión sumada a ella y con la casi totalidad de los efectivos militares dedicados a atender y alimentar por la fuerza a los huelguistas.
La situación que se vive en la base naval militar norteamericana instalada en territorio cubano es tan límite que el Pentágono ha enviado personal médico adicional para que pueda ocuparse del creciente número de presos que se niegan a comer.
El pasado viernes, las autoridades de la base reconocían que 94 reos están en huelga de hambre sobre un total de 166, y que 17 estaban siendo alimentados con vías por la nariz hasta el estómago para evitar su deshidratación y pérdida de peso que les podría acarrear la muerte.
En la semana que comienza deberían de llegar a la instalación militar 40 personas enviadas por el Departamento de Defensa —entre médicos, enfermeras y otro personal hospitalario— que ayudará a las cerca de 100 personas actualmente de servicio en las instalaciones médicas de la Armada, según el coronel Samuel House, uno de los portavoces del centro de reclusión de Guantánamo.
No es ésta la primera huelga de hambre que se vive en la prisión. Poco después de su creación, en enero de 2002, para alejar de las leyes de EE UU a los capturados en el extranjero en la guerra contra Al Qaeda —denominados por la Administración de George Bush “combatientes enemigos”—, se desarrollaba la primera.
En 2006, las autoridades militares acababan por la fuerza con otra que llegó a sumar a casi 200 personas —por aquel entonces había más de 600 prisioneros—. Pero la que ahora se lleva a cabo obedece a razones distintas a las de hace años. Si, según el teniente coronel de turno a cargo entonces de las relaciones con la prensa, la huelga era "una táctica de Al Qaeda" para captar la atención de los medios de comunicación, ahora responde a razones que difieren según las versiones pero que tiene la frustración y la desesperación como telón de fondo: los presos están dispuestos a dejarse morir antes que pasar otro día más encerrados.
En un principio, los presos se quejaron de registros indiscriminados en los que sus objetos personales –entre ellos el Corán- eran tratados de forma irrespetuosa por los militares. Pero tanto los abogados como las autoridades de la base aseguran que lo que subyace es el sentimiento de que la única manera de abandonar el penal es en un féretro.
Para el general John Kelly, jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos y al frente del penal de Guantánamo, los presos tenían grandes expectativas de que con Barack Obama se cerrase el centro que se han visto frustradas. “Estaban devastados cuando percibieron que el presidente daba marcha atrás”, asegura Kelly, en entrevistas con la prensa norteamericana la semana pasada. A esa decisión se sumó la firma presidencial en enero de 2011 para restringir al máximo los traslados a terceros países.
El pasado viernes, la influyente senadora demócrata Dianne Feinstein –presidenta del Comité de Inteligencia del Senado- pedía a la Casa Blanca que reanudase el proceso de transferencia y liberación de 86 reos que hace más de tres años que cuentan con el visto bueno de la Administración para regresar a sus países. De esos 86 presos, 56 son de Yemen, país hacia el que el presidente Barack Obama frenó futuras transferencias después del intento de atentado el día de navidad de 2009 por parte de un yemení y la base de Al Qaeda en ese país asiático frente al cuerno de África.
“El hecho de que muchos detenidos hayan pasado más de una década en Guantánamo y crean que no hay luz al final del túnel para ellos es una razón más para los crecientes problemas y los cada vez más y más reclusos en huelga de hambre”, ha escrito Feinstein en una carta dirigida a Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Feinstein recordaba en su carta al consejero de seguridad de Obama que cuando sucedió el intento de atentado el día de Navidad ella misma pidió al presidente que se paralizaran las transferencias “hasta que la situación en Yemen se estabilizase”. Sin embargo, la senadora considera que ha llegado el momento de examinar si el presidente yemení, Abdu Rabbu Mansur Hadi –enemigo declarado de Al Qaeda desde que llegó al poder el año pasado- puede garantizar que “los 56 yemenís que tienen carta blanca para ser transferidos” no serán un peligro para la seguridad y proceder así a su traslado desde Guantánamo.
La senadora recuerda a la Casa Blanca en su misiva que tras su visita al penal militar de Guantánamo a principios de este mes, el Comité Internacional de la Cruz Roja indicó que la desesperación entre los detenidos “no tiene precedentes”.

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