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miércoles, 6 de marzo de 2013

Girona, de piedra y agua

Cuenta una de las leyendas más antiguas acerca de los orígenes de Girona que fue el gigante Gerión, un personaje mitológico contemporáneo de Osiris, quien puso la primera piedra de la ciudad. Lo hizo para construir un castillo justo después de fundar la villa de Colliure, al otro lado de los Pirineos. Se trata de una edificación de cimientos mágicos, no así como los vestigios palpables del paso de los romanos en el siglo I aC. Los restos de la muralla romana son el eje del actual casco antiguo de la que hace veinte siglos bautizaron como Gerunda.
Junto con la piedra, el agua es el otro elemento que conforma la personalidad de la ciudad. Hasta cuatro ríos la bañan, pero es sin duda el Onyar el que te deja una mayor impronta. Sus aguas, en las que conviven patos y carpas, separan la parte antigua de Mercadal, en la orilla izquierda, la zona cosmopolita de la ciudad. Dos mitades muy diferenciadas que laten a ritmos muy distintos: la paz de antaño y el trasiego de hoy en día, a solo un puente de distancia.
Cada uno de ellos tienen su historia. El de Piedra data de 1856, durante el reinado de Isabel II, y ocupó el lugar del de San Francisco. En él, puede reconocerse los bloques de la característica piedra gerundense, con restos de algunos fósiles. Nada que ver con la estructura metálica del Puente de Hierro, construido en honor a Gustav Eiffel, o con el de Gómez, de aspecto esbelto, austero y moderno. El más actual, el de Sant Feliu, apenas tiene una década.
Antes de pasar a la otra orilla, es casi una obligación detenerse para disfrutar de una imagen de postal: las casas del Onyar, que parecen suspendidas sobre el río y cuyo reflejo sirve para colorear las aguas. Pintorescos edificios con detalles de madera y con muros de colores tierra que le aportan calidez a la fría piedra del conjunto. Todos ellos diferentes y construidos a lo largo de los años que han servido de fuente de inspiración a muchos artistas.

Las casas sobre el río Onyar.
Al cruzar el río, el reloj se para. En medio del bullicio, se halla un oasis de calma en el que el tiempo parece no discurrir. Es como entrar en un tiempo pretérito por sus calles empedradas, sus pórticos y los restos de muralla romana, por cuyo paseo exterior y sus torres de vigilancia ejercen de inmejorables miradores para contemplar la belleza de la ciudad a vista de pájaro.
La muralla, nuestro guía
Girona, de piedra y aguaNo hay que perder de vista la muralla. Nos servirá para ubicarnos a lo largo de la visita por esta amalgama de callejuelas estrechas, donde nos encontraremos con los restos de la Vía Romana, la que unía Roma con Tarragona. También con la Catedral de Santa María, construida entre los siglos XI y XVIII, el mejor ejemplo de la pátina que el paso de los años ha dejado en Girona: en ella conviven un claustro románico con una amplia nave gótica -la más ancha del mundo, tras San Pedro del Vaticano- y un portalón que data del barroco.
Muy cerca, San Narcís, el patrón de la ciudad, a quien está consageada la la Iglesia de Sant Feliu, da la bienvenida a todos los visitantes e invita a detenerse ante la columna de 'La Leona', una réplica de la original del siglo XII, origen de una frase popular: “No puede ser vecino de Gerona/ quien no le de un beso en el culo a la leona”. La mejor garantía para los visitantes de que volverán a la ciudad. Vale la pena también visitar los Baños Árabes, que en realidad son una construcción románica en la que destaca una impresionante cúpula interior de planta similar a las antiguas termas romanas.
Mención aparte merece el Call, en antiguo barrio judío, uno de los mejores conservados de Europa. Desde el siglo IX y hasta finales del XV, en este laberinto de piedra vivió una reducida comunidad que se vio obligada a dejar la ciudad tras seis siglos aportando su riqueza. En su día, allí existieron unos baños rituales, una carnicería y una sinagoga. De hecho, es muy posible que estuviera ubicada en la calle Força donde hoy en día se encuentra el Centro Bonestruc ça Porta, el Museo de Historia de los Judíos.
Semana Santa
Girona cuenta con varias procesiones de Semana Santa a las que vale pena prestar atención si durante esos días visitas la ciudad. El Miércoles Santo, los Manaies de Girona recorren sus calles para entregar el tradicional Pendón -la insignia para guiar las procesiones- al portador en su domicilio, donde la custodia hasta la salida del paso del Santo Entierro del Viernes Santo. Ese día, el Manípulo de Manaies recoge al pendonista y lo acompaña a la sede de la Cofradía. El acto comienza cuando las campanas de la Catedral señalan las 22.00 horas y empiezan a descender por las escaleras a marcha lenta y golpeando con las lanzas, acompañados de bombos y timbales y seguidos de los cofrades, con túnica gris y capa granate.
El momento más espectacular de la celebración llega cuando los Manaies ejecutan la Estrella y la Rueda, entecruzándose entre ellos. Pasada la medianoche, todos los participantes regresan a la Catedral para cerrar el paso hasta la próxima Semana Santa.

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