El Gobierno catalán ha abierto expediente informativo al hospital
comarcal de La Seu d’Urgell, centro financiado con dinero público pero
de gestión privada que plantea operar antes a quien esté dispuesto a pagar para saltarse la lista de espera.
La Dirección General de la Inspección de Salud ha requerido
información a este centro después de que EL PAÍS detallara que el
hospital ofrece desde el lunes sus quirófanos —cerrados por la tarde por
los recortes que aplica la Generalitat—
al sector privado. El primer ejemplo de cómo el hospital aplica este
criterio lo protagonizó Teresa Tosas, de 66 años y pendiente de una
intervención en la rodilla. La mujer señala que evitó siete meses de
espera gracias a su seguro privado, que alcanzó un acuerdo para utilizar
el quirófano del centro. Al igual que el hospital, el traumatólogo que
la operó trabaja para la sanidad pública en este centro y además dispone
de consulta privada en el mismo.
La Generalitat ha reclamado información sobre el caso concreto de
Tosas, señalaron ayer a este diario fuentes de Salud. También ha
solicitado la programación de la actividad quirúrgica para el mes de
febrero para esclarecer cómo el centro gestiona el alquiler de los
quirófanos a la sanidad privada.
El centro aún no ha comunicado a su personal qué criterio debe seguir para ofrecer quirófanos de pago
Por último, Salud ha emplazado al hospital a actualizar el código
ético del centro para adaptarlo a estas nuevas posibilidades de
actividad con el sector privado, especialmente en lo referente a la
mecánica de comportamiento de los profesionales que combinan su
dedicación a la sanidad pública con su consulta privada. El centro, que
ya estaba ultimando esta nueva versión del código, todavía no ha
comunicado al personal médico qué criterio debe seguir a la hora de
ofrecer quirófanos de pago a pacientes de la sanidad pública, como
ocurrió en el caso que ahora investiga Salud.
Los ajustes también han hecho coincidir el cierre de camas, que la
Generalitat mantiene desde agosto, con el auge de la epidemia gripal.
Ello ha saturado las urgencias de los principales centros de Cataluña, que en algunos casos deben atender a los pacientes en condiciones precarias.
Los enfermos que acuden a las urgencias del hospital Sant Jaume de
Calella (Barcelona), por ejemplo, deben soportar el frío invierno además
de la gripe. Vestidos con finas batas que dejan a la vista buena parte
del cuerpo y obligados a taparse con toallas porque no hay suficientes
mantas, muchos son atendidos en los pasillos.
Allí esperan un ingreso en planta que puede tardar varios días. Los más
afortunados tienen cama para acostarse y arrebujarse en busca del
calor. El resto pasa el mal trago recostado en una dura camilla o en una
silla de ruedas.
En los pasillos de urgencias había el jueves al menos cuatro
pacientes tendidos en camillas, una situación tan habitual que los
corredores están divididos en zonas marcadas con letras y números. Los
profesionales del hospital colocaron hace tiempo cortinas para preservar
la intimidad, aunque no tapan al paciente de la vista de los que pasan
por su lado. Urgencias lleva 15 días “colapsado”, denuncia CC OO. El fin
de semana, decenas de personas fueron atendidas en los pasillos por
falta de camas en las plantas.
“Mi marido pasó el miércoles en una camilla en el pasillo”, se
quejaba Carmen Muñoz, de 71 años. Ingresó por la mañana con una
infección respiratoria y hasta entrada la tarde no fue trasladado a un
box. “Está tapado con una toalla”, protesta Muñoz. “Se lo dije a un
médico y me contestó que no hay mantas, que si quiero lo denuncie”,
explicó. A su marido no le han subido a planta porque no hay camas.
Tampoco las hay en urgencias, así que el hombre pasó al menos otro día
en una camilla.
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