En los bosques de Heidelberg, entre Stuttgart y Frankfurt, ya se flirtea diariamente con los cero grados. El frío trae de vuelta a Juan y su cuadrilla tras cuatro meses rasurando maleza con meticulosidad germánica y manos españolas. Las de quienes, tras perder la libertad, aprenden a disfrutarla con trabajo.
La Generalitat ha buscado en el exterior lo que falta en el interior: empleo. Ha puesto en marcha en Alemania el primer plan de reinserción laboral para reos que se realiza fuera del Estado.
"Nos adelantamos, sabíamos que la situación en España iba a ser cada vez peor. En tiempos de crisis, antes de contratar a un preso contratan a una persona 'normal'. Se va reduciendo la posibilidad de ocupar a los internos y, por eso, abrimos nuevas vías". Quien se explica es Joachim Englert, trabajador del CIRE -la empresa pública catalana encargada de la reinserción de reclusos- y principal culpable de que este pionero programa prosperase. Sus raíces sirvieron de nexo para que los exigentes contratantes alemanes confiasen en un grupo de limpieza forestal compuesto por cinco personas con cargas judiciales vigentes y un capataz teutón.
"Si me tuve que adaptar a la cárcel con 28 años, me adapto a lo que sea"
Las de Juan expiran en dos meses. Los que faltan para que cumpla una condena de 10 años y medio por múltiples robos para financiarse el consumo de droga. De ellos, pasó tres sin pisar la calle. Disfrutaba de un régimen abierto de tercer grado y ya adecentaba bosques en tierras autóctonas como operario de la Fundación Privada AFMA -subcontrata del CIRE- cuando llegó un tren con rumbo al sur de Alemania. "Fue como si a un jugador de Tercera División le preguntaran qué le parecería jugar en Primera", sintetiza.
Antes de la llegada del convoy, sin embargo, hubo que someterse a unos preparativos exahustivos que implicaron el perfeccionamiento de las técnicas utilizadas en Cataluña para abordar con garantías su nuevo cometido en los más frondosos montes del norte de Europa y la entrada en contacto con las primeras nociones de alemán. Fueron los requisitos exigidos por los representantes de la facultad de ingeniería forestal de la universidad de Rottenburg que se desplazaron expresamente para comprobar el nivel de las brigadas antes de rubricar el acuerdo. Una firma por un mes que el buen hacer de los reclusos amplió a cuatro, tras la concatenación de contratos a partir del boca oreja entre los propietarios de los bosques.
Un 'Erasmus' laboral que Juan superó con la solvencia de una personalidad curtida: "Fue un poco duro, especialmente por la temperatura, el idioma y estar lejos de la familia, pero si me tuve que adaptar a la cárcel con 28 años, me adapto a lo que sea. Esto era levantarte, cumplir y acostarte", completa.
Era levantarse a las seis de la mañana, bregar con el sotobosque de siete a cinco y media, esperar a la siguiente jornada y firmar cada quince días en el consulado para acreditar que no había habido fuga. A cambio, un sueldo de entre 1.200 y 1.500 euros, cien por cien procedente del empleador, sin subvenciones de por medio, y dietas pagadas, en este caso sí por el CIRE. "La filosofía es que, desde el primer momento, tengan una remuneración digna y en España ya encontramos problemas para cumplirlo", puntualiza Joachim.
¿Siguiente parada Francia?
Pese a que la hora de trabajo se paga a 26 euros en Alemania y a 7 en Cataluña, la brigada que ha encetado periplo no ha resultado rentable para la empresa dependiente de la Generalitat. Lo será a partir de marzo, cuando entre 12 y 15 presos regresen y la inversión "se amortice". Es la previsión de Josep Mª Faura, director del CIRE, que apunta como primer objetivo "consolidar" lo logrado y, después, expandirse por el resto del territorio tudesco y aspirar a extender la iniciativa a Francia. Tratando incluso de llevarla a otros ámbitos de reinserción laboral ya empleados por la fundación vinculada a la Generalitat en Cataluña como la restauración de inmuebles.
"Fuera de su ambiente pro delincuencia han aprendido a vivir sin un funcionario"
"Tenemos que buscar cosas fuera porque no podemos competir con la empresa catalana. Podemos ayudarla a que no tenga que cerrar, podemos ayudarla a que no tenga que deslocalizar su producción o a que recupere un taller que había trasladado a China, pero no competir con ella", aclara Faura, refiriéndose también a otras labores que organiza la institución que capitanea, léase talleres de manufactura desde las prisiones para corporaciones privadas de automoción o componentes eléctricos que "buscan reducir costes".
Lo que ahora causa expectación, inicialmente despertó dudas. "Cuando empezamos, nos dijeron que estábamos locos. Fue difícil conseguir los permisos para que dejasen entrar a este tipo de personas. Ahora sabemos hacerlo, ya hemos construido el camino", se felicita.
Los resultados son notorios. "Pasar de estar encerrado tanto tiempo a conocer otro país, otra cultura. Ha sido grandioso", relata Juan. La convivencia en el extranjero ha constituido un acelerador en la reintegración social de este preso y sus cuatro compañeros, así lo constata el director del CIRE. "Han estado fuera de sus ambientes pro delincuencia y cinco tíos totalmente diferentes han aprendido a organizarse, cocinar y vivir sin un funcionario de por medio". "Allí respiran", suma Joachim.
Juan dio un paso adelante no incluido en el programa: perfeccionar su alemán. Intercambió nociones con una vecina de la región de Baden-Württemberg, en la que residió."Han sido encantadores, nos han tratado como personas, lo que somos. Personas que cometimos un error, pero no marcianos", cuenta y Josep Mª Faura lo argumenta: "Tienen la parte social más impregnada. En el norte, hablas de reinserción y te escuchan muy rápidamente". Tanto han escuchado que Juan se hubiese quedado y no le cierra las puertas al regreso aunque, por el momento, retomará su labor en el más calmo bosque catalán. En él trabajan habitualmente 18 brigadas formadas por unos 70 reclusos, que ya cuentan con actuaciones destacadas en sus diez años de experiencia, como la ingente tarea de desbrozamiento que siguió a las inesperadas nevadas que asolaron Girona en marzo de 2010.
"Sabían que era una oportunidad. Quieren salir. Luchan porque lo han perdido todo"
Figurar en el siguiente grupo se vende muy caro. El director del proyecto sostiene que se le acumulan los voluntarios después de que sus compañeros loaran la experiencia tras doblegar el lomo con la satisfacción que aporta el ser reconocido.
Joachim lo palpó sobre el terreno: "Sabían que era una buena oportunidad y por eso estaban más motivados. Quieren salir y eso se nota. Luchan porque ya lo han perdido todo". Toca recuperarlo con lo aprendido en el frío.
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