"Poné a los pibes, Muñeco", le gritaron a Marcelo Gallardo apenas salió de Los Céspedes para dirigirse al estadio. Fue un vaticinio, una especie de augurio de lo que podía pasar. Y como el técnico, que ya había tenido en su cabeza la idea de tirar a la cancha desde el vamos a Gonzalo Bueno, después de comprobar que a Nacional le había faltado profundidad, velocidad y control de pelota en la primera mitad, se la jugó.
Y lo hizo de manera decisiva. Clave. Con sus cambios dio vuelta la historia. La del clásico, la del torneo y la de muchas cosas más.
Ganó Nacional y no fue una victoria más. Es una de esas imposiciones que marcan, que quedan grabadas en la memoria de la gente, que inmortalizan los nombres de los héroes, que condicionan contratos futuros.
Ganó Nacional. De atrás, como le gusta al hincha, y con diez hombres porque había sido expulsado el zaguero Jadson Viera. Ganó porque Gallardo tuvo el coraje de tomar decisiones arriesgadas, como la de sacar del campo de juego a Facundo Píriz, porque de movida en la segunda mitad puso a Álvaro Recoba y Gonzalo Bueno y porque no tuvo inconvenientes de ninguna índole de jugársela por el otro botija (Renato Cesar) cuando Peñarol había sacudido el tanteador del clásico con un sorprendente tiro al arco de Rosano que se comió Rodrigo Muñoz.
Ganó el tricolor porque Recoba es un señor jugador de fútbol y porque los botijas fueron un tormento para la defensa aurinegra.
La superioridad fue tan notoria, tan clara, que Gregorio Pérez se vio obligado a tratar de darle otra consistencia a la defensa y por eso puso a Gunino para intentar frenar a Bueno.
Pero no pudo. Qué va a poder si al final terminó cometiendo el penal que en la hora le dio la hermosa chance a Recoba de borrar definitivamente de la memoria tricolor alguna que otra decisión anterior del "Chino".
La estrategia de Gallardo fue perfecta. Sí, en la primera parte el dominio lo ejerció Peñarol que generó situaciones que no fueron aprovechadas por Santiago Silva y en otras ocasiones fueron bien resueltas por el "Popi" Muñoz, pero a partir de las resoluciones del entrenador tricolor el clásico fue diferente. Más agresivo, más abierto, más incisivo.
Y en ese ida y vuelta terminó rompiendo todo el conjunto del Parque Central, que curiosamente se vio obligado a terminar con el corazón en la boca por el tiro libre a favor que tuvo Joao Pedro. Pero el momento de esplendor llegó poco después. La algarabía nació en el electrizante contragolpe del incontenible Bueno. Se acrecentó con el penal de Gunino. Y llegó a las nubes con el bombazo de Recoba para romperle el arco a Carini.
Ganó Nacional. Por Gallardo, por su lectura del partido y por su audacia. Ganó Nacional porque el "Chino" manejó la pelota y porque dos aviones enloquecieron a Peñarol.
No fue un clásico más. Fue memorable.
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