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martes, 30 de agosto de 2011

Cesc y Thiago alumbran al futuro Barça


Anoche nació un nuevo equipo en el Camp Nou. Viste también la zamarra azulgrana, tiene a Messi, Iniesta y a Valdés, juega muy bien al fútbol, marca goles y también gana con facilidad, incluso al Villarreal. No hay duda de que es el Barcelona. La diferencia está en la dimensión que le han dado Cesc y Thiago, en la evolución de Keita y Busquets, en las prestaciones de Alexis. Aun siendo reconocible por singular, el registro del Barça es diferente, ha evolucionado respecto al pasado, tal que se hubiera reinventado, como si necesitara mudar, sentirse diferente y el rival no le reconozca, creerse que no ha ganado nada en la vida. La nueva versión fue recibida con gran entusiasmo por la hinchada.

Las Supercopas, la de España y la de Europa, ya son historia, forma parte del pasado, ni siquiera se celebraron en el Camp Nou, pese a que la última se ganó el viernes en Mónaco. Empieza una nueva Liga y nace un nuevo equipo que quiere ganarse a la gente, perfeccionar su fútbol, provocar el interés mundial. No estaban ni Puyol, ni Xavi, ni Piqué ni Villa y, sin embargo, jugaban como si se conocieran de toda la vida, hambrientos de gloria. Nace la generación Cesc, la quinta de Thiago, una nueva hornada de futbolistas que quieren ser protagonistas y no quedarse a mitad de camino como ocurrió con la generación de Lo Pelat. Guardiola tiene una fe ciega en sus muchachos de la Ciudad Deportiva.

Aunque pocas, las nuevas incorporaciones son tan selectivas que darán mucho juego al equipo porque aportan versatilidad y le permiten dibujos diferentes sin variar el estilo. Ayer, por ejemplo, Guardiola aprovechó la baja de hasta cinco defensas (Alves, Piqué, Puyol, Abidal y Mawxell) para desplegar el plantel a partir del manual más cruyffista, el 3-4-3 tantas veces utilizado en situaciones extremas, el famoso rombo. La apuesta tenía también su sentido si se atiende a la idiosincrasia del Villarreal, excelente en el fútbol interior y agresivo por la potencia de sus dos delanteros, Nilmar y Rossi, un jugador magnífico. El mejor 4-4-2.

No era la primera vez, por otra parte, que el equipo de Guardiola jugaba con tres zagueros, cuatro medios y tres delanteros. La novedad estuvo sobre todo en juntar a Cesc con Thiago y prescindir de Xavi y Villa, y en situar a Pedro en la izquierda para que Alexis abriera la banda derecha mientras Busquets ejercía de libre al lado de Mascherano y Abidal. El ideario siempre fue el mismo en La Masia, los libros de texto pasan de generación en generación, se repite la lección hasta automatizar las respuestas. Varían solo los intérpretes y ahora mismo se han reunido un grupo de artistas estupendos en la línea de medios, el punto neurálgico del fútbol del Barcelona.

La hinchada admira a Cesc, Thiago, Iniesta y, claro está, a Messi. Los jóvenes centrocampistas ofrecieron un recital. Actuaron de forma sincronizada y armónica, tanto en la presión como en la salida de la pelota, ocuparon la cancha de manera racional y jugaron muy bien al espacio, poco al pie. La llegada de Cesc le ha dado profundidad al equipo mientras que las conducciones de Thiago resultan desestabilizadoras para el contrario por su capacidad para filtrar el pase o por su tiro de media distancia. Marcó Thiago y repitió Cesc, habilitado por Messi en una jugada ya vista cuando se alineaban en el cadete.

El Villarreal tuvo muy poco que decir, salvo quejarse con razón del árbitro, que le midió mal las veces que Rossi se desenganchó de la marca y enfiló a Valdés cuando el encuentro aún estaba abierto. No concedió la ley de la ventaja en una ocasión franca, tampoco le ayudó el linier en el fuera de juego y las manos de Valdés fueron tan importantes como sus pies. Aunque pocos, el Villarreal tuvo sus momentos para empatar, más por la inteligencia de su ataque que por los errores de la zaga azulgrana, siempre liderada por el tackle de Mascherano. Le perdió el gol de Cesc, indefendible en cualquier Liga, porque no hay antídoto para el toque de Messi y el desmarque del 4.

El volante central se ofrece, se asocia, va y viene, da y marca goles. A veces parece incluso una versión de Messi. Ambos funcionan excelentemente como dos falsos nueves en un equipo auténtico. Tampoco hace falta saber si Thiago es interior diestro o zurdo, volante o enganche, sino que simplemente es un todocampista. Las asistencias que dio a Alexis y a Messi en el cuarto y quinto fueron tan excelentes como los movimientos del extremo chileno, que se ganó el campo y armó el tiro a gol como un ariete, y del argentino, que dejó dos goles y ya son 101 en el Camp Nou. Al Villarreal no le quedó más remedio que taparse y darse por satisfecho por evitar el sexto.

Los azulgrana se quedaron a un gol del Madrid igual que Messi respecto de Cristiano Ronaldo. Nadie se quejó porque el Villarreal no es el Zaragoza y porque las sensaciones que ofrece el equipo no se miden solo con tantos sino con fútbol, y el juego del Barça, de momento, ilusiona por nuevo, refrescante, vitalista. Nadie diría que llevan tres años ganando copas y Ligas.


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