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domingo, 30 de enero de 2011

Macrobotellón contra la vida islámica en las plazas turcas


"A la salud del AKP". Éste será el grito de guerra irónico de las miles de personas -o decenas de miles, quizás más- que se juntarán este sábado noche en las plazas públicas de toda Turquía para beber. Un brindis simbólico contra el partido gubernamental y a favor de la libertad de beber.

Una libertad amenazada por la nueva ley que regula la venta de alcohol, según creen los que convocan la concentración: el Gobierno, moderadamente islamista, ha mostrado por fin su verdadera cara e intenta erradicar la bebida de la vida pública. Todo falso, responde Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía: "Aquí los que quieran pueden beber hasta que revienten". Una expresión por la que tuvo que pedir disculpas el jueves.

"La ley es muy ambigua y hay clarificarla. Entiendo por qué la gente está enfadada", consiente Merve Alici, miembro de la organización Jóvenes Civiles, que habitualmente se sitúa en una onda favorable al Ejecutivo. En primer lugar, la norma prohíbe servir alcohol en locales que "podrían ser frecuentados" por jóvenes. Y "jóvenes" son quienes tienen entre 15 y 24 años. "Muy mal. Acabo de enterarme que en el Babylon, mi discoteca preferida, van a pedir el carné y sólo dejarán entrar a los mayores de 24. ¡Y yo tengo 23!" se queja Alici. Eso sí, teóricamente, la edad para comprar alcohol sigue fijándose en los 18.

Dudas sobre la medida

Nadie entiende muy bien los detalles. ¿Significará la norma que una familia ya no podrá entrar en un restaurante donde se pide raki ―anís, la bebida nacional de Turquía― con el pescado? De hecho, ya antes de aprobarse la ley, la policía de Ankara efectuaba controles en algunos restaurantes, apoyándose en una ley de 1930.

Pero no toda la ley es mala, recuerda Alici. "Está bien que se dejen de vender bebidas alcohólica en los restaurantes de las autopistas. Y que los vendedores puedan pedir el carné a los clientes si sospechan que son menores de edad. Pero no todo el que bebe es alcohólico", añade.

El debate trasciende lo legislativo. "El alcohol es un caballo de batalla tanto para los laicos, que lo ven como una libertad fundamental, como para los religiosos: éstos arremeten contra la bebida pero no contra otros pecados del islam. La ley crea una enorme división en Turquía", aclara la activista. "Entiendo que muchos sientan amenazados su estilo de vida. Yo también". El vicepresidente, Bülent Arinç, no ayudó a disipar temores: "La vida no se compone de alcohol y sexo", sentenció.

Aumento de impuestos

Pero sin alcohol (ni sexo) no será lo mismo, opinan muchos. Y la ley también sube las tasas para las bebidas alcohólicas, que ya suponen más de la mitad del precio final. Una botella de vodka, anís o ginebra vale de 25 euros para arriba; un vino modesto al menos cinco. Y eso que Turquía es uno de los mayores productores de uva del mundo. Mucha gente sospecha que el Gobierno de Erdogan intenta imponer la abstinencia atacando al bolsillo.

Hay quien se resiste. La página de Facebook que convoca a los turcos a juntarse, cerveza o copa en mano, en una veintena de plazas en toda Turquía, ya reúne a 94.000 admiradores que confirman asistencia. Esta noche, Estambul será una fiesta.

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