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viernes, 10 de diciembre de 2010

Reino Unido aprueba entre protestas el aumento de las tasas universitarias

Los estudiantes han perdido su pulso con David Cameron, que ha logrado aprobar su primera decisión impopular: una reforma que triplica las tasas universitarias y ha desatado en los últimos meses la ira juvenil. Hubo un buen número de diputados rebeldes en las filas conservadoras y liberal demócratas. Pero no los suficientes como para tumbar el proyecto de ley. Ahora la legislación será revisada por la Cámara de los Lores. Pero no se esperan grandes cambios en los que se ha aprobado hoy.

La votación es el primer examen de la coalición entre conservadores y liberales. Los primeros votaron en su mayoría a favor de la medida. El partido de Nick Clegg la afrontó dividido entre el respaldo, el rechazo y la abstención. Votaron a favor todos los ministros y en contra los ex líderes liberales Charles Kennedy y Menzies Campbell. Se abstuvieron muchos. Entre ellos, el líder del ala izquierda del partido Simon Hughes.

Triunfo de Cameron

El resultado se aprobó por tan solo 21 votos de diferencia. Un margen cuatro veces menor que la mayoría de la que el Gobierno disfruta a diario en los Comunes. Aun así, el voto es un triunfo político de Cameron y le ayudará en las decisiones difíciles que aun tiene que tomar.

En la propuesta del Gobierno, late una lógica sencilla. Las universidades necesitan más dinero y el Estado no puede dárselocuando está en números rojos. Según sus planes, las tasas universitarias subirán de 3.200 a 9.000 libras anuales (de 3.800 a 10.600 euros). Una cifra que ha desatado la ira estudiantil.

Si uno mira la letra pequeña, la subida no es tan grande. En el Reino Unido, los estudiantes no estudian por cuenta de sus padres sino por cuenta del Estado, que les concede créditos que devuelven cuando entran en el mercado laboral. Según los planes del Gobierno, un enfermero que cobre 23.000 libras anuales pagaría una mensualidad de 15 libras por el préstamo. Aunque no lo hubiera devuelto, 30 años después dejaría de pagar.

La oposición laborista es consciente de la necesidad de recaudar más dinero para las universidades. Pero prefiere hacerlo por medio de un impuesto para licenciados en el que paguen más aquellos que logren empleos mejores después de la universidad. El Gobierno ha desechado esta opción por considerar que podría espantar a los estudiantes con más talento hacia otros países.

Clegg, el odiado

Son detalles en los que no se han detenido muchos de los jóvenes de la muchedumbre, que aún permanecen retenidos por la policía en Parlament Square. Se podían ver pancartas contra David Cameron. Pero muchas más contra el líder liberal demócrata Nick Clegg, cuyo partido prometió en primavera que no aprobaría una subida de las tasas universitarias y hoy en cambio defiende que se tripliquen a partir de 2012. En las últimas horas, Clegg ha intentado persuadir a los estudiantes de los motivos de su cambio de opinión. En parte explicando que el acuerdo con los conservadores implica cesiones por las dos partes y en parte diciendo que el endeudamiento del Estado hace imposible otra decisión. Argumentos que no han convencido a los jóvenes ni a los diputados liberales y conservadores que han votado en contra de la decisión.

Entretanto, los diputados debatían la propuesta en sus bancadas de los Comunes. Ajenos al ruido ensordecedor que recorría las calles de Westminster pero conscientes del descontento entre la comunidad estudiantil.

No es una sorpresa

La aprobación del proyecto no es una sorpresa. El Gobierno liberal conservador tenía una mayoría suficiente como para esquivar el empuje de los disidentes y sacar adelante la legislación. Pero eso no merma la relevancia política de la jornada, muy importante para el futuro de la coalición.

En principio, el acuerdo entre conservadores y liberales debe durar hasta la primavera de 2015. Pero el descontento de la izquierda liberal podría desencadenar un final abrupto a mitad de la legislatura. Por ahora, sin embargo, a Clegg sólo le queda esperar y fiarlo todo a la mejora de la economía británica. Los sondeos le sitúan en un 8%. Es el político al que menos le interesa un adelanto electoral.

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