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viernes, 10 de diciembre de 2010

España Militarizar los mercados

Supongamos que el conflicto de los controladores ha sido algo tremendo y han causado un mal económico enorme al país y a muchos ciudadanos.

Supongamos que ese 10% de turistas españoles del puente de la constitución lo han pasado rematadamente mal teniendo que buscarse vías alternativas o cuanto menos adónde pasar la noche, en medio del griterío de los niños o las quejas de los abuelos.

Supongamos que esos pocos miles de trabajadores han creado un estado de alarma social sin ni siquiera avisar, siendo además de los mejor pagados del escenario laboral español.

Supongamos todas esas cosas y algunas más si se quiere, y aceptemos que por todo ello ha sido justo aplicarles la ley en vigor de sedición o militarización tal cual se ha hecho.

Aceptemos sin reticencias la acción del gobierno. La “gobernanza” es justamente todo esto: el que los ciudadanos puedan pasar tranquilamente sus merecidas vacaciones en Cancún o en Borneo, usando con seguridad el espacio aéreo colectivo.

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… Esta manera de gobernar expeditiva y a favor del pueblo llano hay que aplaudirla porque nos sugiere inmediatamente una pregunta ¿sí esto se hace por que a una minoría de ciudadanos se le han abortado sus pequeñas vacaciones allende los mares, a qué grado de militarización habríamos de llegar cuando los mercados nos suben unos puntos los intereses a pagar por nuestras deudas soberanas y nos amenazan con tener que ir al foso de los griegos o irlandeses?

Aplicando un mero principio de proporcionalidad, quizá al estado de alarma nuclear que es el grado máximo de militarización que podemos concebir.

Estamos en manos de los controladores cundo tratamos de usar el avión para ir a alguna isla exótica de la misma manera que lo estamos en la de los especuladores cuando han decidido que este país puede ser un buen negocio. Aquellos tienen la sartén por el mango del control aéreo y estos están ejerciendo el mayor grado de coacción posible para poner al país en almoneda, justamente porque las leyes actuales del mercado lo permiten.

También el derecho de huelga o la defensa de la salud de los trabajadores en un derecho legalmente reconocido y sin embargo quebrado en circunstancias anómalas ¿Porqué no se consideran extraordinarias las circunstancias en las que los mercados están asaltando a muchos países, y se les aplica algún estado de excepción militar?

Por poner un ejemplo, para ver en que orden de magnitud nos movemos, nos bastará con saber que cada vez que tenemos que pagar por nuestra deuda soberana un punto más de interés para poder colocarla en los mercados, a la hora de retornarla habrá costado al país 10 millones de euros de más por cada mil millones pagados, que han de salir de las arcas del estado; o sea de los impuestos, del empeoramiento de los servicios públicos o del empobrecimiento patrimonial del estado.

Haciendo unas comparaciones de lo que se deja de hacer para poder pagar esos aumento de tipos de interés que nos exigen los mercados, bastará calcular lo que podríamos hacer en el futuro con esos diez millones de más: por ejemplo se podrían seguir pagando los 420 € a 4000 trabajadores en paro que han terminado sus prestaciones por desempleo, durante seis meses. Sin en vez de mil millones se pretendieran colocar 20 mil millones, el número de trabajadores que se podría beneficiar de una cantidad de subsistencia sería de 80.000. Y si en vez de un uno por ciento de más en los tipos de interés se tratase de casi un tres por ciento, el número ascendería a cerca de 250 mil trabajadores.

Y este es el caso porque el pasado 27 de noviembre el interés diferencial que teníamos que pagar en los mercados para colocar nuestra deuda era del 5.24% frente al 2.69% que tenían que pagar la deuda soberana alemana.

Pero ya sabemos que aquí no termina el asunto, si los mercados (al igual que los controladores) siguen declarándose insatisfechos podrán terminar dictando cómo hemos de funcionar como país, pues si pasa como en Grecia o Irlanda el “rescate” que nos ofrecen estará condicionado a que perdamos por entero nuestra soberanía económica, con lo que se puede muy bien invocar el artículo 8º de nuestra Constitución; ¡qué mejor época ahora que celebramos su aniversario!

Este paralelismo del que nos hemos servido para pedir la militarización de los mercados en base a que nos arrebatan la soberanía, es desproporcionado porque bien visto los costes de esta huelga no son tan elevados como nos dicen porque no se restan de los mismos los ahorros que hemos obtenido con la disminución de las enormes emisiones de gases invernadero que produce la aviación, ni tampoco con los interese futuros que habremos de pagar. Hay que tener en cuenta que nuestro país es uno de los más endeudados per capita del mundo (deuda privada y pública) y que el déficit por cuenta corriente de nuestra balanza comercial (lo que compramos menos lo que vendemos en bienes y servicios) arroja la cifra de 73.800 millones de dólares en los últimos doce meses, la mayor cifra de la economía mundial tras Norteamérica. Cada viaje de menos a Cancún es una mejora en nuestra balanza comercial y en las deudas de carbono que tanta falta nos hace. Y tampoco hay que olvidar que mientras la deuda pública de nuestro país es el 18% de la total, la privada es el 82% de la deuda total.

Por todo esto, el paralelismo del que nos hemos servido ha tenido solo un valor pedagógico, al fin al cabo los trabajadores luchan por sus derechos y por la enorme responsabilidad y tensión del trabajo que realizan, aunque dado el ambiente de crisis sus reivindicaciones puedan ahora ser mal entendidas e inoportunas. Pero igualmente los privilegiados que pueden usar un avión para ir a las antípodas en un escenario de grave cambio climático y de endeudamiento generalizado del país, tampoco son los más autorizados para protestar.

Estamos ante ese imaginario colectivo que describe el Roto cuando afirmaba en una viñeta: “¡Estamos dispuestos a prescindir de lo esencial, pero lo superfluo… ¡Que no nos lo toque nadie!”.

Los gobiernos no solo obedecen a los mercados sino también a los ciudadanos que pretenden imitar a la burguesía.

Pero el paralelismo no termina ahí, porque desde una posición antimilitarista no se podría invocar en ningún caso que un asunto civil se trasmute en uno militar. Por tanto, lo que habrá que hacer es luchar contra el capitalismo con los medios pacíficos más contundentes e inequívocos a nuestro alcance. Podemos empezar siguiendo la recomendación que acaba de hacer el premio Nobel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz: “o mandamos a los banqueros a la cárcel o la economía no se recuperará”, y que ha publicado en Yahoo’s Daily Finance, el 20 noviembre de 2010.


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