La celebración, en la que se entonaron varios cánticos y plegarias, fue una reivindicación de la igualdad de todos los cristianos. Los organizadores leyeron varios textos para situar en contexto lo que, para ellos, debe ser la figura del Papa: encíclicas papales, reflexiones de obispos y teólogos, postulados de derecho canónigo y fragmentos del Evangelio, como este de San Mateo (23, 8-9): "No deis a nadie el nombre del Padre, aquí en la Tierra, porque Padre solo tenéis uno, el del cielo".
Una piedra y una llama sirvieron para simbolizar todo el mensaje que los cristianos de base quisieron expresar: una piedra, que pasó de mano en mano, en recuerdo a la piedra sobre la que san Pedro edificó la primera iglesia; y una llama, para señalar la presencia de Dios en todos los cristianos.
Los organizadores leyeron una carta abierta en la que critican la "imposición de criterio" de Roma y en la que piden una visita papal "sin pompa ni seguridad, confiando en la providencia, representando la caridad y la pobreza". El deseo de estos cristianos es que la institución eclesiástica cambie para que todo el mundo pueda ser Papa "sin ningún tipo de discriminación por género, raza, o condición sexual".
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