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sábado, 19 de diciembre de 2009

Sobrevivientes: 7 horas enel mar aferrados a un remo

"El barco se hundió al lado nuestro"

Naufragio en Líbano Los cuatro técnicos uruguayos están a salvo y regresan en los próximos días Dos de los sobrevivientes relataron la peripecia Para las familias la pesadilla fue angustiante

N D. FRIEDMANN / A. TRUCIDO/

R. ROSSELLO

"Todos se tiraban al agua. Fue una locura. Yo fui uno de los primeros que me tiré. Vi que el barco se hundía y me tiré. Me largué derecho a un bote y ayudé a subir a otra gente. Éramos 20 en un bote de goma. El barco se hundió al lado de nosotros".

Animado, de buen humor y con la sensación de haber nacido de vuelta. Así lo contó Ruben Darío Perdomo (31), uno de los cuatro uruguayos que sobrevivió al hundimiento del Danny FII frente a las costas de Líbano. Otros 35 tripulantes del buque carguero fueron rescatados con vida en medio de una intensa tormenta. Los cuerpos de nueve que no consiguieron salir con vida fueron recuperados en alta mar. Los restantes 35 están desaparecidos y con cada hora que pasa disminuye al mínimo la posibilidad de hallarlos vivos.

Perdomo y Nicolás Achard (35) fueron dados de alta del hospital sobre las 12 horas de ayer de Uruguay. Los llevaron a un hotel de Trípoli, en el que ya estaban Juan Pablo Acosta (34) y el más joven de los tripulantes uruguayos, Guillermo Ríos (19).

Los cuatro estaban bien y habían hablado con sus familias que, desde Uruguay, contenían el aliento desde la media tarde del jueves. Las noticias comenzaron a gotear lentamente sobre las 4 de la madrugada del viernes. Estaban a salvo, pero durante varias horas y por separado cada uno de los cuatro creyeron que aquellos serían sus últimos momentos.

"Hacía dos días que estábamos afuera del puerto, esperando para entrar, y el puerto estaba cerrado. Nos alejamos a 16 kilómetros de la costa para estar más lejos. El barco estaba un poco inclinado porque estaban sacando raciones de la bodega. Al inclinarse fue entrando agua y agua", relató Perdomo.

Esta maniobra, en apariencia, resultó fatal. El traslado de parte de la carga desequilibró al navío en el momento en que la tormenta arreciaba.

El hundimiento del carguero de 22 metros de eslora se produjo en forma prácticamente instantánea. En media hora el barco estaba completamente sumergido.

"Fue todo en un segundo. El barco se empezó a hundir cuando estábamos trabajando en el piso seis con el ganado. Ahí se empezó a inclinar. Trataron de corregirlo y no pudieron. Empezamos a correr por las escaleras seis pisos para arriba. Las escaleras estaban de costado. Estábamos colgados. El barco estaba totalmente inclinado. Y de costado", relató por su parte Juan Pablo Acosta.

Para este médico veterinario rochense la peripecia fue particularmente dura, estuvo siete horas y media en el mar sujeto a un remo. "Nunca encontré a un bote ni a nadie. Sólo veía ganado flotando y yo agarrado del remo. De repente, se vino la noche. Empezó a llover. Parecía una película. Llovía. Diluviaba. Caía granizo. Ahí pensé: más difícil va a ser este rescate. Por momentos pensaba que no tenía chance. Pero bueno, pensaba: yo no me voy a morir, no me puedo morir acá", contó Acosta.

El mar se encrespaba en olas gigantescas. Si bien la temperatura del agua no era muy baja, alrededor de 19°, la lluvia caía helada sobre los náufragos.

Perdomo, Acosta, Achard y Ríos estaban separados y sin posibilidad de verse debido a la oscuridad reinante, los gritos y la furia de la tempestad. Pero a los cuatro se les aparecían las imágenes de la película que la noche anterior se habían juntado para ver: Titanic. Ninguno de ellos sospechó entonces que las escenas de ese clásico del cine serían premonitorias.

Perdomo consiguió llegar hasta un bote que compartió con otros 20 tripulantes, paquistaníes, filipinos y un ruso. "Estábamos todos apretados. Ahí nos dimos cuenta de que si nos agarraba la noche ahí nos íbamos a ahogar todos juntos. Los paquistaníes se pusieron nerviosos. Te tiraban del chaleco", recordó más tarde.

Acosta y Vitali, el tripulante ruso, intercambiaron una mirada y resolvieron arrojarse de vuelta al agua y nadar hasta otro bote que distinguieron a unos 40 metros. Allí estuvieron seis horas hasta que los hallaron. Un buque naval italiano los subió a bordo.

Guillermo Ríos, el más joven de los tripulantes uruguayos, sólo consiguió salvarse luego de nadar bastante y aferrarse a una tabla. Estaba tan exhausto que se durmió. Otro buque carguero lo encontró y consiguió rescatarlo. Al igual que sus compañeros estaba cubierto del espeso fuel oil que se había derramado.

En tierra, entre tanto, el embajador uruguayo en Líbano, Jorge Luis Jure esperaba noticias. "Estoy contento. Uno sufre por la gente que se perdió, pero contento por los uruguayos. Están muy bien. Realmente fueron horas terribles. Juan Pablo Acosta me contaba que estuvo nueve horas o más sólo en el agua, con salvavidas. No llegó a alcanzar un bote. Es fuerte, tuvo suerte, y Dios se acordó de él y lo salvó", relató Jure a El País en un contacto telefónico.

EN VELA. A las cinco de la tarde del jueves llegó la noticia a Uruguay. Pasaron las horas y nada se sabía de los uruguayos.

"Había hablado hacía unas horas con él, antes de que pasara el accidente, y estaba todo bien. Cuando nos enteramos empecé a llamar a otra muchacha que trabaja en Egipto para la misma empresa y que tenía bastante información fidedigna de lo que estaba pasando, pero igual pasaron varias horas antes de saber que él y los otros muchachos estaban bien", contó Elena Hernández (30), novia del veterinario Juan Pablo Acosta.

Recién sobre las 5.30 pudo saber que el hombre con quien se casará en febrero estaba a salvo e ileso.

Elena y Juan Pablo son rochenses, ella es técnica agropecuaria y se disponía a viajar a Egipto el lunes por la misma empresa agropecuaria. Pero el accidente dejó todo en suspenso. Ahora cuenta las horas, Juan Pablo y los otros tres llegarían entre domingo y lunes.

Lo que ganarían ambos en estos trabajos iría íntegramente para el casamiento. Elena está segura ahora de que esta fue la última travesía. "Con lo que le pasó no creo que le den muchas ganas de volver a salir", dice Elena.

Otro tanto pasa con Luis Pedro Achard, el hermano mayor de Nicolás Achard, que junto a su madre y el hermano más chico lo esperan para adelantar la comida de fin de año. "Hablé con él hace un rato, está bien, fue como volver a nacer, porque la verdad la pasaron fea allá. Yo hablé con un amigo que es alférez de la Armada y me dijo, no te preocupes un barco como ese demora como tres días en hundirse, y este demoró media hora", dijo Luis Pedro.

Pero estuvieron hasta las cuatro de la madrugada sin pegar un ojo hasta que por fin supieron a través del embajador que Nicolás estaba bien.

el pago chico. Armando Urbano Perdomo tiene 77 años. Hace 6 meses murió su esposa Rosa Isabel y ahora, su hijo Rubén Darío, de 31 años, casi pierde la vida en un naufragio.

Pasar raya al año es muy difícil. Aún sin dormir, está tranquilo y con menos nervios que hace unas horas.

"Me enteré en Canal 4. Cuando dijeron que era un barco uruguayo calculé que era él. Empezó la preocupación. Las hijas me iban pasando lo que decía la televisión y yo, angustiado, controlaba mi presión".

Padre de siete hijos -Héctor (45), Marisel (39), Raquel (37), Silvana (33), Robert (32) y Fabián, de 25 años- se apoyó en ellos para las horas complejas que se vivieron en sus hogares.

"A las 4 de la mañana habló el hijo chico con el embajador y supimos que estaba bien, que lo estaban atendiendo".

El padre de "Rubito" como le llaman lo resume así: "Sabiendo que está vivo uno ya se sintió más tranquilo".

"Antes pasaron muchas cosas por la cabeza. Se te viene todo", agrega Fabián que está junto a Silvana y Jennifer, una sobrina, acompañando a Armando. Y es que Rubito es el típico muchacho de pueblo que creció y no olvidó su tierra. "Acá en 25 de Mayo lo quieren todos, anda en esos trabajos siempre y es conocido en todos lados".

Hoy, su padre también agradece las tardes de baños junto a la represa Paso Severino. "Ahí aprendió a nadar. Yo le ponía la mano en la espalda y en el pecho y lo llevaba. Por suerte aprendió", cuenta riendo.

A unos 45 kilómetros de 25 de Mayo, una lágrima tras otra caen de los ojos de Aldebar Ríos (38), y Gabriela Rodríguez (34), los tíos de Guillermo Ríos, que viven en las viviendas de Mevir de Sarandí Grande.

"Hemos llorado toda la noche. Te das cuenta de la entereza de él, contando y preguntando por los otros. Es increíble que esté vivo con su juventud", dice Gabriela empapada en llanto. Guillermo creció en una estancia en Polanco del Yi, junto a su madre.

Dos hermanos, Gastón (17) y Rocío de 10 años, son su familia más cercana junto a sus tíos con los cuales conviven en forma seguida.

"Se vino acá para hacer el liceo en Sarandí Grande. Vivió un año con nosotros, el año pasado terminó y volvió a trabajar en una estancia en San Gregorio de Polanco".

Álvaro Torres Negreira es patrón y amigo de Guillermo. Para darle la posibilidad de obtener buen dinero, le dio tiempo para hacer el viaje al que Guillermo "se fue loco de la vida". "Estaba muy contento", recuerda.

Todo el mundo le decía que se fuera, "es buena plata, la oportunidad de conocer y la alegría del viaje", dicen sus tíos.

Muy querido en el pueblo, la casa del tío ha sido un desfile de vecinos y amigos que llegan a preguntar y ponerse a la orden. "La gente puso el teléfono a disposición, Internet y todo lo que se necesitara", cuentan ahora. Las horas de angustia fueron largas.

Lo esperan para el 24 en Sarandí Grande. "Si me pide una opinión, que se vaya en bicicleta o a caballo, pero en tierra firme", dice su hermano.

Las cifras

39 Es la cantidad de sobrevivientes incluyendo a los cuatro tripulantes uruguayos del buque corralero Danny FII, de bandera panameña.

9 Son hasta el momento los fallecidos y otros 35 se encuentran todavía desaparecidos, según los últimos datos disponibles.

El País Digital

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