Hace seis años sólo los más avanzados en las nuevas tecnologías se estaban familiarizados en este universo inexplorado. Hoy en cambio la pertenencia a una o varias redes sociales se da por sentada en la generación más joven, la que crece sumergida en un ciberespacio que alcanza unos límites inimaginables e impulsa nuevos retos. De la mano de esta amplitud de posibilidades, los problemas no han tardado en aparecer.
Tres años -los mismos que lleva en el aire Tuenti, la red española más popular- son los que han hecho falta para que la doctora en Psicología Ángela Magaz, que dirige el curso de la UPV Acoso y violencia en el centro escolar: prevención e intervención, observe un gran incremento de las horas dedicadas a las redes y del uso de estas aplicaciones, y una gran reducción en la edad de sus usuarios. Y es que se trata de un público que aprende rápido a manejar las redes sociales, ya que es la primera generación que ha crecido con Internet. Este es uno de los mayores problemas: los menores han avanzado en sus conocimientos de estas herramientas sin la tutela, puesto que una buena parte de los adultos "no pueden supervisarlas si no saben cómo usarlas", explica Magaz. Al hilo de este hecho, se ha generado una descompensación entre la infinitud de oportunidades y el avance de los valores que deben sostener esa oferta. "Los valores de los escolares en este ámbito han ido por delante de nuestra posible influencia", resalta la psicóloga.
Al tiempo que Magaz propone una fórmula para los menores -"la información privada que no pondrías en una pintada, nunca la publiques en la Red" -, el director de Infancia y Juventud de Política Social de la Diputación guipuzcoana, José Ignacio Insausti, hace lo propio con los padres: "La Red no es distinta de la calle, y ningún padre deja solos a sus hijos en una gran ciudad".
Ante los riesgos, las soluciones planteadas son varias. Por un lado, las propias aplicaciones protegen al menor. Tuenti ha determinado la edad mínima de 14 años, sólo acepta usuarios que han sido invitados previamente, evita que la información aparezca en los buscadores -algo que otras redes como Facebook no cumplen- y ha generado un sistema de denuncia de fotografías. Representantes de esta red afirman que más del 90% de los perfiles que se sospechaban de menores de 14 años han sido cerrados, de modo que hoy menos de un tercio de los usuarios son menores. Sin embargo, Magaz recuerda que "sólo tienen herramientas para los casos más graves". Otra solución se basa en que los adultos aprendan a usar las redes para poder enseñar a los niños, según la psicóloga. Además, recomienda que los ordenadores estén situados en los espacios comunes para saber qué comunica el menor, con quién y de qué manera lo hace. "No se trata de invadir su intimidad", recalca. En su opinión, los adultos son responsables de los menores y no pueden serlo sin tener la información precisa. La prevención es, según Insausti, la mejor arma para evitar la desprotección de los menores en estas redes. La tecnología avanza a una celeridad mayor que la sociedad que la utiliza y por ello se debe proteger a los más vulnerables de sus efectos más nocivos.
Tres años -los mismos que lleva en el aire Tuenti, la red española más popular- son los que han hecho falta para que la doctora en Psicología Ángela Magaz, que dirige el curso de la UPV Acoso y violencia en el centro escolar: prevención e intervención, observe un gran incremento de las horas dedicadas a las redes y del uso de estas aplicaciones, y una gran reducción en la edad de sus usuarios. Y es que se trata de un público que aprende rápido a manejar las redes sociales, ya que es la primera generación que ha crecido con Internet. Este es uno de los mayores problemas: los menores han avanzado en sus conocimientos de estas herramientas sin la tutela, puesto que una buena parte de los adultos "no pueden supervisarlas si no saben cómo usarlas", explica Magaz. Al hilo de este hecho, se ha generado una descompensación entre la infinitud de oportunidades y el avance de los valores que deben sostener esa oferta. "Los valores de los escolares en este ámbito han ido por delante de nuestra posible influencia", resalta la psicóloga.
Al tiempo que Magaz propone una fórmula para los menores -"la información privada que no pondrías en una pintada, nunca la publiques en la Red" -, el director de Infancia y Juventud de Política Social de la Diputación guipuzcoana, José Ignacio Insausti, hace lo propio con los padres: "La Red no es distinta de la calle, y ningún padre deja solos a sus hijos en una gran ciudad".
Ante los riesgos, las soluciones planteadas son varias. Por un lado, las propias aplicaciones protegen al menor. Tuenti ha determinado la edad mínima de 14 años, sólo acepta usuarios que han sido invitados previamente, evita que la información aparezca en los buscadores -algo que otras redes como Facebook no cumplen- y ha generado un sistema de denuncia de fotografías. Representantes de esta red afirman que más del 90% de los perfiles que se sospechaban de menores de 14 años han sido cerrados, de modo que hoy menos de un tercio de los usuarios son menores. Sin embargo, Magaz recuerda que "sólo tienen herramientas para los casos más graves". Otra solución se basa en que los adultos aprendan a usar las redes para poder enseñar a los niños, según la psicóloga. Además, recomienda que los ordenadores estén situados en los espacios comunes para saber qué comunica el menor, con quién y de qué manera lo hace. "No se trata de invadir su intimidad", recalca. En su opinión, los adultos son responsables de los menores y no pueden serlo sin tener la información precisa. La prevención es, según Insausti, la mejor arma para evitar la desprotección de los menores en estas redes. La tecnología avanza a una celeridad mayor que la sociedad que la utiliza y por ello se debe proteger a los más vulnerables de sus efectos más nocivos.
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