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lunes, 12 de mayo de 2014

La Liga más disputada pide cita el sábado en la ‘final’ del Camp Nou

Una tarde cardíaca, de montaña rusa emocional, deparó un torrente de emociones que dejó el título por decidir. Al Atlético, que se atascó con el empate ante el Málaga, le valen las tablas el próximo sábado a las 18.00 en el Camp Nou para ser campeón de Liga 18 años después; el Barcelona, que no pasó del empate a cero en Elche, necesita la victoria en su estadio para alzar la corona; el Madrid se despidió del título después de caer 2-0 en Vigo.
Al Atlético se le deslizó entre los dedos la oportunidad de ganar ya la Liga por falta de acierto ante el gol. Le faltó uno y tuvo ocasiones para ello, sobre todo un tiro enroscado de Adrián que detuvo Caballero en el último aliento. Está escrito que si el conjunto de Simeone gana la Liga lo hará con toda la fidelidad a su historia, sufriendo y peleando hasta el final.
Queda en el aire la sensación de que los rojiblancos han tenido en estas dos semanas el título en el zurrón, pero ahora se ven obligados a medirse al actual campeón en su casa. No han podido inclinar a su favor esta loca recta final del campeonato, en la que el Barça ha cedido dos empates consecutivos (Getafe y Elche) y el Madrid se ha descabalgado sumando dos puntos de los últimos nueve posibles que ha disputado. Ninguno de los tres grandes ha aprovechado sus oportunidades en ese tramo loco de una Liga llena de desaciertos.
Los acontecimientos de las últimas semanas han generado este disparatado desenlace final en que el Madrid ha revivido al Barça y este le ha puesto la Liga a tiro al Atlético, que a su vez ha continuado con el papel de su vecino alargando las esperanzas de los de Martino. El ganador final saldrá de esos 90 minutos a todo o nada del Camp Nou. Una verdadera final, cara a cara entre los dos únicos aspirantes. Una cita única y excitante desde todos los ángulos posibles, los estilos opuestos, el discurrir de uno y otro en el día a día y por el campeonato, y como colofón la victoria o el drama. Puro fútbol.
Pudo presentársele un panorama peor al Atlético si Alderweireld no hubiera cazado un córner a falta de un cuarto de hora. El tanto, nacido de nuevo de otro enguante de Sosa desde el banderín, sofocó el pavor reinante en el Calderón tras adelantar Samuel al Málaga. Ahí se generó uno de esos silencios fríos, el paso meteórico del optimismo a la decepción que representa como nadie esa historia de las historias que es el Maracanazo.
Una gran parada de Caballero a Adrián en el último suspiro pudo decidirlo todo
Ese silencio lo sesgó Simeone, cómo no, que hasta el momento se había negado a jugar su baza de coreógrafo. Guardaba esa bala y la utilizó cuando más la necesitaban sus jugadores y hasta la hinchada. Una vez más se consagró como referente emocional. Se rehicieron todos. Equipo y grada empujaron y buscaron, tras el empate, ese tanto que nunca llegó. A Sosa, con el cántico de Luis Aragonés, Luis Aragonés de fondo ante la ejecución de la que era su suerte favorita, un libre directo, le faltó un palmo para la gloria. Demasiado romántico y redondo hubiera sido. Luego, Caballero interpuso esa manopla para desviar la rosca de Adrián. Otro lance que hubiera generado una historia entrañable, en su caso de auge, caída y resurrección.
Caballero detiene el disparo de Adrián /CESAR MANSO (AFP)
Tuvo que disputar el Atlético un partido angustioso para poder ir a Barcelona con esa ventaja de tres puntos que le valida el empate. En todo fue reconocible el equipo de Simeone. En acorralar al Málaga de inicio con córners y faltas laterales y también en tener problemas para agujerear con claridad a un equipo que le cede demasiado campo. Hasta en la fatalidad de Villa ante el gol fue reconocible. Suya fue la ocasión más clara. Una combinación con su molde, una combinación rápida Miranda-Koke tras un robo, un pase largo de Gabi prolongado por Raúl García y una finalización violenta de Villa contra el larguero ante la salida de Willy Caballero. Parece que la negación ante el gol ha acelerado la cabeza del asturiano en el área donde siempre fue más témpano que volcán. Ya ante el Levante también se le fue alta una ocasión clara cuando tuvo tiempo para pensar. Lo que no fue tan reconocible fue la actuación de Tiago, muy fallón.
En esa descarga ya necesaria desde la reanudación fue Villa el que tuvo otra ocasión. Escorado a la izquierda, Caballero le metió la mano en un remate alto. Necesitado de la victoria, Simeone sentó a Koke y metió a Adrián. Luego dio entrada a Sosa y a Diego por Arda y, como ante el Levante, ese vuelco de delanteros y creativos le expuso a las contras. Y las recibió. Primero una que plantó a Santa Cruz ante Courtois, que cumplió con su cupo de milagrero tapando con el cuerpo el remate y aliviando a una grada que poco después se llevó el gran mazazo. No se entendieron entre Courtois, Miranda y Alderweireld en un balón largo, Samuel lo elevó por encima del meta y lo remachó con la cabeza. La pelota acompañó en su rodar lento el silencio y la angustia que se apoderaban de una hinchada a la que se le aparecen ahora, justo con el título en juego, esos episodios fatales que la atormentan. La levantó Simeone, el gol de Alderweireld, y esa búsqueda agónica de un gol que no llegó y le deparó que si es campeón lo será con toda la fidelidad a su historia. El Camp Nou aguarda una final que por fin desenredará esta Liga tan loca como emocionante.Jugó el Atlético con la sensación de que el campeonato se le resbala de las manos porque la pelota se le ha negado a entrar en los dos últimos partidos. Raúl García, a rosca de Juanfran, falló uno de esos cabezazos claros que tanto le han ayudado a asaltar la titularidad. Tampoco Koke acertó a meter bien la bota en otro centro raso de Juanfran, otro tic reconocible. El Málaga fue un equipo que enseñó oficio arriba con Santa Cruz y Amrabat, dos delanteros de esos que sacan de quicio a los centrales con su juego de espaldas y su movilidad. En el medio también plantó cara el Málaga desde el combate posicional y físico de Barber y Camacho y ese manejo resabiado de Duda desde la banda izquierda. Los tres centrales y las pérdidas de tiempo denotaron que no había viajado a Madrid para entregar el partido.

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