
En Michoacán, uno de los Estados más violentos de México, murieron violentamente 990 personas en 2013, la mayor cifra en 15 años. En España, en 2012, hubo 78 homicidios. El año pasado falleció ahí, en una emboscada, el vicealmirante de la Marina Carlos Miguel Salazar, el rango militar más alto asesinado en el país desde que iniciara la ofensiva contra el narcotráfico hace siete años.
Fue ahí también donde un comando de encapuchados arrojó cinco cabezas decapitadas en un bar en septiembre de 2006, en uno de los primeros (y más recordados) episodios de la sangrienta guerra contra el crimen organizado. La costumbre no se ha perdido, pero ya no sorprende. En la capital, Morelia, aparecieron cinco cuerpos degollados hace días.
La región es una de las principales productoras de marihuana y metanfetamina de México, y parada estratégica del tráfico de cocaína. Con la toma de Parácuaro, ya son 10 los municipios que controlan los autodefensas (una quinta parte del territorio de Michoacán). La inestabilidad obligó al Gobierno federal a enviar al Ejército en noviembre pasado al puerto de Lázaro Cárdenas, en la costa del Pacífico, y el mayor punto de entrada de carga del país. Tras 11 meses de avance los autodefensas están a un paso de rodear Apatzingán, la ciudad con más peso político y económico, donde ya intentaron entrar en octubre. “La toma del poder en varios municipios michoacanos por grupos de autodefensa civil, es el equivalente político y jurídico a un golpe de Estado en un microsistema de gobierno. No hay alcaldes que administren presupuestos, ni den servicios a la comunidad o tomen las decisiones que les competen”, afirma el periodista Raymundo Riva Palacio, especialista en temas de seguridad.

Los autodefensas aparecieron en febrero del año pasado. Su jefe, José Manuel Mireles, explicó en un vídeo difundido en junio sus razones: los Caballeros Templarios cobraban extorsiones, cometían asesinatos y violaban a las mujeres. Mireles acusó a las autoridades locales de proteger a las mafias. Las guardias comunitarias expulsan a los alcaldes de las comunidades que controlan y patrullan sus calles. Tepalcatepec, uno de sus principales bastiones, tiene un letrero a la entrada que reza: “Zona libre de Templarios”.
El Gobierno de Enrique Peña Nieto ha optado por rebajar el discurso mediático sobre la guerra contra elnarco, a diferencia de Felipe Calderón, que difundía las operaciones en horario de máxima audiencia. “No hay transparencia sobre el operativo. El secretario [de Gobierno, Miguel Ángel] Osorio Chong afirmó que se tienen objetivos, pero no dijo cuáles. Resulta por tanto imposible saber si se están alcanzando”, escribió el analista Alejandro Hope en mayo pasado. Hope afirma ahora que, si los autodefensas deciden intentar de nuevo la toma de Apatzingán “puede sobrevenir una batalla de dimensiones no triviales”.Los enfrentamientos son habituales. La violencia ha ocasionado la huida de algunos habitantes de la zona. En solo un mes, 200 personas pidieron asilo en San Diego (California). Una investigación periodística reveló que al menos 44 eran de Michoacán. Las peticiones de refugio de mexicanos en EE UU han aumentado un 400% en los últimos seis años.
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