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domingo, 5 de enero de 2014

Fallece Eusébio, icono del fútbol portugués

A las cuatro de la mañana, de una parada cardio-respiratoria, ha muerto en Lisboa el mítico jugador de fútbol del Benfica y de la selección portuguesa Eusébio da Silva Ferreira, conocido, como los grandes, por el nombre propio: Eusébio. La noticia de su muerte, a los 71 años, ha conmocionado por entero al país por encima de los amantes del fútbol (casi todos en Portugal, por otra parte), ya que Eusébio se había convertido en algo más que un extraordinario deportista, sino en parte de la memoria y de la mitología de un pueblo. A las nueve de la mañana, pocas horas después de que su muerte se hiciera pública, ya había flores y bufandas rojas al pie de la estatua que le muestra rematando a gol en el Estádio da Luz, en Lisboa. Poco después, el Gobierno declaraba tres días de luto nacional.
Eusébio había nacido en 1942, en Lourenço Marques (hoy Maputo) en Mozambique. A los quince años jugaba en un club llamado Los Brasileños Futbol Club. Pero a los 19, en mayo de 1961 (después de que su madre interfiriera para que no fichara por el Sporting de Lisboa), ya jugaba en un Benfica que por entonces comenzaba a tutear a los grandes en la Copa de Europa. La Pantera Negra, como le apodó un periodista inglés, logró que su club se convirtiera en uno de ellos durante la gloriosa etapa de los años sesenta. Con Eusébio, el Benfica participó en cuatro finales de la Copa de Europa, ganando dos de ellas.
Los futbolistas de la Selección de Fútbol de Portugal Torres y Eusebio, durante el Campeonato Mundial de Inglaterra 1966.
Pero fue en el Mundial de 1966 de Inglaterra donde Eusébio se consagró. Hubo un partido que recuerdan todos los portugueses mayores de cincuenta años, entre ellos, el mismísimo ex presidente de la República Jorge Sampaio, que hoy, en una entrevista en la televisión, hacía referencia a ese día. Corrían los cuartos de final y Corea del Norte se colocó 3-0 en el minuto 25. Era la primera vez que Portugal participaba en un Campeonato del Mundo y muchos intuyeron que el camino de regreso a casa estaba cerca. No Eusébio, que le dijo a un compañero que no se preocupase, que iban a pasar. Esa tarde marcó tres de los cinco goles que llevaron a Portugal al triunfo y al éxtasis (aunque embarrancó en las semifinales). Eusébio, con todo, fue elegido mejor jugador de ese campeonato.
Ganó dos botas de oro y el Balón de Oro de 1965. Ganó 10 campeonatos de liga con el Benfica. Fue operado seis veces de la rodilla izquierda. Jugó muchas veces lesionado. Los expertos recuerdan hoy su velocidad, su capacidad para internarse y su explosivo remate con su pierna derecha. Las televisiones emiten esas mismas internadas en blanco y negro que terminan siempre en un golazo. Sus amigos prefieren advertir que, además, era un tipo franco, generoso y humilde, con la salud muy debilitada en los últimos años, pero empeñado en agarrarse fuertemente a la vida (“como el campeón que fue”).
El dictador Salazar prohibió que le fichara el Inter de Milán cuando estaba en lo más alto de su carrera a fin de impedir que el símbolo del fútbol portugués defendiera otros colores que no fueran los de la selección o los clubes lusos. Lo recordaba el jugador (que llamaba al dictador “el padrino”) en una entrevista publicada hace dos años en el semanario Expresso. Supo sobrevivir convertido en mito a varios regímenes políticos. En esa misma entrevista responde, cuando se le pregunta sobre los culpables de la crisis: “Mi política es el balón”.
El bombardeo mediático que sacude Portugal demuestra que ha muerto alguien más que un jugador de fútbol. El escritor e integrante de banda de rock António Manuel Ribeiro lo supo definir hace unas horas en la televisión: “Fue nuestro héroe. En un país en el que hay muy pocos héroes”.

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